viernes, 2 de abril de 2021

 


EL SUFRIMIENTO EN LAS DISTINTAS CULTURAS

 (IV)


EL CRISTIANISMO


I


CONCEPTOS Y CATEGORIAS CULTURALES


Son varias las cuestiones que se plantean en el pensamiento cristiano y sobre las que, al menos, conviene reflexionar.

a)- La doctrina del Concilio Vaticano II: los contextos culturales y el lenguaje de la Biblia.

          b)- El valor de los conceptos y categorías culturales del Judaísmo de la antigüedad y su influencia en la formación del pensamiento y expresión cultural del Cristianismo posterior.

    c)- Las divergencias del Cristianismo, respecto de las categorías culturales, del Judaísmo.


a)- El lenguaje y las categorías culturales en el Vaticano II.

Respecto de la cuestión relativa a las formas y lenguaje a través de los que se expone la doctrina, el Concilio Vaticano II resalta la importancia del contexto cultural y formas de los géneros literario en los que se manifestó la Revelación:

Para descubrir la intención de los hagiógrafos ( autores), entre otras cosas, hay que atender a los géneros literarios, puesto que la verdad se propone y se expresa ya de maneras diversas en los textos de diverso género, históricos, proféticos, poéticos o en otras formas de hablar.(....). Pues para entender rectamente, lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente, tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagiófrafo, como a las que en aquella época, solían usarse en el trato mutuo de los hombres.” (Vaticano II. Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación. Capítulo III. Apartado 12 )


Para a continuación, tras exponer las cambios que ha experimentado la sociedad , en los distintos ámbitos científicos, técnicos y sociales, señala su influencia en otros ámbitos:

Las instituciones, las leyes, las maneras de pensar y de sentir, heredadas del pasado, no siempre se adaptan bien al estado actual de cosas. De ahí, una grave perturbación en el comportamiento y aún en las mismas normas reguladoras de éste. Las nuevas condiciones, ejercen influjo también sobre la vida religiosa. Por una parte, el espíritu crítico más agudizado, lo purifica de un concepto mágico del mundo y de residuos supersticiosos, y exige cada vez más, una adhesión verdaderamente personal y operante de la fe.(....). Una tan rápida mutación, realizada con frecuencia, bajo el signo del desorden, y la misma conciencia agudizada por la contradicciones existentes hoy en el mundo, engendran o aumentan contradicciones y desequilibrios. ( Vaticano II. Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo. Exposición Preliminar. Apartado 7).


En uno y otro documento del Vaticano II, hay una invitación a crear nuevos lenguajes y categorías culturales que permitan dar respuesta a los graves interrogantes que provocan angustia y desazón a la humanidad y elegir su futuro:

De esta forma, el mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien, que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado y que pueden aplastarle o salvarle. Por ello se interroga a sí mismo. (Vaticano II. Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo. Exposición Preliminar. Apartado 9 ):

Ante esta disyuntiva, formula varios interrogantes: “ Sin embargo, ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos, los que se plantean o los que acometen con nueva penetración, las cuestiones más fundamentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que a pesar tantos progresos hechos, subsisten todavía?, ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio?, ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad ?, ¿Qué puede esperar de ella?, Qué hay después de esta vida temporal?. (Vaticano II. Constitución Pastoral la Iglesia en el Mundo. Exposición Preliminar. Apartado 10)


b)- Las categorías culturales del Judaísmo que han influido en el Cristianismo.

Sin duda la influencia del Judaísmo en la conformación de las categorías y conceptos del Cristianismo, aunque no exclusivamente, ha sido muy importante. Destacan entre otras:

  • La afirmación del monoteísmo y la creencia en un sólo Dios, creador del Universo.

  • La irrupción de la vida del hombre y de toda manifestación de vida, como obra de Dios, así como la capacidad del hombre para reconocer a su Creador, como Señor del Universo.

  • El don de la libertad humana y la capacidad para discernir entre el bien y el mal, y la opción de aceptar a Dios o rechazarle.

  • La importancia de la dimensión colectiva y la pertenencia a un pueblo con identidad propia y capacidad para convivir en comunidad y dotarse de leyes. para su regulación y supervivencia.

  • El mensaje de salvación y protección de Dios a su pueblo, aunque no con carácter universal.

  • A esta tradición religiosa, se unió el reconocimiento de los patriarcas de la Antigua Alianza y los Profetas, cuyas vidas, los mandatos de las Tablas de la Ley y oráculos, fueron respetados y también asumidos como caminos que conducen a su Dios y a colmar las esperanzas que están puestas en Él.

