sábado, 15 de enero de 2022

 

TEILHARD DE CHARDIN


V

                                            https://teilhard.net/biografia-de-teilhard-de-chardin/  


                                                        Leandro Sequeiros

                         Vicepresidente de la Asociación de Amigos de  Teilhard de Chardin

                            Presidente de ASINJA. Asociación Interdiscilpinar José de Acosta

    


                                                         Ultimos Años



En julio de 1951, Teilhard estaba interesado en ir a Sudáfrica. Acababa de hacer los preparativos necesarios para que sus escritos pudieran seguirse leyendo después de su muerte. Una semana antes de partir el padre Jouve, editor de la revista Études, le dijo a Teilhard que él nunca podría publicar sus trabajos. Y le urgió a que tomara acciones para que no se perdieran. Algunos amigos de Teilhard estaban deseosos de que él renunciara a la Compañía de Jesús y se beneficiara de la mayor libertad al ser un sacerdote secular. Teilhard se negó y aceptó marcharse de Francia, pero siguiendo el consejo de Jouve aprovechó que las leyes canónicas no prohibían formalmente regalar o ceder en testamento sus manuscritos y los legó a la que fue muchos años su secretaria voluntaria, Jeanne Marie Mortier.


El 5 de julio salió  de Francia  con  destino a  Londres  donde  se reunió  con  Barbour, llegando a Johanesburgo a fines de mes. Aprovechó como siempre el viaje para escribir, esta vez: La convergencia del universo. Hay que tener en cuenta que el viaje a Sudáfrica estaba patrocinado por la fundación Wenner Gren [ ]y Teilhard aceptó el puesto por su interés en colaborar en la organización de una investigación a nivel mundial sobre los orígenes humanos. Resumiendo, en Sudáfrica se le presentaron tres líneas de investigación:

  • La más importante, seguir la investigación de los sitios de Autralopithecus en Sterkfontein.

  • Completar la excavación de Van Riet Lowe en el notable sitio de Makapan.

  • Trabajar en un sitio recientemente descubierto cerca del mar a unos 160 km. al norte de Ciudad del Cabo.


La red de organizaciones científicas era bastante complicada, lo que dificultaba el trabajo en equipo, y aunado a esto, estaba el resurgimiento del nacionalismo “Afrikaner” que era la principal dificultad. Finalmente, la presencia de un jesuita en medio de la antievolucionista Sudáfrica protestante, era bastante perturbadora, pese a la buena impresión que había dejado el Abbé Brueil. Sin embargo Teilhard no desmayó. Barbour le dio unas inmejorables advertencias y él tenía el suficiente tacto y la inteligencia para seguirlas. Sus actividades incluyeron una oficina en Johanesburgo-Pretoria, con una excursión a Kimberley; un viaje a Ciudad del Cabo a través de Durban y finalmente en Ciudad del Cabo como cuartel general, visita a todos los museos importantes con colecciones paleontológicas.


Pero lo más importante fue que Teilhard concibió un teoría completa sobre el origen del Hombre y, debido a sus habilidades para encontrar los puntos cruciales y distinguir lo esencial, sacó en conclusión, que África debería ser más estudiada antropológicamente, pues era seguramente la cuna de la humanidad, ya que el hombre primitivo parecía ser autóctono. Sin duda, este primer viaje a Sudáfrica fue, para Teilhard, un éxito desde el punto de vista material. Un testigo escribió desde Buenos Aires a un amigo mutuo:

Yo sé que él es demasiado modesto para decir que le ofrecieron trabajos y contratos aquí y en Sudáfrica. Pero a pesar de que se reía de ello, pienso que disfrutaba de su renombre.”

Teilhard estaba en excelente forma cuando a fines de octubre embarcó para Nueva York en un largo viaje vía Buenos Aires, Río de Janeiro y Trinidad. La razón de la ruta fue que así era capaz de apreciar ambos continentes desde puntos de vista antropológico y geológico. Mientras viajaba elaboró un ensayo para Julian Huxley sobre “La transformación y prolongación del proceso de la evolución en el Hombre”.


Teilhard llegó a Estados Unidos a fines de 1951. Se instaló en la Loyola House donde vivían los jesuitas. Su tiempo lo distribuía entre su trabajo personal en este lugar, en su trabajo en la oficina de la Wenner Gren y en reuniones con amigos. Visualizaba su trabajo en tres niveles. El primero era la colaboración en la organización de una investigación a nivel mundial sobre los orígenes del Hombre. Su puesto era “colaborador asociado para la paleoantropología”. En el segundo, estaba el intento de tratar científicamente el problema de la extensión de las fuerzas biológicas de la evolución y la especiación en el hombre contemporáneo, Y el tercer nivel “que sólo me concierne a mi” elaborar la síntesis, dentro de un pensamiento religioso, de una Cristología adecuada a la nueva dimensión del universo.  

Su posición en la Fundación le permitió conocer a mucha de la gente más interesante de los Estados Unidos y fue capaz de, a través de una sutil presión, cambiar la política de la Fundación. Siempre se mantenía ocupado. Trabajaba en sus notas de Sudáfrica y elaboraba una serie de memoranda y artículos. En marzo de 1952 dio dos conferencias: una en la Academia Nacional de Ciencias (de la cual era miembro honorario) sobre “La posición zoológica y el significado evolutivo de los Australopitecos” y otra en la Wenner Gren, “Nuevos avances hechos por la prehistoria en Sudáfrica”.


En junio, la Wenner Gren organizó un breve simposio para sus miembros. Teilhard hizo una importante contribución con “El nacimiento, crecimiento y estatus presente de nuestra idea de hombre fósil”. Con su experiencia de Sudáfrica quería dirigir los esfuerzos de apoyo de la Fundación hacia ese campo de estudio. Y como resultado indirecto del simposio la Fundación decidió concentrar sus esfuerzos en la investigación de los orígenes humanos en África. Y el más importante resultado para Teilhard, fue el ser elegido para regresar a Sudáfrica, aunque más tarde escribiría que no estaba muy entusiasmado con el viaje a lugares que ya conocía, pero entendía que era el momento preciso para dar ímpulso a la investigación y a su organización. Y en esos meses amplió sus ideas sobre el Hombre, los continentes y sobre todo en el presente y futuro estado de la hominización. De los descubrimientos que se hacían en ese tiempo en África, Teilhard sacó la conclusión de que “cada vez más parece que los australopitecos nunca se encuentran en asociación con el Hombre o con su industria” por lo que el Hombre y los australopitecos son mutuamente excluyentes .


