ANTE EL SUFRIMIENTO DE LA HUMANIDAD
A María Jesús, Juan Manuel, Paloma y Eduardo, compañeros
en el sufrimiento.
PERPLEJIDAD E
INCERTIDUMBRE
En los momentos
actuales de confinamiento en los que estamos a causa de la pandemia del COVI
19, cualquier reflexión que se efectúe
acerca del sufrimiento qua
azota la sociedad, puede
parecer una tarea inútil, incluso
un camino que no conduce a
ninguna parte. Sin embargo, también
puede ser un momento, como
en numerosas circunstancias de la vida,
adecuado por su carácter excepcional,
para profundizar en la dimensión del dolor y las posibles causas que la provocan, así como las muy diversas reacciones y consecuencias que
se dan ahora y puedan darse en el futuro
en la sociedad. Sin duda, las
primeras palabras de esta
reflexión, difícilmente pueden
expresar la emoción y la honda preocupación que suscitan los
efectos de esta pandemia en las vidas de las familias; la angustia de
las personas contagiadas por la enfermedad, hospitalizadas y fallecidas; la modificación de los hábitos y
costumbres en la vida familiar; el impacto en las pautas de integración,
socialización y educación de los hijos; en la organización del trabajo y de las empresas en los muy diversos sectores de la actividad económica; en las relaciones sociales, prácticas religiosas, culturales, deportivas y de ocio.
Es inmenso el panorama que se abre para
toda la sociedad, lleno de preguntas
e interrogantes.
Todo ello ha
cambiado en muy pocas semanas, y con
verdadero asombro observamos la
increíble capacidad de la sociedad para
adaptarse a las nuevas circunstancias, que
están poniendo a prueba a los ciudadanos y ciudadanas de
numerosos países, agravada con el confinamiento en sus hogares. La
generación de los actuales
septuagenarios y octogenarios, no había conocido unas circunstancias tan excepcionales como las actuales, desde la
Segunda Guerra Mundial, que permita tener referencias
vitales e históricas comparables, a nivel mundial, en un afán
de alcanzar alguna
certeza, frente a la incertidumbre que se cierne sobre
el conjunto de la humanidad. Al objeto de llenar este vacío centraremos
nuestro análisis y reflexión constatando que el dolor y el sufrimiento ha sido una realidad que ha perseguido a la humanidad desde
tiempos muy remotos.
UNA MIRADA AL PASADO: LA
ANTIGUEDAD
La vida actual de los seres
humanos no ha surgido por
generación espontánea, vinculada
a alguna de las cuatro generaciones
que actualmente habitan
el planeta; por el
contrario, hunde sus raíces en el torrente de la vida de muchas
generaciones que nos han precedido y
todas ellas, han vivido períodos de
sufrimiento, desesperanza y angustia en muy diversas circunstancias. En la memoria colectiva
de los pueblos y culturas permanece
el recuerdo de las grandes calamidades
que soportaron en el pasado todas las generaciones, que solían desconocer
las causas y las razones que las
originaban así como cuáles eran los
medios y remedios que
se podían aplicar para su
erradicación. Destacan de forma
muy singular a tenor de las crónicas: la guerra que conllevaba el sometimiento a la esclavitud, el
saqueo y exterminio de pueblos y
ciudades, la propagación de la peste, el
tifus, la viruela, el cólera, el sarampión,
además de los fenómenos de la naturaleza como los terremotos, las
inundaciones, los huracanes, los tsunamis, los largos períodos de
sequía etc. También la
historia de los últimos dos
siglos, enseña que se lograron avances
en los campos de la medicina y otras ciencias que han erradicado lo que antaño era
imposible soñar. Muchos sueños de los que tuvo
Martin Luther King se hicieron realidad, recordando sus palabras“ He tenido un sueño”.