  • Todas ellas, fueron decisivas, no sólo en la vida de Jesús de Nazaret , sino determinantes en sus primeros seguidores y en la comunidad cristiana, cuyas creencias religiosas iniciales, eran las del Judaísmo, predominante en la región de Galilea y Judea.


c)- Las divergencias de las proposiciones religiosas y culturales del Cristianismo respecto del Judaismo.

Existen, sin duda, importantes diferencias entre la cosmovisión religiosa del Cristianismo respecto de las defendidas por el Judaísmo, aunque el Cristianismo surgió del movimiento religioso judío y le tiene como punto de partida. Sin embargo:


  • Las nuevas ideas y actitudes de vida que anunciaba Jesús de Nazaret, pretendían reformar el anquilosado sistema de creencias y de poder del Judaismo, encorsetado en las innumerables normas que se habían incorporando en su desarrollo, a la Ley de Moisés, llenas de prohibiciones que regulaban la vida de los judíos. La posición mas conservadora eran, de una parte, los fariseos y los escribas, que percibían que se le podía derrumbar toda la estructura normativa y jurídica construida en el último milenio. De otra, los sacerdote y levitas, servidores que atendían el Templo y realizaban los sacrificios rituales exigidos por la Ley de Moisés, que podrían perder gran parte de su poder social y ante las autoridades romanas. Fueron ellos los que rechazaron el mensaje de reforma y conversión que les ofrecía Jesús de Nazaret y finalmente, optaron por matarlo.

  • El Reino de Dios que proclamaba Jesús de Nazaret, abría las ventanas de la antigua Alianza a todas las gentes, en una Nueva Alianza, rompiendo el exclusivismo monoteísta del Judaísmo, con un mensaje universal dirigido a todas las gentes; y se dirigía al Padre, como el Dios cercano y próximo al que sufre, al hambriento, al desnudo, al que no tiene un techo para vivir; e insuflaba un viento fresco para volver a las fuentes primigenias, primando el pensamiento y la esperanza de los grandes profetas de Israel. Sus palabras eran percibidas por las gentes, como surgidas con la autoridad de los Profetas y como un enviado de Dios.

  • Proclamó como máximos valores de su predicación, ya fuese en las sinagogas donde se reunían los judíos o en la orilla del río Jordán, la misericordia y el amor del Padre a todos los hombres; pasó su vida, curando las dolencias de los que sufrían y estaban excluidos de la sociedad, y perdonaba sus delitos y pecados. Todo ello suponía una gran conmoción de las viejas certezas que ofrecía la casuistica de la moral judía, y las normas dictadas e interpretadas por los escribas y sacerdotes.

  • Ya en sí mismo, la persona de Jesús de Nazaret, fue cuestionada desde el inicio de su vida pública, por los dirigentes religiosos: levitas, escribas, fariseos y saduceos, incluso negaban la autoridad que tenía para presentarse como Hijo del Hombre o Hijo de Dios, y para sanar a los enfermos. Muchos se preguntaban: ¿Quién es éste que hasta los espíritus le obedecen?.

  • La diferencia sustancial era entre la concepción del Mesías esperado por el Judaismo, que restablecería el poder temporal, la grandeza y la magnificencia del rey David; y de otra parte, el Hijo del Hombre o Hijo de Dios, cercano a los pobres y excluidos de la sociedad, a los que curaba y daba esperanza, en un mundo en el que ellos no tenían cabida. Este nuevo Mesias anunciaba que su Reino no era de este mundo y su mandato era el amor al prójimo.

  • Otro aspecto sustantivo del mensaje de Jesús de Nazaret fue el reconocimiento de la persona y la dimensión individual de la responsabilidad, y su libertad, rompiendo la vieja creencia en la antigüedad, de una responsabilidad colectiva, que se transmitía de padres a hijos, Finalmente, y como gran novedad, ofreció a sus seguidores, una religiosidad sin intermediación de los servidores del Templo, fundamentada en una relación personal con el Padre, cuando le pidió a la mujer samaritana, sentado junto al pozo, que le diese de beber.

  • Su mensaje de la inminente llegada del Reino de Dios, a los hombres y mujeres de buena voluntad que le aceptaran como enviado por Dios, en esta vida; y en la promesa, mas allá de los límites de la vida temporal, de la fragilidad y vulnerabilidad, en una eternidad, en los brazos del Padre y del misterio del Universo, era una inmensa esperanza.

  • La fe pascual en la resurrección de Jesús, es un elemento central del Cristianismo, de la que dieron testimonio sus discípulos, reunidos y escondidos por miedo a las represalias de los judios. Su fundamentación no es racional, sino únicamente por la fe y por la confianza en las palabras que pronunció Jesús: “Yo soy, la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, vivirá para siempre.” (Juan 11. 25)


II


¿ NUEVO LENGUAJE Y CAMINOS DEL CRISTIANISMO ?