En un segundo viaje a África muy exitoso, tanto a nivel profesional como personal, las conclusiones de Teilhard fueron excelentemente presentadas en el artículo “África y los orígenes humanos” publicado en 1955 en la revista Revue des Questions Scientifiques. Sin embargo, lo más importante fue su conclusión sobre una antropogénesis bipolar, con un centro en Asia que no condujo al Homo Sapiens y otro centro en África, más importante en el que la hominización fue completa. A fines de septiembre de1953 Teilhard se embarcó en Ciudad del Cabo con destino a Nueva York, haciendo una breve visita a Sudamérica :

Siento que debo obtener una clara idea de las Pampas, y de la estructura de los Andes, donde terminan; esto porque quiero tratar de verificar algunas ideas, muy importantes para mí, sobre la génesis de los continentes.”


Sostuvo conversaciones con el Dr. Menghin para hacer un viaje por tren de Buenos Aires a Valparaíso, pero había un puente colapsado y el plan no pudo llevarse a cabo. Teilhard, hasta el fin de su vida estuvo interesado en los aspectos técnicos de la geología. En 1952 durante un período de “descanso” efectuó un viaje interesante: visitó a su amigo Simpson y su esposa en su casa de Nuevo México. La estancia con los Simpson fue muy agradable y pintoresca; ellos vivian a 2500 mts. de altura en el borde de un parque nacional a tres horas de Alburquerque, con una vista a las “Bad Lands” de la cuenca de San Juan. 

Acampé en una tienda y en pocas horas obtuve un gran conocimiento de la geología de la región y afirme mi amistad con los Simpson (lo cual pudo tener como consecuencia el nacimiento de una “neoantropología” con la cual siempre he soñado)”.


Se dirigió a Berkeley donde realizó una visita al gran ciclotrón  y el nuevo betatrón que estaba en construcción, lo que produjo un interesante artículo “On Visiting the Cyclotrón: Reflections on the Infolding on Itself of Human Energy” (publicado en Recherches et débats, 1953): donde contempló según él “un nuevo tipo de manifestación (u órgano) del hombre… un nuevo estado de la humanidad…”.


De regreso a Nueva York siempre aprovechando para investigar, visitó Glacier Park en Montana donde sostuvo charlas con los naturalistas. De ahí se dirigió a Nueva York vía Maine. En octubre de 1954 Teilhard participó en una conferencia organizada para el centenario de la Universidad de Columbia y varios eventos científicos más. En 1954 recibió permiso de su Orden para visitar París, donde pasó algunas semanas. Fue un tiempo muy ocupado, con algunas conferencias, estudios sobre fósiles y visita a Lyons y la Cueva de Lascaux. Efectúo una visita a su casa de Sarcenat y a la vieja iglesia de Orcines dónde toda la familia estaba enterrada.  De regreso estaba muy cansado y le confió al padre Leroy “nunca volveré a ver Sarcenat”.


Teilhard estuvo en Londres del 6 al 10 de agosto, y de ahí partió a Nueva York. Sus últimos días ya no pudo estar en la casa de los jesuitas; existen dos versiones del porqué tuvo que salir del lugar: la primera, es que por motivos de obras en la casa, tuvieron que salir siete jesuitas. La segunda es que los mismos jesuitas compañeros de Teilhard pidieron al Superior que lo retirara debido a que no estaban de acuerdo con sus ideas. Gracias a sus amistades consiguió alojamiento en una casa de huéspedes exclusiva para hombres, cerca de su trabajo y de la catedral de San Patricio. El último ensayo lo escribió en marzo de 1955, en el cual trataba el tema de que la ciencia y la tecnología tenían una irremplazable función espiritualizadora y que en un mundo convergente constituían una alta forma de adoración.



La mañana del diez de abril de 1955 (domingo de resurrección) Teilhard ofició misa en la Catedral de San Patricio, hacia medio día asistió a un concierto y en la tarde visitó algunos amigos, para él fue un magnifico día. Al regresar a su casa, sufrió un mortal infarto cardiaco. Su cuerpo permaneció en la capilla de Park Avenue y pocas personas asistieron a su velatorio, entre ellas Monsieur Hoppenot embajador de Francia en las Naciones Unidas y Paul Fejos director de la Wenner Gren Foundation. El padre Leroy y el ministro de la Casa de los Jesuitas acompañaron a Teilhard para ser enterrado, tras celebrarse un funeral, al que asistieron los estudiantes del noviciado jesuita de St. Andrews a orillas del río Hudson, a unas sesenta millas al norte de Nueva York, en una mañana lluviosa del mes de Abril. Las únicas flores fueron las de una cruz enviadas por Malvina Hoffman. Descansa bajo una simple piedra donde está escrito su nombre: Pierre Teilhard de Chardin.




IDEAS ESENCIALES de TEILHARD


Ciencia y Mística


El pensamiento filosófico, religioso, místico y científico de Teilhard de Chardin fue fruto de un “largo camino”, de una lenta y a veces dura marcha por terrenos inexplorados, no sólo desde el punto de vista geológico.


El pensamiento de Teilhard parte de la convicción científica de que vivimos en un universo que cambia de forma irreversible. Habla más de transformismo que de evolución. Es más: para Teilhard, como geólogo, es evidente que el Universo tuvo un inicio, y que fue evolucionando de forma natural dando lugar a los sistemas planetarios. Es el proceso de cosmogénesis. Dentro de este proceso, emerge en algún lugar del Universo, unas moléculas complejas que darán lugar a la vida. Es la biogénesis o procesos de emergencia de los fenómenos vitales. Y a lo largo de miles de millones de años, el árbol evolutivo de la vida se irá haciendo más frondoso y complejo. Emergen sucesivamente los invertebrados con caparazón, los peces, los anfibios, los reptiles, las aves y los mamíferos. Y entre el grupo de mamíferos, los primates darán lugar a la emergencia del pensamiento.