Para acotar nuestra mirada al pasado, situémonos inicialmente, en las crónicas escritas por Tucídides en su obra “Historia de las Guerras del Peloponeso”, en las que relata como la rivalidad de las dos grandes ciudades
griegas, Atenas y Esparta, entre los años 436
y 404 a. C, llevó a una guerra, lucha por la hegemonía territorial y política,
de la que fue vencedora
Esparta. Atenas cuya hegemonía comercial y política
era muy superior a la de Esparta,
aunque no militar, se vio arrasada en
aquellos años por una epidemia de la
peste que diezmó
su población y produjo la
muerte de Pericles, líder máximo de la
democracia ateniense. Estos hechos que hemos
conocido por la obra histórica de Tucídides, fueron
llevados a la literatura por Sófocles, situándolos en Tebas, en su
tragedia “Edipo Rey”,
reflejando las consecuencias y
las causas de la peste en la ciudad, donde reinaba Edipo. Esta tragedia tiene
un trasfondo moral desde que
Edipo solicita al sacerdote
Creonte que consulte al Oráculo de Delfos la causa de la epidemia
de la peste que asolaba Tebas,
recibiendo como toda respuesta: la peste
es el castigo de los dioses por el
asesinato de Layo, anterior rey de Tebas.
Asimismo el Oráculo de Delfos ordenaba
la investigación y el castigo del
asesino, de modo que si no se
castigaba al asesino, no cesaría la peste
sobre los ciudadanos tebanos. A partir de ese momento la emoción
y la sorpresa se van sucediendo a
un ritmo trepidante, hasta encontrar el
verdadero autor del asesinato del
anterior rey de Tebas. En su obra, Sófocles
destaca la necesidad de
identificar la/s causa/s
de la epidemia y la encuentra en el castigo de los dioses sobre la ciudad, como una responsabilidad moral
colectiva, hasta tanto no se
castigase al verdadero autor del crimen.
Es todo un lenguaje simbólico y religioso que no está tan lejos
de nuestro mundo actual.
En nuestro recorrido, igualmente, nos detenemos en la epidemia
de peste que azotó
el imperio Bizantino, en los año 541 a 543 d.C. durante
el reinado del emperador
Justiniano, cuando la Edad
Antigua daba a su fin y se iniciaba la Alta
Edad Media. La aparición y propagación
de la peste afectó a Constantinopla y a
todo el imperio, según los
hechos que refiere , de una parte, el historiador Procopio de Caesarea en su obra “Historia Secreta de Justiniano”,
en la que escribe numerosos
aspectos de las intrigas del
poder, y entre otros hechos, ofrece una crónica del alcance
y adversidades que originó
la aparición de la peste.
Completa la información de este historiador, la que proporciona Juan de Éfeso, eclesiástico y hombre de
confianza del emperador Justiniano, en
su extensa obra “Historia Eclesiástica”
en la que narra numerosos
hechos de la vida del imperio bizantino
desde la época de Julio Cesar hasta
Justiniano. Entre otros, la aparición de la peste en Constantinopla, la
construcción de numerosos monasterios y su especial su celo en la conversión
de los no cristianos, con el apoyo del
emperador. Tras la muerte de Justiniano, siendo Juan de Éfeso, Obispo de Éfeso
de orientación monofisita, y enfrentado
a las
decisiones aprobadas en el Concilio de Calcedonia, fue perseguido y encarcelado por
el nuevo emperador Justino y por las
autoridades religiosas contrarias a los monofisitas. Especialmente
llamativa era la convicción que manifestaba
en sus predicaciones, al señalar
la irrupción de la plaga de la peste, como un castigo
divino por causa de los pecados del pueblo y de sus dirigentes,
argumento que ya estaba, aunque en contextos diferentes, en la obra de
Sófocles, escrita mil años
antes de los hechos acontecidos en Constantinopla.
EL SUFRIMIENTO EN LA LITERATURA DE LA EDAD MEDIA
En el transcurso de la
Edad Media la presencia de la peste fue
continua, aunque por su especial
relevancia destaca la
epidemia de la Peste Negra que se
propagó entre 1348 y 1350 y diezmó
en torno al 30% de la población
de Europa, al parecer por la infección de varios barcos genoveses llegados a Italia procedentes de los puertos del Mar Negro. El
auge económico de estas
ciudades dedicadas al comercio con una
importante flota de barcos
en el mediterráneo
favoreció los intercambios con los países de Oriente Medio e hizo
posible la propagación de la peste en
Florencia, Venecia, Génova, Roma.
Especial interés presenta la obra “Nueva
Crónica” escrita en aquellos años,
por Giovanni Villani, funcionario y
banquero de su Signoría, con la finalidad de dar a conocer la historia de Florencia, informando
de su población, los conflictos entre
güelfos y gibelinos, el comercio, las hambrunas y acogida a los pobres y las
epidemias de la ciudad. Su
historia fue continuada, tras su muerte a causa de la peste, por su hermano Matteo y el sobrino Filipo.