A lo largo de sus dos milenios, el Cristianismo se ha planteado, en numerosas ocasiones, si su futuro debía estar orientado al pasado, con sus formas, ritos y normas, o por el contrario, tenía que actualizar el mensaje evangélico con nuevo lenguaje y categorías culturales, que correspondiesen a los cambios de la sociedad . Así lo entendieron tanto Pedro como Pablo, cuando convocaron la primera reunión apostólica en Jerusalen para decidir si los nuevos cristianos, gentiles conversos, tenían o no que circuncidarse, como prescribían las leyes de Moisés. Ambos, estaban de acuerdo que no era obligatorio imponer a los gentiles que deseaban incorporarse a la comunidad cristiana, dicha norma y desde entonces la circuncisión no fué exigible. Del mismo modo, la asistencia a las sinagogas progresivamente fue sustituida por asambleas cristianas, en las que se recordaba la última cena del Señor, con la fracción del pan, acompañada de himnos y cánticos. Igualmente sucedió con la prohibición de trabajar el Sábado, que debía ser reconsiderada en determinadas circunstancias, porque el hombre no es para el Sábado, sino el Sábado para el hombre. Sucesivamente, las comunidades cristianas se adaptaron a las circunstancias, según fuese en la época de las persecuciones o tras el fin de aquellas, en el año 311 d.C. y la libertad de cultos y de religión a partir del Edicto de Milán en el 313 d. C.


Es el propio Concilio Vaticano II, como ha sido analizado anteriormente, el que acordó en sus Constituciones, sobre la Divina Revelación y sobre la Pastoral de la Iglesia y el Mundo, la necesidad de adecuar el lenguaje de la escritura, de la liturgia en las distintas celebraciones, de las homilías y de los libros destinados a la educación de la Religión Cristiana, a los nuevos tiempos; así lo entendió el Papa Juan XXIII: la Iglesia necesitaba un aggiornamento y para ello convocó el Concilio Vaticano II. Entre otros aspectos, debiera hacerse un mayor esfuerzo por parte de los teólogos, los especialistas en las Escrituras, los filólogos y los educadores y pedagogos, en acometer una modernización de los géneros literarios y su inteligibilidad, evitando algunas incoherencias y confusiones, carentes de sentido. A título de ejemplo, resulta incomprensible, que se haya olvidado el texto que narra el encuentro de Jesús, con un ciego y los discípulos, educados éstos, en el paradigma judío de que toda enfermedad o sufrimiento era consecuencia del pecado de las persona o de sus ascendientes, que le preguntaron a Jesús:

Maestro ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?. Jesús contestó. Ni él ni sus padres han pecado, sino que ha ocurrido así para que se manifieste en él, las obras de Dios.”. (Juan 9.1-3)


Aún así, es muy frecuente en los textos litúrgicos y en las homilías, hablar del castigo de los hombres por sus pecados cometidos contra Dios, incluso que Cristo murió a causa de los pecados de los hombres, confundiendo la responsabilidad y la culpa de la crucifixión de Jesús de Nazaret, con el perdón general que éste concedió, en un acto de suprema generosidad, a sus verdugos y a todos los que en su nombre, se arrepienten de sus delitos y fechorías. De aquella forma, se contradicen las palabras de Jesús al negar éste, que la causa de la enfermedad del ciego, fuesen sus pecados o los de sus padres, al responder a sus discípulos; y de Pedro, al señalar que la responsabilidad de la muerte de Jesús de Nazaret, era de las autoridades religiosa y gente judía, a quienes consideraba culpables.


Lo dicho anteriormente, no significa olvidar, que la raíz de la violencia y del sufrimiento moral de la humanidad , anida en su corazón y procede de decisiones y actos que deliberadamente adoptan los seres humanos (el odio, la injuria, el desprecio al diferente y al necesitado, la guerra, la esclavitud y opresión a los pueblos). Hay otra violencia física, que también produce grandes sufrimientos y que tiene su origen en causas y procesos que se desencadenan en la naturaleza, por las leyes de la biología, como las enfermedades y la muerte, y aquellos otros, cuyo origen corresponde explicar a la meteorología y a la geología, ( terremotos, sunamis, maremotos, erupciones volcánicas, huracanes, tifones, inundaciones de las lluvias, incendios etc.) También hoy, es frecuente constatar el sufrimiento y la violencia mixta, en la que participan decisiones humanas y naturales, que no han sido deliberadamente deseadas ( accidentes derivados de fallos del progreso técnico, sean nucleares, de transportes aéreos, ferroviarios y automovilista, el deterioro del medio ambiente, ya sea la contaminación de los océanos, de la atmósfera, de los recursos naturales etc..), pero han ocurrido por negligencia y falta de prudencia al no evaluar los riesgos que se asumían. En definitiva, no de todo sufrimiento y violencia, son responsables los seres humanos, pero en buena medida sí lo son, y mucho progresaría la humanidad si hubiese una mayor conciencia de ello y mayor compromiso por proteger y cuidar de la Humanidad y de la Tierra.