Por un proceso de Noogénesis (génesis del pensar) aparece la rama de los hominidos y de los humanos. Pero la evolución no se detiene ahí. En los humanos la evolución se hace consciente y el primate inteligente toma las riendas de su propio destino.. El futuro del universo está en nuestras manos. Teilhard es un optimista contumaz: la tecnología dará lugar a una especie de cerebro común del universo que constituye la Superhumanidad. La energía que lo mueve es el amor. Y el amor hace converger todas las energías cósmicas y humanas hacia un punto de Unión, al que Teilhard denomina el Punto Omega. Y el momento culminante de este proceso de convergencia se materializa en la irrupción de Jesús de Nazaret que por la Encarnación y Redención lleva a su plenitud al Universo entero. Nos encontraríamos entonces sumergidos en el Cristo Cósmico. Es la Cristogénesis y cristificación del Universo.


Teilhard y los filósofos


Tal vez, los filósofos que más influyeron en su pensamiento son Henri Bergson (1859-1941), Maurice Blondel (1861-1949) y Wilhelm Dilthey (1833-1911) con su concepción de las ciencias del espíritu. También pudo influirle la filosofía de signo naturalista de Ostwald Spengler (1880-1936) y de Ludwig Klages (1872-1956)


Sobre Teilhard influyó mucho el pensamiento de Henri Bergson, que había publicado en 1907, su obra Le Evolución Creadora que lo despertó del sueño fixista y le señaló una dirección de evolución hacia el hombre desde una perpectiva vitalista. Tal vez sea esta una de las razones por las que la figura de Teilhard no está muy bien considerada dentro de la comunidad científica de los biólogos evolucionistas. En una comunidad en la que el paradigma explicativo dominante es el de la Teoría Sintética de la Evolución, de fuertes componentes darwinistas, el tácito lamarckismo de Bergson y de Teilhard ha sufrido duras críticas. Bergson le reveló a Teilhard la diferencia entre tiempo y duración y el élan vital, ese flujo sutil que empuja hacia delante y hacia arriba. Bergson es un pensador brillante, opuesto al que considera mecanicismo del neodarwinismo y se acerca a las ideas de Theodor Eimer sobre la ortogénesis, la existencia de un élan vital que empuja a la vida a avanzar y en algunos de los caracteres morfológicos.


Asimismo, Teilhard se familiarizó con el pensamiento de Maurice Blondel a través del jesuita Auguste Valensin (1879-1953), profesor de filosofía y amigo personal de Blondel. Valensin fue compañero de Teilhard desde el noviciado y preparaban juntos obras de teatro para los niños. En 1919, tras la guerra mundial. Teilhard acude a Valensin con el que trata cuestiones del panteísmo de Spinoza y de la filosofía de Blondel. En una carta de 15 de febrero de 1955 (pocos meses antes de su muerte) escribe Teilhard:

Con Blondel he estado en contacto (a través de Auguste Valensin) durante casi un año (justamente después de la primera guerra, hacia 1920). Algunos puntos de su pensamiento han influido mucho ciertamente en mí: el valor de la Acción (que se ha convertido en mí en una Energética cuasi-experimental de las potencias biológicas de la evolución), y la noción de “pancristismo” (a la que yo había llegado independientemente, pero a la que no me había atrevido, entonces, a denominar tan certeramente)”.


Por otra parte, en la génesis de su pensamiento no se puede olvidar la “filosofía oculta” de la Evolución. Tal vez sea este el punto que más ha contribuido a desprestigiar el nombre de Teilhard. Tengo la impresión de que si los paleontólogos se han distanciado de Teilhard es porque se sitúa dentro del marco de las concepciones tácitamente neolamarckistas heredadas de la filosofía de la biología francesa. Además, su convicción de que la evolución se rige por la ortogénesis (como acentuación lineal de un carácter) que le permite dar el “salto” hacia la trascendencia (siguiendo a Blondel) lo ha hecho sospechoso a una comunidad científica en la que domina una visión mucho más “darwinista” (y por ello contingente y no finalista) de la evolución.


La Evolución a debate


En Francia, a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX el debate sobre las ideas de Darwin cobró rasgos diferentes. Puede hablarse de un aislamiento del evolucionismo francés en esta época. Aunque El origen de las especies de Darwin fue traducido al francés en 1862 (muy pocos años después de la primera edición inglesa), no fue el darwinismo la fuerza que convirtió a la evolución al mundo científico francés. En Francia no hubo reacción antidarwinista virulenta. La aceptación del evolucionismo fue un proceso lento. A principios del siglo XX muchos biólogos franceses ignoraban aún muchos de los elementos básicos de la evolución.


Aunque el evolucionismo francés contenía un fuerte elemento del lamarckismo, no hay testimonios de que se hiciera un intento inmediato de revivir el nombre de Lamarck como símbolo de la oposición al darwinismo. Parece ser que, sólo cuando los excesos del neodarwinismo (también llamado ultradar-winismo) de Weismann crearon una necesidad de que surgiera una alternativa a la teoría de la selección, los franceses comenzaron a ver a Lamarck bajo un prisma más favorable. El neolamarckismo sobrevivió en Francia hasta bien entrado el siglo XX, muy unido a las ideas de la ortogénesis, de las que habla Teilhard, donde la define como “evolución lineal no adaptativa”.


Síntesis y etapas del pensamiento de Teilhard


Se puede decir que el pensamiento unificador de Teilhard en el que se incluye la biología y la paleontología, la prehistoria y la paleoantropología, la filosofía de Bergson, la teología de San Pablo, la mística y la poesía, va emergiendo dentro de él, desde muy pronto. Y, como un árbol, va creciendo en sus ramas, haciéndose corpulento, dando frutos y sufriendo el hacha de sus detractores. Ahora bien: ¿Cómo se fueron contruyendo las ideas teilhardianas? .