Sin embargo la peste
de Florencia del 1348 será más conocida por las obras literarias que
pasaron a la posteridad gracias
al “Decameron” escrito por Giovanni Boccaccio
hacia 1349, en la que a través
de cuentos cortos, describe entre otros,
los acontecimiento relativos a la
peste negra, de la que fue testigo, tras regresar de
Nápoles, para ayudar en los negocios de su padre, víctima de la epidemia.
Se estableció en Florencia y
entabló amistad con el poeta
Francesco Petrarca, que residía
en Padua y en cuyo “Cancionero” expresaba el amor platónico
a Laura y el dolor del poeta por su muerte
a causa de la peste negra.
LA GLOBALIZACIÓN DEL SUFRIMIENTO EN LA EDAD MODERNA
El comienzo de la
Edad Moderna marcó la primera globalización mundial, motivada por la expansión europea en América, desde las expediciones españolas de Cristóbal Colón, Hernán Cortés y
Francisco Pizarro, y la portuguesa con Pedro
Álvarez Cabral en América Central y del Sur, así como de los ingleses
y franceses en América del Norte. La violencia que se ejerció
sobre los indios fue denunciada
por el dominico Bartolomé de Las
Casas ante el emperador Carlos
V tras la publicación de la obra “Brevísima
relación de la destrucción de Las
Indias” en 1552 en defensa de los indios americanos y en esa misma
obra, con un opúsculo añadido, la “Brevísima
relación de la destrucción de África” denunciando
igualmente, el sufrimiento y la violencia
contra los africanos;
hoy día, se le considera como el
gran defensor de los derechos humanos de la edad Moderna, pese a ser criticado con severidad. La mayoría
de los historiadores señalan como un factor
muy importante en el sufrimiento de los indios, la propagación de las epidemias, principalmente la
viruela y el sarampión, así como en la
reducción de la población autóctona, enfermedades ya conocidas en
Europa y hasta entonces ausentes
en la población amerindia.
En la segunda mitad
del siglo XVII, reapareció la
peste que se extendió por el territorio de la costa
peninsular española y parte de
Andalucía, con fuertes pérdidas de población en Barcelona, Valencia y Sevilla, que unida a
las necesidades que demandaba
el alistamiento de los Tercios españoles
en Flandes, Italia y Alemania y el originado por la sublevación de Portugal y Cataluña en 1640, se sumaba a la expulsión de los moriscos varias décadas anteriores, y acentuaba la despoblación tanto en los territorio de la Corona de Castilla,
como de la Corona de Aragón. De otra parte, La presencia de la peste
en la Europa del siglo XVII, fue
reflejada por distintos escritores
de la época, como lo fue en la novela
“Diario del Año de la Peste”
escrita varias décadas después de los acontecimientos, por
Daniel Defoe, autor más conocido por su obra “Robinson Crusoe”. En el “Diario”
rememora los acontecimientos acaecidos
en Londres en 1665 originados por la
peste, con gran realismo y una descripción detallada de los hechos, que llevaría a pensar fuese testigo
directo de los mismos, aunque probablemente tomó como fuente,
la narración detallada del Diario de un familiar, Henry Foe, años después. Se estima que en
Londres fallecieron en torno a
75.000 personas, en pocos meses.
Otro escritor de las primeras
décadas del siglo XIX, Alessandro Manzoni,
dejó un legado literario en su
novela “Los Novios”, acerca de la
Gran Peste acaecida entre el año 1626 y
1630 en Milán y en La Lombardía.
LOS PRIMEROS ÉXITOS DE LA CIENCIA
Cuando en el siglo XVIII
se mitigó considerablemente la
epidemia de la peste, se extendió
la viruela por Europa y también
en las Indias que provocó fuertes pérdidas de vidas humanas. Sin embargo, el nuevo
espíritu ilustrado científico,
dio sus primeros frutos cuando Edward Jenner, británico, consiguió en
1796 la vacuna contra la viruela, frente a la reticencia y oposición de la Asociación Médica de
Londres, extrayéndola de la viruela bovina,
que favorecía la inmunidad de los seres humanos. Su reconocimiento llegó
tras decidir Napoleón en 1805 vacunar con
el procedimiento del investigador
británico, a su ejército,
corroborando las investigaciones de Edward Jenner. Antes que Napoleón,
el médico militar español Francisco
Javier Balmis en la Corte del rey
Carlos IV convenció a éste, de la necesidad de organizar
una Real Expedición Filantrópica para la lucha contra la viruela
en las Indias españolas,
expedición que se llevó a efecto entre 1803 y 1806, vacunando a un grupo de niños, inmunizados que fueron
llevados a los territorios americanos,
y una vez allí, donaban parte de su sangre y con ella proporcionaron la inmunidad deseada a la población.