 

EL SUFRIMIENTO EN LAS DISTINTAS CULTURAS

(III)



EL CRISTIANISMO


I


AÑOS DE PERSECUCIÓN


Para entender la cosmovisión que tuvieron los primeros cristianos acerca del sufrimiento humano, hay que situar el contexto histórico de sus protagonistas, y las dificultades que afrontaron en los tres siglos que siguieron a la muerte de Jesús de Nazaret.


En primer lugar, fue un período de persecuciones que sufrieron, inicialmente promovidas por las autoridades religiosas del Judaísmo, al decidir éstas, que las nuevas creencias en Jesús Nazareno, surgidas en grupos minoritarios de Jerusalén y otras ciudades de Judea, constituían un grave riesgo para la tradición y leyes judía y para el estatus social de los sacerdotes, levitas y escribas. De este modo se describe la oración de los cristianos, suplicantes:

Porque verdaderamente en esta ciudad se han aliado Herodes y Poncio Pilato con las naciones y los pueblos de Israel contra el santo siervo Jesús, a quién has ungido, para realizar lo que en tu poder y en tu sabiduría habías predeterminado que sucediera. Y ahora, Señor, ten en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos que puedan predicar tu Palabra con toda valentía, extendiendo tu mano para realizar curaciones, señales y prodigios, por el nombre de su santo siervo Jesús.” (Hechos de los Apóstoles 4. 27-31).


Se corresponde con la etapa pre-cristiana de Saulo, judío ferviente y conocedor de los libros del Antiguo Testamento, que persiguió a los primeros cristianos, considerados como una secta herética del Judaísmo, y testigo de la lapidación y muerte de Esteban.

Y gritando a grandes voces se taparon sus oídos, y se arrojaron a una sobre él, y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon. Y los testigos dejaron los vestidos a los pies de un joven llamado Saulo. Y apedrearon a Esteban, que oraba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, gritó con fuerte voz: Señor: no les tengas en cuenta este pecado. Y dicho esto, se durmió. Y Saulo consentía en su muerte.

Surgió en aquel día, una gran persecución contra la iglesia de Jerusalén; y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. Y a Esteban le enterraron unos varones piadosos, e hicieron sobre él gran luto. Saulo, en cambio, asolaba la Iglesia, entrando por las casas, y arrastrando hombres y mujeres, los encarcelaba.” (Hechos de los Apostoles 7. 57-59 y 8. 1-3):


En segundo lugar, esta persecución a los cristianos, iniciada con Herodes Antipas, bajo el imperio de Tiberio, prosiguió con Herodes Agripa, rey de Judea, siendo emperadores de Roma, Calígula que murió asesinado en el año 41 d.C, y Claudio, que le sucedió. Se sabe que Herodes Agripa, ordenó degollar al apóstol Santiago, hermano de Juan, y encarcelar a Pedro. (Hechos de los Apóstoles 12.1-3). La persecución contra los cristianos, de la que hay referencias del martirio de Pedro y Pablo en Roma, y que posiblemente aconteció en la década de los 60, se intensificó a raíz del incendio de la ciudad de Roma, en el año 64 d.C, atribuido a ellos, por el emperador Nerón, que ordenó duras medidas contra los cristianos. Durante un largo período, se fueron alternando etapas de mayor o menor tolerancia, hasta el año 250 d.C. en el que Decio, emperador del imperio romano, aprobó un Decreto por el que se ordenaba encarcelar a los cristianos e incautar sus bienes, si no rendían cultos a los dioses de Roma. Aunque es difícil estimar las personas que fueron perseguidas, los historiadores hablan de represalias de los cristianos que formaban parte, incluso, de las legiones romanas, ya fuesen soldados u oficiales y de funcionarios. Sin embargo la mayor persecución tuvo lugar en el año 303 d.C. y siguientes, siendo emperadores Diocleciano y Galerio, al publicar éstos, un Edicto contra los Cristianos, por el que se les prohibía el culto, tener templos, y propiedades, con penas de cárcel e incluso con la pena de muerte, así como el ejercicio de cualquier cargo público, civil o militar. Esta persecución cesó siendo emperadores Constantino y Majencio en 311, y abolida con la publicación del Edicto de Milán en el año 313.