En un trabajo clásico, E. Rideau (El pensamiento de T. de Chardin, (París 1964) ha seguido la evolución del pensamiento teilhardiano. Esta visión se puede completar con un documento muy interesante: en la edición francesa de El Corazón de la Materia que incluye al final una “Cronología general de las obras de Teilhard” . Se trata de una relación de los artículos dispersos en sus XII tomos de ensayos filosóficos y teológicos, dispuestos por orden cronológico. El primero (La prehistoria y sus progresos) es de 1913 y se publicó en Études y en “La aparición del Hombre”; y el último (Lo que yo creo) el 7 de abril de 1955, Jueves Santo, unos días antes de su muerte y está en “El Corazón de la Materia”. De acuerdo con Rideau y recogiendo los datos de la relación citada, se pueden diferenciar seis etapas en la emergencia, el crecimiento, la formulación y la consolidación de las ideas de Teilhard:


- Primera etapa: La génesis de su pensamiento discurre –según Rideau- entre 1908 y 1912 (cuando Teilhard tiene entre 27 y 31 años de edad). Es la época de sus años de estudios de Teología en Hasting. Ya ha dedicado una parte de su tiempo a la observación de la naturaleza, al estudio de la Física y a los primeros descubrimientos paleontológicos. En estos años, como él mismo reconoce, emerge en él – como ya hemos citado- “la conciencia de una deriva profunda, ontológica, total del universo, no como una noción abstracta " sino como una presencia en torno suyo. Es el descubrimiento de que el mundo en el que vivimos está “en estado de evolución dirigida, es decir, de génesis” (El corazón de la Materia). Hay una intuición mística, no científica, que es el inicio de su búsqueda de una explicación coherente de los fenómenos de la naturaleza.


- Segunda   etapa: La búsqueda de un pensamiento original sobre el universo se-  extiende entre 1915 y 1918 (en estos años Teilhard tiene entre 34 y 37 años). Es la etapa de la Guerra Europea, cuando Teilhard trabaja como camillero- sanitario en los frentes franceses. La atmósfera de las trincheras significa para Teilhard un “bautismo de lo Real” Este pensamiento está en su Diario (Journal); también en su ensayo La Guerra 1914-1919 , en Génesis de un pensamiento. Cartas, 1914-1919 . Teilhard concibe entonces la humanidad como “la envoltura pensante de la Tierra” (El corazón de la Materia ). A la vez, su visión interior de Cristo se engrandece a la medida del mundo en movimiento. En El Cristo en la Materia (escrito en el frente de Verdún en 1916 ) Teilhard describe, poéticamente, “cómo el universo potente y múltiple ha tomado para él la forma de Cristo”. El movimiento de Cristo por la Encarnación y el movimiento del mundo por la evolución comienzan ya a aproximarse mutuamente. Entre ambos, se insinúa el puesto mediador del hombre, lo humano. Están ya presentes los tres elementos de la cosmovisión teilhardiana: el sentido cósmico, el sentido crístico y el sentido humano que inician su convergencia.   


 Tercera etapa: La génesis de su pensamiento se forma entre 1922 y 1927 (Teilhard tiene entre 41 y 46 años). Son los primeros años en China. En su mente se construye el sentido crístico y el sentido cosmico. Asia le revela la inmensidad de la Tierra y de lo humano. Es una época de gran actividad científica, acompañada de una intensa vida interior. Teilhard se interesa por el lugar que el trabajo y la adoración, la entrega y el distanciamiento, ocupan en la vida cristiana. Aquí están dos de sus textos más clásicos: La Misa sobre el Mundo (1923) y El Medio Divino (1926-1927) que describen su itinerario interior.

Una de sus preocupaciones era el futuro, el porvenir. Escribe: “Peregrino del porvenir, vuelvo de un viaje cumplido totalmente en el pasado” (Por el Río Amarillo, 1923). El pasado solo interesa en función del futuro. Desde este momento, el sentido humano, hasta ahora más bien en segundo término, no cesará de crecer. Y son frecuentes los trabajos sobre el transformismo. Un transformismo que hace que la realidad se lance hacia el futuro, que crezca, se haga más compleja y converja hacia “algo” aún impreciso.


- Cuarta etapa: Su pensamiento se prolonga en China, entre 1928 y 1934. Es la época de las grandes expediciones científicas por el centro de Asia, y la expedición Chapman Andrews y más tarde del Crucero Amarillo. El contacto con la comunidad científica internacional es intenso. Debe convivir con hombres de tradiciones religiosas muy diferentes entre los que son frecuentes los ateos. En estos años, Teilhard cobra clara conciencia de la importancia del ser humano dentro del fenómeno evolutivo. Son también los años de investigaciones en Chu-Ku-Tien, donde estudia lo que llamaron Sinanthropus, los homínidos emparentados con el Pithecátropo faber de Java. Poco después describe la llamada ley de complejidad-conciencia. Propuesta como una ley científica con fundamentos en la paleontología y con razonamientos filosóficos. En 1934 publica una primera versión de Cómo yo creo: a petición de Mgr Bruno de Solages (Como yo creo, 1970 )


 - Quinta etapa: Se inicia en 1935 y llega hasta 1945. Teilhard está en Pekín en el proyecto de Geobiología. El pensamiento de Teilhard, centrado definitivamente en el porvenir, se preocupa de los fenómenos de socialización y de la colectivización. La obra maestra de Teilhard, El fenómeno humano, se concluye en 1940 y lo contrasta en el capítulo final, titulado El fenómeno cristiano, con su anterior visión pancrística. Por otra parte, el lanzamiento de la revista Geobiología implica la construcción de un gran paradigma científico globalizador de los procesos geobiológicos.   Destacamos aquí, por su significado, el texto Esquema de un Universo personal ( en 1936) y  . La Energía humana y El lugar del hombre en el Universo (escrito en 1941). 


Sexta etapa: El último decenio de la vida de Teilhard, entre 1945 y 1955, abarca de los 64 y los 74 años. Estos años de su vida, poco conocidos por los historiadores, sin embargo, merecen un estudio detallado. Son los años del regreso a Francia y su posterior estancia americana hasta su muerte. Están dominados por la visión de un  ultra-humano colectivo como término de la historia temporal, hacia la que converge,  la visión cristiana de la historia como preparación de la parusía  de Cristo y espacio de la incorporación de la humanidad redimida en el Cuerpo Místico. Son los años de su preocupación por la Antropogénesis. Son también los años de confrontación con el ateísmo, existencialista o marxista, y de superación tanto del pesimismo de los unos, como del optimismo intramundano de los otros, con su concepción del cristianismo como la religión del porvenir, la única capaz de realizar la coincidencia del “Dios hacia-adelante” con el “Dios del hacia-arriba”. “Todo lo que avanza, converge”, escribe. Destacamos estos escritos: Cristianismo y evolución. Sugerencias para una nueva Teología, (escrito el 11 noviembre de 1945) Interpretación biológica plausible de la Historia Humana: la formación de la Noosfera (de enero de 1947) y también uno de sus trabajos de síntesis más maduros; El Grupo Zoológico Humano escrito en 1948.