El advenimiento del nuevo
siglo XIX trajo consigo la práctica desaparición de la
viruela, pero otras nuevas
epidemias hicieron presencia, a lo largo del mismo: el cólera y
el tifus. Así lo refiere el escritor francés Chateaubiand en “Memorias de Ultratumba” al describir la epidemia de cólera que asoló
Francia y París entre 1831
y años siguientes, de la que
falleció el rey Carlos
X. Sin embargo, el nuevo espíritu de confianza en la
Ciencia, la inquietud y
perseverancia de los médicos y
científicos, en la búsqueda de las
causas que originaban esta nueva epidemia empezaron a dar
resultados. Serán decisivos los avances y el descubrimiento de Filippo Pacini, médico italiano que identificó en 1854, la bacteria vibrio cholerae
y años después, gracias
al estudio de Louis
Pasteur en 1880 sobre el
cólera aviar, y de Robert
Koch, investigador y biólogo alemán, que
identificó el bacilo de la tuberculosis en 1882 y la bacteria
causante del cólera en 1883. Era un
gran paso en la investigación científica, pero era necesario encontrar
el arma decisiva para vencer
el cólera y la tuberculosis: la vacuna. Este sería el gran descubrimiento de Jaime Ferrán i Clúa, nacido en
Corbera del Ebro, de la provincia de Tarragona, y residente en Tortosa donde
ejercía la medicina y disponía de
un laboratorio para la
investigación de microbiología.
Admirador y continuador de la
metodología desarrollada por Robert Koch y de
Pasteur, fue el creador de la vacuna
contra el cólera y contra la tuberculosis.
Su trabajo científico es digno de todo elogio y admiración por la constancia y tenacidad
que demostró, tras ser
comisionado por el Ayuntamiento de Barcelona en el año 1884 para que viajase a Marsella, que venía padeciendo una
epidemia de cólera, y tomara
varias muestras de enfermos que depositó
en cinco frascos de cristal. A su
regreso a Barcelona, Jaime Ferrán fue interceptado en la frontera franco
española por los servicios de aduana españoles, que habían recibido instrucciones de
confiscar todas las muestras obtenidas
de enfermos franceses de cólera, según la órden recibida del Ministro
de la Gobernación.
El azar permitió que Jaime Ferrán consiguiera conservar una de las muestras de
las cinco que llevaba consigo y
empezó a preparar la primera vacuna contra el cólera, contra viento y marea, no sin antes
vencer dificultades administrativas y críticas infundadas de importantes
sectores de la medicina,
incluso en un informe oficial muy negativo acerca de la citada vacuna (promovido por Ramón y Cajal,
máxima autoridad de la época), dirigido
al entonces Ministro de la Gobernación, Romero Robledo, siendo Presidente de Gobierno,
Cánovas del Castillo. Al año siguiente, Jaime Ferrán fue llamado por el Ayuntamiento de Valencia,
ciudad que estaba sufriendo la epidemia del cólera, extendida con tal
intensidad, hasta el punto que las Fallas del 19 de marzo de 1885
fueron suspendidas por causa de la misma; suspensión que no tuvo gran
efecto, probablemente por no aplicarse
medidas de confinamiento individuales y
familiares, al tiempo que se celebraron procesiones
masivas que se realizaron por las calles de Valencia con rogativas
pidiendo el fin de la epidemia. La vacunación se inició en mayo de 1885 con
notable éxito, pese a los
21.513 fallecidos en ese año en Valencia, a la cabeza de los 120.254
fallecidos por el cólera registrados en
España, aunque la vacunación fue suspendida
por orden del Ministro de la Gobernación. Años más tarde, fue reconocida su eficacia y contribución a la humanidad. Las sucesivas oleadas de cólera que
periódicamente azotaron los
distintos territorios españoles en el
siglo XIX, desbordaron los tímidos
instrumentos previstos en la Ley
Orgánica de Sanidad de 28 de Noviembre de 1855, al no ser consignado el
presupuesto necesario para atajar
las enfermedades infecciosas ni previstos protocolos adecuados para hacer frente a las epidemias. No obstante, llama
la atención que la población europea en su
conjunto, a pesar de las sucesivas
epidemias del cólera y de las
guerras, aumentó de forma
considerable entre 1800 y 1900 y pasó de 105
millones a 145 millones
de personas, excluida España, con un
incremento del 38%, mientras la población española pasó de 10,5
millones a 18,5 millones de personas
en ese mismo período, con un incremento del 76%.