No sólo el recuerdo de la Pasión y Muerte de Jesús de Nazaret, formó parte, inicialmente de la tradición oral entre las primeras comunidades cristianas y posteriormente, por escrito en la cuatro evangelios: de Marcos, Mateo, Lucas y de Juan, como es bien conocido, lo que perduró en la memoria colectiva; sino también la experiencia vivida por las primeras generaciones de cristianos, con las persecuciones, expolio y muerte, decretadas por las autoridades del imperio romano. Estas circunstancias fueron determinantes, para comprender el significado del sufrimiento en el primer cristianismo y su alcance, en el conjunto de su doctrina, como elemento constitutivo de sus ideas y creencias. No ha sido un elemento marginal en el conjunto de la tradición cristiana, aunque en sí mismo no abarca la totalidad del mensaje cristiano. De otra parte, el legado cultural y religioso del Judaismo, analizado anteriormente, ejerció una influencia muy importante en la formación doctrinal del cristianismo, dado que la educación de Jesús de Nazaret y de los Apóstoles que la hubiesen recibido, sería en sus familias y en las escuelas rabínicas. Es un hecho que el Cristianismo surgió en el seno de la comunidad judía, asentada en Judea y Galilea, anexionadas al imperio romano, desde que Pompeyo las sometió a la dominación de Roma en el año 67 a.C. Por aquellos años, eran emperadores de Roma: Cesar Augusto, bajo cuyo poder nació Jesús de Nazaret; Tiberio, bajo cuyo poder, Jesús de Nazaret fué condenado a la crucifixión en Jerusalen, siendo representante del emperador en Judea, Poncio Pilatos; al que le siguieron sucesivos emperadores: Calígula, Claudio, Nerón y otros. Los principales acontecimientos del Cristianismo, inicialmente, tuvieron lugar bajo el reinado de Herodes el Grande, Arquelao, Herodes Antipas y Herodes Agripa, sobre los territorios a uno y otro lado del río Jordán, (Galilea, Judea, Samaria e Idumea) que reconocían la autoridad y las leyes de Roma.


II


PEDRO Y PABLO: FORJADORES DEL CRISTIANISMO


Se les considera como las dos figuras mas importantes del primer Cristianismo y por esta razón, se analizan algunos aspectos de interés, para el tema que nos ocupa: el sufrimiento. Tanto Pedro, amigo y fiel discípulo de Jesús de Nazaret, desde los primeros momentos de su vida pública, como Pablo, tras su conversión , posterior a los hechos de la Pascua, ofrecen aspectos y matices a considerar.


Respecto de Pedro, en su discurso al pueblo, ofrece un resumen de los hechos relevantes acaecidos en torno a la muerte de Jesús de Nazaret:

Entonces Pedro, tomó la palabra y dijo: Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier nación, el que le teme y practica la justicia le es grato. Él ha enviado su palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz, por medio de Jesucristo, que es el Señor de todos. Vosotros sabéis, lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo, cómo Dios, a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder; y cómo el pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él; y nosotros somos testigos, de todo lo que hizo en la región de los judíos, y en Jerusalén, a quien llegaron a matar, colgándole de un madero. A éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano; a nosotros que comimos y bebimos con él, después que resucitó de entre los muertos.” ( Hechos de los Apóstoles 10.34-41)


Contrapone la imagen del enviado y ungido de Dios, para anunciar la Buena Nueva de la paz a los hijos de Israel, que recorrió los caminos de Judea y Galilea, haciendo el bien y curando a los oprimidos de sus males; con los hechos que finalmente sucedieron en Jerusalén, matando a Jesús, colgado de un madero, máxima pena y humillante, que solía imponerse a los criminales. Esta contraposición de imágenes y hechos, indica que a Jesús de Nazaret, le infligieron al mismo tiempo, un sufrimiento físico hasta la muerte, y un sufrimiento moral por no aceptar su mensaje de paz, entrega y amor al desvalido y enfermo. Y anunciaba Pedro, que, a ese hombre que los judíos despreciaron y mataron, Dios le había resucitado, porque Dios vence al sufrimiento y a la muerte. Aunque en el anterior discurso de Pedro, se indica que la muerte de Jesús tuvo lugar en Jerusalen, sin señalar la responsabilidad y culpabilidad de ese crimen, sin embargo en otros pasajes es más explícito :

Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazareno, hombre acreditado por Dios entre vosotros, con milagros y y señales que Dios obró por medio de él, entre vosotros, como vosotros mismos sabéis; a este que fue entregado según determinado designio y conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de las ataduras de la muerte, pues no era posible que quedase bajo su dominio.”. (Hechos de los Apóstoles 2. 22-24)


Reiteraba Pedro, en otro pasaje, dirigido a los israelitas, su responsabilidad en la muerte de Jesús, y también en la denegación de la prerrogativa de gracia o indulto, que Poncio Pilato deseaba conceder a Jesús; y se la pidieron, por el contrario, a favor de un criminal llamado Barrabás.