Estas seis etapas de la vida intelectual de Pierre Teilhard de Chardin son –a nuestro entender- muy ilustrativas para aquellas personas que no conocen mucho de nuestro autor. Son pistas que pueden ser iluminadoras para llegar a una síntesis más personal del complejo sistema científico, filosófico, teológico, espiritual, poético y místico de Teilhard.



Nota: El equipo que coordina cristianosenelagora.blogspot, agradece a Leandro Sequeiros y a Guillermo Agudelo el detallado y documentado trabajo, acerca de la vida y pensamiento de Pierre Teilhard de Chardin, publicado en nuestro blog.

miércoles, 12 de enero de 2022

 

                                            TEILHARD DE CHARDIN

                                                                IV


                                                    Leandro Sequeiros

                            Vicepresidente de la Asociación de Amigos de Teilhard

                           Presidente de la Asociación Interdisciplinar José de Acosta



                                    La Década de los Treinta



Teilhard, exhausto y preocupado dejó China,en el verano de 1938 y se dirigió a Vancouver y Nueva York, desde donde partió para Francia, a la que llegó en el mes de noviembre. Teilhard se mantenía al tanto de los avances de la ciencia en general y de la paleontología en particular, por ejemplo, en marzo de 1939 se enteró del descubrimiento de un cráneo de Neanderthal que había sido recién descubierto por el científico italiano Alberto Carlo Blanc, que llegaría a ser su gran amigo. Durante su estancia en Francia, Teilhard estuvo sumamente activo, haciendo contactos con los medios científicos, religiosos y artísticos. Dio una interesante conferencia, organizada por Aldous Huxley, a un grupo de sesenta artistas (escultores, pintores, escritores, músicos) que promovían el estudio y el mejoramiento del Hombre.


Pero en junio de 1939 se embarcó rumbo a Estados Unidos. En Nueva York, estuvo ocupado durante julio en el Museo Americano y allí visitó a Georges Gaylord Simpson. Después viajó a Chicago a visitar a su amigo Field y marchó a San Francisco, donde tomó parte de una convención de geólogos en la Universidad de California en Berkeley. Posteriormente, se embarcó en Vancouver, en dirección a China, llegando a fines de agosto de 1939 a Pekín. La recepción no fue muy amable por parte del superior jesuita, un hombre apodado “El gran navegante”. Este superior era intolerante y cerrado de mente, y en la primera oportunidad le espetó a Teilhard:

Padre, como evolucionista y comunista, usted aquí es un indeseable y tiene que regresar a Francia lo antes posible” “¿Comunista? yo no soy comunista” respondió Teilhard, a lo que el superior contestó, “Usted es un evolucionista, y eso es suficiente para demostrar que usted es un comunista”.

Al ser rechazado por el superior jesuita, Teilhard tuvo que instalarse en un desagradable lugar llamado Chabanel Hall que consistía en una serie de barracas, con filas de cuartos ocupados por sacerdotes y académicos que estudiaban chino llevando una vida más que austera. Además, no existía privacidad, pues todo se oía de un cuarto a otro. Cuando el Museo Hoang-ho-Pai-ho fue convertido en el Instituto de Geobiología, Teilhard pudo establecerse allí con el Padre Leroy, en condiciones más confortables.


Durante estos años, le caracterizó la regularidad de su vida: por la mañana temprano, oficiaba la misa, después charlaba un rato con el Padre Leroy y de allí se dirigía al laboratorio, trabajando en los fósiles de Chou- Kou-Tien y redactando artículos científicos. Dedicó bastante tiempo a leer sobre diversos temas, desde Guerra y Paz, hasta The Structure of the New Physical Theories, pasando por La Peste de Camus, la Nausea de Sartre, Problems of the Mistical Life de R. Bastide, The Earlier Religions of Greece in the Light of Cretan Discoveries, The Perennial Philosophy de Aldoux Huxley, así como relecturas de obras de Nietzsche, Spinoza, Liebnitz, Marx y más.


A su regreso a Pekín tuvo que enfrentarse a una serie de pruebas de sufrimiento y  aflicciones familiares: la muerte de su `padre, dos de sus hermanos, de su madre y de una hermana. No obstante, en esta época, Teilhard maduró su pensamiento científico y filosófico. Terminó su obra El fenómeno humano, donde formuló la ley de la complejidad-conciencia, el Punto Omega, la capacidad de la materia para producir estructuras más y más complejas, en el marco del espacio-tiempo, cuando las condiciones físico químicas son favorables. En resumen, podríamos decir que propuso las bases para una muy plausible teoría sobre la evolución.


Durante la II Guerra, se perdieron los fósiles originales del Hombre de Pekín en los que tanto tiempo y esfuerzo invirtió. Muchas teorías se han elaborado en torno a qué fue lo que sucedió. Así, se especula que los restos iban en un barco que los llevaba a Estados Unidos y fue hundido por los japoneses; que están escondidos en algún lugar de China; que los japoneses los llevaron a Japón donde aun se encuentran; que después de la rendición de Japón, personal militar norteamericano se posesionó de los restos y los envió a Estados Unidos donde se encuentran escondidos. Una década después Teilhard le escribía a un amigo al respecto:

El famoso cráneo ¿estará escondido en Japón? ¿Quizá habrá sido destruido por algún ignorante saqueador? ¿Quizá estará enterrado en algún jardín en Pekín? ¿Será encontrado algún día con su frescura de miles de años en algún parque de Pekín? “

Teilhard fue muy acertado en su visión sobre el Sinanthropus, sostenía que era un Hombre, que el Hombre había surgido bruscamente. Y de acuerdo a Jia Lanpo y Huang Weiwen, que escribieron acerca de sus experiencias trabajando en Choukou-tien, las conchas encontradas en el sitio pertenecían a collares. Por lo que el Homo Erectus lo calificó como un Hombre, un ser que reflexionaba y quizá contaba historias mientras estaba sentado alrededor del fuego en su caverna de Chou-Kou-Tien.