LA GUERRA Y EL SUFRIMIENTO EN EL SIGLO XX
La llegada del siglo
XX ofrecía aparentemente un horizonte
optimista y prometedor en una
sociedad, políticamente estable, que
vivía los frutos de
de una revolución industrial avanzada, con la generalización de la electricidad y del
petróleo como nuevas fuentes de energía,
la extensa movilidad de los ferrocarriles, del automóvil y de la aviación, al
tiempo que la salud
pública tenía a su alcance protegerse
de las plagas del pasado: el
cólera, la tuberculosis y la viruela,
con las vacunas desarrolladas en el anterior siglo. Sin embargo, en esta sociedad feliz
irrumpió la Gran Guerra
de 1914-1918 en gran parte de
Europa, con todo el dolor, desolación y
muerte que llevó consigo la violencia. Camuflada entre
la destrucción bélica apareció una
nueva epidemia desconocida: la
gripe, mal denominada como gripe
española, porque dado que España
fue neutral en el conflicto
armado, no existía la censura y se informó de sus efectos y consecuencias, mientras
que en los países beligerantes, la censura prohibió
informar de la misma. Sus consecuencias
se cifraron a escala mundial en torno a varios
millones de muertos, difíciles de distinguir de los causados
por las acciones armadas y en
España se estimaron 300.000 muertos entre 1918 y 1920. Una vez firmada la Paz de Versalles, los científicos iniciaron la investigación para hacer frente a la epidemia,
constatándose que los movimientos de soldados, fueron unos eficaces agentes
propagadores de la gripe. Dos décadas más tarde, en 1940 los investigadores norteamericanos Thomas
Francis, MD y Jonas Sak crearon la
primera vacuna contra la
gripe común, en la Universidad de
Michigan, con financiación del
ejército norteamericano,
vacuna que pudo utilizarse en la Segunda Guerra Mundial. A mediado del siglo XX, en 1957 y en 1968, tuvieron
lugar dos nuevas oleadas de gripe
asiática, tipo aviar, cuyos efectos
fueron más contenidos, aunque se estima, en al menos
un millón de muertos en cada uno de estos años.
Una de las consecuencias más importantes de la Gran Guerra de 1914,
fue la ruptura de los equilibrios políticos y militares hasta entonces
conocidos, con la hegemonía del Imperio
Austro-Húngaro, el Imperio Ruso y el
Imperio Otomano. El nuevo mapa europeo
con la configuración de nuevos
Estados, nacidos de las corrientes
nacionalistas y marxistas - leninista,
no cerró las viejas heridas de la Gran
Guerra, que volvieron a reabrirse
veinte años más tarde. En este
paréntesis, se consolidó un régimen
político de nuevo cuño, de la
mano de Lenin, artífice de
la URSS, que provocó una guerra
civil, ya finalizada la Gran Guerra, y que con el nuevo liderazgo de José Stalin,
consolidó una dictadura político
militar cuyas políticas drásticas
produjeron mucho sufrimiento en la
población rusa, muy
especialmente en la década de los
años 30. Aunque los campos de trabajos
forzosos eran conocidos
desde la época de los Zares, sin embargo con José Stalin se aumentaron y se regularon inicialmente en
un decreto de 11 de Julio de 1929 y oficialmente en Abril
de 1930, bajo la denominación
GULAG, para confinar
obligatoriamente a los disidentes
políticos, intelectuales, sindicales, religiosos, delincuentes comunes y todos
aquellos que no fuesen adictos al régimen
soviético, en campamentos de
trabajos forzosos, bajo la vigilancia de la policía política. En los 25 años que permanecieron instalados, la composición de los prisionero
fue modificándose, y aunque las estadísticas difieren de unos a otros historiadores, se
puede estimar una media de 1.5 millones anuales de ciudadanos soviéticos, en la
década 1930-1940, muchos de los
cuales fueron liberados para alistarse
al ejército rojo tras la invasión de
la URSS por el ejército alemán; y
una media de 2,3 millones anuales, de soldados soviéticos prófugos y
soldados alemanes apresados
tras la rendición del ejército alemán , en el periodo 1941 hasta
1955. Estas condiciones se