El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando éste estaba decidido a ponerle en libertad. Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se concediera el perdón a un asesino, y matasteis al autor de la vida. Pero, Dios le resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.” (Hechos de los Apóstoles 3. 13-15)


Para Pedro, la responsabilidad directa de la tortura y de la muerte de Jesús, era tanto del pueblo de Israel como de sus autoridades religiosas y por esta razón anunciaba el perdón a aquellos que se arrepintiesen de sus pecados y de la muerte de Jesús.

Ya se hermanos, que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes. Pero Dios dio cumplimento de este modo, a lo que había anunciado por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería. Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al que os había sido destinado, Cristo Jesús.“ (Hechos de los Apóstoles 3.17-19):


Al final de su vida, Pedro conoció la persecución contra él y sus hermanos en la fe, intensificada por el emperador Nerón, tras el incendio de la ciudad de Roma en el año 64; y en este contexto, pudiera interpretarse que se hace referencia indirectamente al incendio de Roma al hablar del fuego, pero lo más relevante para él, era compartir ese sufrimiento, con el que padeció con Cristo

Queridos, no os extrañéis del fuego que ha prendido en medio de vosotros para probaros, como si os sucediera algo extraño. Más bien alegraos, en la medida que participáis en el sufrimiento de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria. Dichosos de vosotros, si sois injuriados por el nombre de Cristo, pues el Espíritu de gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros. Que ninguno de vosotros, tenga que sufrir, ni por criminal, ni por ladrón, ni por malhechor, ni por entrometido, pero si es por cristiano, que no se avergüence, que glorifique a Dios, por llevar este nombre.” ( I Epistola de San Pedro. 4.12- 16)


La vida y la obra de Pablo de Tarso, en la formación del Cristianismo ha sido de una enorme importancia, tanto por la amplitud de su doctrina, como por sus numerosos viajes por ciudades del mediterráneo oriental, anunciando el Evangelio de Jesucristo, y su influencia en las sucesivas generaciones de cristianos de los dos milenios transcurridos. Su vida pasó, de ferviente judío que persiguió a los cristianos, hasta entusiasta seguidor de Jesús de Nazaret, al que personalmente no llegó a conocer; y finalmente, fue a morir en Roma como mártir, probablemente también, en la década de los 60. Su brillante personalidad, respondía a su carácter y forma de ser y a su formación en la tradición de la doctrina del Judaísmo; su capacidad dialéctica y elocuencia llama la atención, en la defensa que hizo de su nueva identidad religiosa, en presencia del procurador romano Félix y del pontífice Ananias, ante la acusación de incitar alborotos y ser jefe de la secta de los nazarenos


Pablo, después de concederle la palabra el procurador, respondió: Yo sé que desde hace muchos años, eres juez de esta nación; por eso voy a exponer mi defensa. Tú mismo lo puedes comprobar. No hace más de doce años que yo subí a Jerusalen, en peregrinación, Y ni en el Templo, ni en las sinagogas, ni por la ciudad me han encontrado discutiendo con nadie, ni alborotando a la gente. Ni pueden tampoco probarte las cosas de que ahora me acusan. En cambio, te confieso que según el Camino, que ellos llaman secta, doy culto al Dios de mis padres, creo en todo lo que se encuentra en la Ley y está escrito en los Profetas, y tengo en Dios la misma esperanza que éstos tienen, de que habrá una resurrección, tanto de l,os justos, como de los pecadores. Por eso, yo también me esfuerzo por tener constantemente una conciencia limpia ante Dios y ante los hombres.” ( Hechos de los Apóstoles 24. 10-16):


Intentaba Pablo, formando parte de la comunidad cristiana, ofrecer una nueva orientación a sus creencias religiosas, sin renunciar a las raices del Judaismo. A esta tarea se dedicó, intentando conciliar la tradición de Moisés y de los Profetas con las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Esta es una de las claves para entender la asunción del legado cultural y religioso de la Antigua Alianza por el Cristianismo, que será llamada Nueva Alianza. El análisis de Pablo acerca del sufrimiento difiere en alguna medida, del formulado por Pedro y elabora un giro teológico, cuya raíz está en la interpretación que hace de la desobediencia de Adán en el Jardín del Edén, tal como queda reflejado:

Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, y así la muerte alcanzó a todos los hombres, porque todos pecaron; ya antes de la Ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputa, no existiendo ley. Sin embargo reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aún sobre los que no pecaron, lo mismo que pecó Adán, el cual es figura del que iba a venir. Más el don no fue como el delito; pues, si por la caída de uno, murieron todos, mucho más la gracia de Dios y el don por la gracia de un hombre, Jesucristo, superó en todos.(…..). Por tanto si por la caída de uno, la condenación alcanzó a todos los hombres, así también por la justicia de uno, llega a todos los hombres la justificación de vida.” ( Epístola a los Romanos 5.12- 15):


Con la finalidad de proclamar y resaltar la salvación traída por Jesucristo para todos los hombres, Pablo toma como argumento el pecado de Adán, y la muerte, como castigo. De este modo, si por un sólo hombre, Adán, que pecó, vino la muerte y el sufrimiento a toda la humanidad, igualmente, por un sólo hombre, Jesucristo, vino la salvación. Es un mensaje expresado en un lenguaje de gran sencillez y comprensión, para ser aceptado por los judíos y los gentiles conversos. Pablo, para algunos exégetas, utiliza el paradigma del castigo por el pecado de Adán que se transmite a sus descendientes, tomando literalmente el texto del Génesis. La misma cultura de los dramaturgos griegos, era valedora del castigo de los dioses por los pecados, y que Pablo, probablemente, conocía de sus frecuentes viajes a las ciudades griegas, Esta misma idea, está formulada en la Epístola a los Hebreos, atribuida al apóstol Pablo, aunque no de forma unánime, comparando, de una parte, el sacrificio y la sangre derramada de becerros y machos cabríos, ordenados por Moises, como prueba de la Antigua Alianza, y de otra, la sangre derramada en la cruz por Jesucristo:

Pues debería haber padecido él, muchas veces desde la creación del mundo; más ahora se ha manifestado una sola vez, en la plenitud de los tiempos, para la destrucción del pecado, por el sacrificio de sí mismo. Y del mismo modo, que está establecido que los hombres mueran una sola vez y luego el juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez, para quitar los pecados de muchos, se aparecerá por segunda vez sin pecado, a los que le esperan para su salvación. (Epístola a los Hebreos.9.26-28):


A partir de este enfoque, una importante corriente del Cristianismo ha interpretado que los pecados de la humanidad han sido los causantes de la muerte de Jesucristo, marginando la interpretación de Pedro, antes indicada. Esta interpretación mayoritaria, independientemente de que tenga o no, su fundamento en la Epístola a los Romanos, imputa la responsabilidad y culpabilidad de la muerte de Jesús de Nazaret, a la humanidad por causa de sus pecados, frente a la visión de Pedro, que vivió más estrechamente los hechos, y que de forma clara, atribuía dicha responsabilidad, a las autoridades religiosas judías y al pueblo que exigía su muerte.


III


EL SUFRIMIENTO QUE VIÓ Y VIVIÓ JESÚS


La información que proporciona la lectura de los evangelistas Marcos, Mateo, Lucas y Juan, probablemente escritos por diferentes comunidades cristianas, bajo la advocación de los citados apóstoles, permiten profundizar, en algunos rasgos de la visión que tenía Jesús de Nazaret, acerca del sufrimiento de la humanidad. Cabe señalar varias dimensiones del sufrimiento, con escasas variaciones de unos a otros evangelistas. A saber:

a).- La actitud de Jesús de Nazaret ante el sufrimiento del prójimo y de la gente que le seguía y acompañaba, y su disposición a favor de estas personas, de modo preferente.

b).- El sufrimiento moral de Jesús de Nazaret ante las autoridades religiosas judías y ante Poncio Pilato.

c).- El sufrimiento físico infligido a Jesús de Nazaret por las autoridades religiosas y políticas de su época.


a)- Ante el sufrimiento de las gentes.

En primer lugar, la actitud de Jesús, ante el sufrimiento de las gentes sencillas del pueblo, fue curarles de sus enfermedades y todo tipo de dolencias. Hay, quienes salían a su encuentro, ante las noticias de su presencia y cercanía, pidiendo su curación ( leprosos, ciegos, la hija de Jairo, etc); hay otros, que Jesús encontraba en los senderos y pueblos por los que caminaba (paralítico, hijo de la viuda de Naín, la muerte de Lázaro) en los que, él tomaba la iniciativa. Son numerosos los hechos que se narran y todo ellos contribuyeron a resaltar el poder de sanación y curación que tenía Jesús de Nazaret.

Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, predicando Buena Nueva del Reino y curando todo tipo de enfermedades y toda dolencia en el pueblo. Su fama se extendió por toda Siria; y le traían todos los que se sentían mal, aquejados de diversas enfermedades y sufrimientos: endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curó. Y le seguía una gran muchedumbre, de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.” (Mateo 4.23-25).


Asimismo, la respuesta que el propio Jesús dio a la pregunta de los discípulos de Juan el Bautista, era toda una credencial de presentación, en un lenguaje propio de la tradición de los profetas.

¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?. Jesús les respondió. Id y contad a Juan, lo que oís y veis: los ciegos ven, y lo cojos andan, lo leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; y dichoso aquél que no se escandaliza de mí.” (Mateo 11.3-6)


Asimismo, Jesús proclamaba que el Reino de Dios era preferentemente de los que padecían algún tipo de sufrimiento, destacando entre otros:

Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los Cielos. Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan, y digan con mentiras, toda clase de mal contra vosotros, por mi causa.” (Mateo 5.1-11)


Confirmó la opción del que sufre, nuevamente, al anunciar los criterio de la justicia de Dios, al final de los tiempos :

Venid benditos de mi padre, recibid la herencia del reino que está preparada para vosotros, desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; peregrino y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y me vinisteis a ver (Mateo 25.34-37).


b)- Ante el sufrimiento moral personal.

En segundo lugar, se destaca el sufrimiento moral y emocional, de carácter personal, que sufrió Jesús, al ser rechazado y perseguido por las autoridades religiosas judías; tanto de la clase sacerdotal, como de los sectores, en principio con un mayor conocimiento de las leyes de Moisés y de los Profetas: sacerdotes del Templo, levitas, fariseos, escribas y saduceos, a los que quiso convencer de la Buena Nueva del Reino de Dios que él anunciaba. Este sufrimiento debió ser una angustia existencial profunda, como se describe en el huerto de Getsemaní o en el monte de los Olivos, para otro.

Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia. Y les dijo: Mi espíritu siente tristeza de muerte; quedaos aquí y velad conmigo. Y adelantándose un poco cayó en tierra y suplicaba así: Padre mio, si es posible, que pase de mi este cáliz, pero no sea como yo quiero, sino como tú.” ( Mateo 26.37-39)


El prendimiento en el huerto de Getsemaní, y su comparecencia ante el Sanedrín, aumentó su angustia y sufrimiento moral, cuando reunidos los sacerdotes, ancianos y escribas formularon acusaciones, seguidas de las palabras del Sumo Sacerdote, que presidía el Sanedrín.

El Sumo Sacerdote le dijo: yo te conjuro por Dios vivo, que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Dícele Jesús: Sí, tú lo has dicho. Y yo declaro que a partir de ahora, veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del Padre y venir sobre las nubes del cielo. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y dijo: ¡Ha blasfemado!, ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?. Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece?. Respondieron ellos diciendo: Es reo de muerte.” (Mateo 26.62-66)


Finalizada la reunión del Sanedrín, fue entregado a Poncio Pilato, como autoridad representante del poder del emperador de Roma, para que sancionase el veredicto emitido por el Sanedrin, circunstancia que debió producir un sufrimiento aún mayor, al oír el griterío de la gente enviada por las autoridades religiosas, pidiendo la pena de crucifixión, a fin de presionar y coaccionar a Poncio Pilato, que habia ofrecido el indulto a Jesús. Y aquél aceptó la coacción y el chantaje cuestionando las mismas leyes romanas: la condena de un hombre justo, consciente de su inocencia.


c)- Ante el sufrimiento físico personal.

Por último, en los distintos evangelistas se narran los hechos de la Pasión y Muerte de Jesús, con gran detalle, poniendo de manifiesto el sufrimiento físico infligido por los soldados, al ser azotado, coronado con espinas, y con la cruz sobre sus hombros, hasta el lugar de la crucifixión, a quien se podía aplicar el anuncio del profeta (Isaias 53.3-4) : “Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias”. La muerte de cruz en la época de los romanos, era aplicada a los delitos muy graves, generalmente de sangre, y en este caso, lo fue por una acusación religiosa totalmente injusta. Llama poderosamente la atención, la fuerte atracción y profundo respeto que en el Cristianismo se ha tenido a la imagen del crucificado, como símbolo de todo tipo de sufrimiento y crueldad del justo e inocente.