 

Afortunadamente, le sostenía la correspondencia con Francia, que era regular y abundante. Entre sus principales corresponsales, junto con el leal Abbé Gaudefroy, siempre estuvo el Abbé Breuil, a quien Teilhard enviaba informes particularmente detallados. Dos veces el Abbé Brueil fue a China, a encontrarse con su “pupilo” y a examinar las excavaciones en Chou- Kou-Tien. Teilhard sentía gran alegría de encontrarse con Breuil, que siempre fue su gran amigo y confidente. Juntos habían hecho importantes expediciones. Otro motivo de alegría para Teilhard fue el viaje de regreso con Breuil de China a Francia en el Transiberiano y enterarse que  Breuil había sido electo al Instituto de Francia.



                          Amigos científicos de Teilhard



En esta época Teilhard amplió su círculo de amistades y relaciones de distintos países, haciéndolas al mismo tiempo más estrechas. Entre sus nuevas amistades se pueden citar a Vaufrey, profesor de paleontología humana y director de la revista L’anthropologie; al jesuita geofísico Lejay; a Jean Piveteau, profesor de la Facultad de Ciencias de París, a quien, siendo estudiante, Teilhard había patrocinado su ingreso en la Sociedad Geológica de Francia; incrementó su relación con Edouard Le Roy. Pero no solamente sus nuevas amistades se limitaron a Francia. Sus relaciones con los suecos continuaron siendo cordiales, especialmente con el gran explorador Sven Hadin.


Las relaciones con los estadounidenses se volvieron más importantes: En su primera visita a Nueva York en 1931, el presidente del Museo Americano de Historia Natura, Henry F. Osborn, se refirió a Teilhard como “el hijo adoptivo de nuestra familia” Durante varios años, Teilhard mantuvo una amplia correspondencia desde China, con el Museo Americano desde Abril de 1933 y finalizó con una carta fechada en Diciembre de 1940. Estas cartas dirigidas a Roy Chapman Andrews, geólogo del Museo Americano, conocido como cazador de dinosaurios, eran de un científico a otro, un intercambio amistoso de noticias e información científica, que no contenían elevadas discusiones teóricas ni de ciencia, ni de filosofía. Las semanas que Teilhard pasó en el desierto del Gobi, junto con Roy Chapman Andrews en 1930, creó una sólida amistad que se amplió, dada la buena relación de éste, con otros miembros del Museo Americano. También hizo amistad con George Gaylord Simpson .  


Otro científico amigo de Teilhard fué el Dr. Georges B. Barbour. Compartieron expediciones en China y otros países, en trabajos de geología. G.B. Barbour tenía la disposición de prestar atención a Teilhard en sus especulaciones filosóficas y religiosas. Años más tarde, Barbour se referiría a él como “nuestro querido santo”. Un buen amigo que compartió investigaciones científicas en China, Davidson Black, científico del Instituto Rockefeller, murió en 1934, y de él escribió:

Hecho mucho de menos a Black. Perderlo ha producido como una sombra, o como un vacío que llevo conmigo a dondequiera que voy.”

Finalmente mencionaremos a tres personajes que tuvieron una fuerte relación profesional con Teilhard en este período:


- El Dr. Franz Weindrich, que sucedió en el puesto a Black en el instituto Rockefeller, un científico preciso, tranquilo y sabio que se encargó de establecer la naturaleza humana del Sinanthropus con sólidas bases anatómicas y bajo su dirección se modeló la cara del Sinanthropus por la artista estadounidense Lucile Swan.


       - El Dr. Helmut de Terra, norteamericano, a quien Teilhard había conocido en una convención de geólogos en Washington. Con el viajó, junto con Barbour, Graham y Black a Pekín, y lo acompaño a sus últimos viajes de campo a las indias orientales, a Burma y a Java.


        -El Dr. von Koenigswald, científico de origen alemán destacado por el gobierno holandés para investigar en Java. Teilhard se refería a el como “un joven agradable, entusiasta y muy inteligente”. Trabajó muy intensamente en los intereses de Koenigswald, recomendándolo al Instituto Carnegie y a su eterno maestro y amigo Breuil, a través de quien le gustaba  sellar sus amistades. Cuando Koenigswald  hizo el importante descubrimiento de un muy antiguo fósil de un niño, Teilhard lo aconsejó técnicamente, para que fuera muy cuidadoso y extremadamente claro al hacer su anuncio.



                             Teilhard en la Posguerra



En mayo de 1945 se anunció en Pekín el final de la Segunda Guerra Mundial, noticia que motivó a Teilhard a escribir:

“Relajamiento, pero no alegría, porque en sí, por lo menos aquí y ahora, esta brutal victoria del Hombre sobre el Hombre, no es una victoria sobre una parte de la Humanidad.”

El 17 de agosto del mismo año, después de las masacres de Hiroshima y Nagasaki, las tropas japonesas cesaron el fuego en China. Se abrió la puerta a Teilhard para regresar a Francia. El cónsul general británico le otorgó un visado. Gracias a las influencias de sus amigos estadounidenses, un general del ejército puso a su disposición un aeroplano donde lo colocó con sus paquetes y su equipaje. Así, a finales de marzo pudo embarcarse en Shangai rumbo a Inglaterra donde llego a finales de abril. y de allí se dirigió a Francia. Desafortunadamente tuvo que abandonar casi todos sus libros y escritos en Pekín, entre ellos algunos cuadernos de notas filosóficas. También quedó el busto que le hiciera Lucile Swan (afortunadamente otra copia se preservó). Todo quedó en el Instituto de Geobiología de donde lo pasaron a Chabanel Hall. Lo que sucedió después de la victoria comunista, nadie lo sabe.