mantuvieron mientras vivió el dictador Stalin y una vez muerto,
paulatinamente fueron desapareciendo tras la amnistía decretada por el
Presidium del Sóviet Supremo de la Unión
Soviética el 27 de Marzo de 1953. Este período de sufrimiento de un amplio conjunto de la población rusa,
sería dado a conocer por Alexandre
Solzhenysn en el año 1962 con la publicación de su primera novela “Un día
en la vida de Iván de Denisovich”, autorizada por las autoridades
soviéticas y años más tarde en 1973, en
su otra gran novela, no autorizada en la
URSS, “El Archipiélago Gulag 1918-1956” en
la que se describe la cruel realidad de los sufrimientos de los
disidentes de la dictadura de Stalin, ya fuesen troskistas, bolcheviques, escritores,
religiosos ortodoxos, antiguos propietarios campesinos, soldados etc. El
propio Alexander Solzhenysin,
tras participar en el ejército
rojo en la lucha contra Alemania y a causa de una carta escrita en 1945 a Stalin, fue
confinado en los campos de
trabajos forzosos durante
los años 1945- 1953 y
posteriormente deportado a Kazajastán, donde permaneció hasta la llegada de Kruschev
a la Secretaría General del PCUS.
No obstante lo indicado con
anterioridad, el siglo XX alumbró nuevas formas de sufrimiento especialmente crueles, en la Segunda Guerra Mundial entre los años 1940-1945, más
inhumanas que las ya conocidas de
la década anterior en los campos de trabajos forzosos en la URSS. Protagonizado por el ejército alemán
bajo la dirección de las SS, se instalaron, siguiendo
las directrices del dictador Hitler,
campos de concentración y exterminio, con la finalidad de eliminar
a los judíos,
discapacitados, y otros grupos que no respondían al
perfil de la pureza racial. Se estima que
entre 5 y 6 millones de judíos y
cerca de 2 millones de otros
grupos: gitanos, homosexuales, discapacitados y disidentes políticos del régimen nazi, murieron o sobrevivieron en condiciones crueles, en esos campos de concentración, de los que son más
conocidos, Auschwitz, Treblinka,
Mathausen, Dachau, Buchenwald. Es digna de recordar como homenaje y símbolo de
todos los que murieron o
sufrieron en alguno de estos campos de
concentración, de una parte Ana Frank, de familia
judía, cuyo “Diario” reflejó a través
de sus cuentos, la espera durante
los dos años que vivió con sus padres y
hermana, ocultos de los nazis en Amsterdam, desde el verano de 1942 al verano de 1944; tras ser delatada y
detenida murió a los 13 años de una epidemia de tifus en el invierno de
1945, en el campo de concentración Bergen-Belsen.
También fallecieron en los campos de concentración su madre y su hermana,
sobreviviendo sólo su padre Otto Frank. Otro símbolo de la crueldad y el sufrimiento de esta
modalidad en los campos de concentración
nazis, fue el pastor y teólogo luterano,
Dietrich Bonhoeffer, una de los más profundos estudiosos del Cristianismo del siglo y cuyas obras son fuente de estudio para todas las
confesiones cristianas. Fue detenido y
encarcelado en Berlín-Tegel desde la primavera de 1943, aislado de su familia y amigos
hasta su ejecución
en Abril de 1945 en el campo de concentración de Flossenburg, en
Alemania, cuando el régimen nazi estaba
mortalmente vencido y acabado; según la
acusación de las autoridades nazis,
era cómplice como disidente político del
régimen nazi, del atentado fallido contra el dictador
Hitler en el verano de 1944,
con el que no tuvo relación alguna, dado que llevaba dos
años encarcelado y aislado en la cárcel
un año antes del atentado. Testimonio de su encarcelamiento han sido los
escritos “Cartas de Amor desde la prisión”
y “Resistencia y Sumisión” en las
que expresaba sus ideas
y sentimientos acerca del
sufrimiento. Sus voces rompen el
silencio de los que fueron víctimas del sufrimiento, de la violencia y de la crueldad
FINAL DE ESTA HISTORIA
Ante tanto dolor y sufrimiento
cabe preguntarse si hay algún
resquicio para la esperanza y para cambiar
este nuestro mundo. Pero esa es
otra próxima historia.