Al principio de su estancia en París, tras su llegada en 1945, da la impresión de que tiraban de él fuerzas en varias direcciones. En la vida privada, se encontró en su hogar con cuartos decorados, como por ejemplo los de Marianne de Goldschmidt-Rothschild y de la duquesa Edmée de la Rochefoucauld; allí conoció a Paul Valéry, Maurice de Broglie y varios intelectuales más de la élite. Ahora era un hombre famoso y muchos se las ingeniaban para organizar encuentros con sus críticos (tan necesarios para la discusión) y poder disfrutar de su brillante conversación. Unos ejemplos: Roger Lévy, profesor de la Escuela Nacional de Administración, fue a ver a Teilhard a su oficina de la revista Études para cuestionarlo ampliamente sobre la política y el comunismo chino. R. Levy le presentó a Gabriel Marcel con quien Teilhard en 1947, en el encuentro “Ciencia y Conciencia”, tuvo una memorable discusión. Marcel era un esceptico para quien la colectivización y el desarrollo de la tecnología (fenómenos relacionados, significaban un paso a la deshumanización). Pensaba que el mal se había introducido en la condición humana. Teilhard era un ferviente humanista y discutía que la colectivización, creando una nueva complejidad, producía una conciencia más elevada. No negaba el mal, pero para él la tecnificación era un esfuerzo para espiritualizar la materia y una manera de integrar el cosmos en el Hombre. Y entre otros, Teilhard sostuvo otro debate con Berdiaeff sobre “Marxismo y Existencialismo” y con el ruso Vinogradoff sobre “Materialismo histórico”.


Se hizo miembro de la Sociedad de Amigos de la Música, fundada por Mme Arsene Henri, esposa del embajador francés en Japón y que era una excelente pianista. Teilhard solía pedirle que interpretara las sonatas de Beethoven, que escuchaba muy atentamente, pero en realidad, dejando aparte a Wagner, Teilhard tenía poco gusto por la música, aunque asistía a conciertos y a los espectáculos de las grandes artes.


Teilhard era un brillante conferenciante, pero entre 1946 y 1951, por deferencia a su Orden se confinó a audiencias limitadas, tratando diversos temas, desde “¿Hacia un nuevo Misticismo?”, “El Hombre y la Paleontología” hasta “Las etapas de un planeta viviente”.



                     La controversia de Teilhard con Roma



Uno de los más importantes aspectos de estos seis años en París fue la relación de Teilhard con sus superiores en Roma. Cuando le prohibieron publicar en 1934, escribió que ese asunto no importaba, “…lo que yo veo es infinitamente mayor a cualquier inactividad u obstáculo” y seguía tomando la prohibición con calma. Pero ahora estaba ansioso por publicar El fenómeno Humano y en junio de 1946 volvió a pedir autorización. En septiembre de 1947 recibió una negativa y se le dijo que no escribiera más filosofía y dejara los temas teológicos so pena de que el Santo Oficio condenara sus trabajos. Bruno de Solages, el nuncio apostólico, participó en la controversia y en un importante artículo enfatizó la importancia de Teilhard en el pensamiento moderno:

La evolución biológica es materialista y mecanicista. Es el profundo significado cristiano del trabajo de este gran científico de fama mundial, de este poderoso pensador, de este fascinante escritor, de este “gentleman”, Teilhard de Chardin, que ha tenido éxito en mostrar, más que ningún otro hombre, que la evolución sólo puede ser finalista, que avanza hacia el espíritu y que sólo puede ser explicada por el espíritu, y que postula en el principio, porque postula en el final, un Dios trascendente…Sí, ustedes tienen un gran problema para el pensamiento cristiano, como mantener en medio de esta evolución general las realidades y valores trascendentes… El padre Teilhard no es un teólogo profesional y no le debemos pedir la solución, por sí mismo e inmediatamente, de todos los problemas teológicos. Los teólogos deben trabajar en ellos. Pero los teólogos están en deuda con él, por su gran servicio: primero, por revelarles el mundo de la ciencia en el cual, de ahora en adelante, deben pensar si quieren practicar su ocupación en el siglo veinte… y segundo, por presentarles una concepción de la evolución rectificada interiormente, y que, en vez de oponerse a la visión cristiana del mundo, por su naturaleza mecanicista y materialista, se abre a ella naturalmente.”


Por supuesto esta defensa no tuvo ningún eco en los teólogos con alguna excepción y Teilhard quedó en una posición desconcertante. Por ejemplo, el artículo “La recuperación humana de la evolución y sus consecuencias” publicado en la Revue des Questions Scientifiques ¿era científico o filosófico?”.



                                  Nuevas oportunidades



Algún consuelo le llegó en forma de una invitación. Simpson le escribió en diciembre de 1947 urgiéndole ir a trabajar con él, al American Museum en Nueva York. Teilhard le respondió que nada le gustaría más que trabajar con él en el Museum y en febrero de 1948 se le dio la oportunidad de viajar a Nueva York. Tuvo una cálida recepción en el Museum e hizo sus primeros contactos con éxito. Aprovechó su visita para aprender sobre Estados Unidos de la post-guerra y particularmente de su ciencia. Visitó en Washington a sus antiguos amigos de China. Se entrevistó con Barbour para hablar sobre un posible viaje a Sudafrica, país en el que estaba muy interesado, para visitar las cavernas donde se habían hecho importantes descubrimientos paleontológicos. Teilhard regresó a Francia en junio de este mismo año cansado y deprimido, por lo que fue a tomar un descanso a Seine-et-Oise.


Asimismo en 1948 se le ofreció una de las mejores oportunidades de su carrera. El Abbé Breuil tenía previsto jubilarse de profesor de El Colegio de Francia. A petición de Francis Perrin, Paul Rivet presentó la candidatura de Teilhard y oficialmente le hizo saber que El Colegio de Francia votaría unánimemente por él, si aceptaba. Lo cierto es que con sectores del Vaticano, Teilhard no sólo tenía el problema de la actitud de muchos grupos hacia la evolución, sino que se le acusaba de querer fundar un neo-cristianismo, por lo que era considerado un hereje. Las autoridades eclesiásticas eran intransigentes y no autorizaron su candidatura al Colegio de Francia. Teilhard era para ellas más que una piedra en el zapato, aunque no eran torpes y sabían que excomulgando a Teilhard, su pensamiento se difundiría como una onda explosiva, por eso sólo le daban largas para publicar y así mantenerlo lo más lejos posible.


En febrero de 1949 inició una serie de conferencias en la Sorbona sobre “El grupo zoológico humano”. Un día, en marzo, invitado a una cena se puso enfermo y tuvo que ser internado con una pleuresía, teniendo que permanecer en el hospital hasta el 18 de abril, y después fue a recuperarse en Saint-Germain-en-Laye hasta principios de junio. El ataque sufrido testificó el exceso de trabajo y su agotamiento, pero su forteza le permitió recuperarse para terminar “El Grupo Zoológico Humano”, un libro más estrictamente científico que “El Fenómeno Humano”.


A fines de 1949, retomó su actividad científica, enviando un artículo sobre “La visión del pasado”, al Congreso Internacional de Filosofía de la Ciencia. Ya con mejor salud en 1950 estuvo más activo, dando un curso de cinco conferencias en la Sorbona sobre El Pleistoceno en el Lejano Este. Del 19 al 25 de marzo participó en el Simposium “La Sociología de los Animales” sobre le cual escribió que había sido un éxito, pero por otro lado se extrañó de la ausencia de los sociólogos de la Sorbona: “¿Por qué son tan obstinados en tratar al Hombre como un cosmos independiente del otro…?” se preguntaba. Desde su último viaje a Estados Unidos su preocupación se centraba en la socialización humana, un fenómeno biológico cuyas raíces se remontaban a la socialización animal. No había debilidad en los poderes creativos de Teilhard. Aunque no desarrollaba ya nuevas ideas, continuamente vertía nueva luz a los conceptos largamente desarrollados.


Nuevos intereses marcaron en esta época su actividad intelectual. Dedicó muchas reflexiones, a la cibernética, a la noción de “feed-back” (retroalimentación) y a la relación entre la información y el principio de entropía. En un artículo de marzo de 1950 sobre “Computadoras y Super-cerebros” ilustraba su gran interés en tales máquinas, pues estaba impresionado por su analogía con el cerebro humano. Veía en ellas una especie de super-cerebro listo para servir a la colectividad humana y eran para él un símbolo de lo que el pensamiento colectivo podría ser en una noosfera de una sola mente unánimemente pensante.


Una organización entre las que se percibió la influencia de Teilhard, fue la Unesco, con cuyo primer director Julian Huxley, sostuvo una cercana amistad. Huxley le presentó a Teilhard al mexicano Torres Bodet quien fue el segundo director de la Unesco y que había expresado el deseo de conocerlo. En esa época, grandes cosas se esperaban de la Unesco y Teilhard estaba dispuesto a cooperar. En 1949 publicó su artículo “Algunas reflexiones sobre los Derechos del Hombre”. Sin embargo la relación con la Unesco no fructificó pues su visión, al ser mal interpretada, no era del agrado de los dirigentes. No así su relación personal con Julian Huxley, que fue muy fructífera































viernes, 7 de enero de 2022

 

                                 TEILHARD DE CHARDIN

                                                                    III

                                          ttps://teilhard.net/biografia-de-teilhard-de-chardin/  


                                                        Leandro Sequeiros

                            Vicepresidente de la Asociación de Amigos de Teilhard de Chsrdin

                                 Presidente de la Asociacion Interdisciplunar José de Acosta

    

..

 



                     El Despertar científico en China



Con la finalidad de alejarle de París, los superiores de la Compañía de Jesús, ofrecieron a Teilhard la oportunidad de realizar trabajos de investigación con el jesuita científico Émile Licent, que estaba haciendo estudios como paleontolologo en los alrededores de Pekin, en la lejana China. El 1º de abril de 1923 Teilhard se embarcó en Marsella hacia China. Poca idea tenía   que este supuesto corto viaje, sería el inicio de muchos años de viajes que seguirían y la gran contribución de China a sus inquietudes científicas. Su primer periodo en China lo pasó en Tientsin, una ciudad costera a unos ciento treinta km. de Pekin, donde Émile Licent había construido su museo de historia natural para los fósiles que había recolectado en China desde su llegada en 1914.



Teilhard y Emile Licent eran dos personalidades diferentes. E. Licent, nada convencional en el vestir, taciturno y muy independiente en su trabajo, interesado en coleccionar fósiles más que interpretar su significado. Teilhard era más formal, disfrutaba la conversación en sociedad, en la cual podía relacionar sus conocimientos geológicos a una amplia esfera científica e interpretativa. Casi inmediatamente Teilhard se familiarizó con la colección de E. Licent y ante una solicitud urgente, envió un informe a la Sociedad Geológica China. En junio de 1923 Teilhard y E. Licent emprendieron una expedición al desierto de Ordos al oeste de Pekin, cerca de la frontera con Mongolia Interior. Esta expedición y las sucesivas que realizó junto con E. Licent durante los años 20s le proporcionaron a Teilhard una información muy valiosa sobre los restos paleolíticos en China.



El principal interés de Teilhard durante esos años fue principalmente en el terreno de las ciencias naturales. Aunque conoció innumerables grupos étnicos, rara vez se adentró en sus culturas más de lo necesario para mantener bien las expediciones o satisfacer un interés general. Irónicamente las tradiciones del confucionismo, el principal sistema de pensamiento chino con su visión de la identidad cósmica entre cielo, tierra y hombre, quedaron fuera de los intereses de Teilhard. En sus Cartas de viaje, dejó registradas sus impresiones sobre Mongolia, su gente, su geología, su vegetación y los animales de la región. El 10 de septiembre de 1924 Teilhard se encontraba en Shanghai donde visitó la tumba de su hermana mayor.



                            Viajes de ida y vuelta a China



El 13 de Septiembre de 1924 dejaba China y permaneció en París y se incorporó al Instituto Católico durante el año 1925. Sin embargo, los superiores religiosos jesuitas, le obligaron a dejar el Instituto Católico de París. El 26 de abril de 1926, se embarcó nuevamente, hacia China en el Angkor, llegando a Tientsin el 10 de junio.



Teilhard, una vez instalado en Tientsin, catalogó el considerable material que Emile Licent había reunido el año anterior. Ambos estaban ansiosos por regresar al trabajo de campo y así, su vida en China se dividió en expediciones de campo y contactos con colegas estadounidenses, suecos, chinos y gente del Museo en París y el Instituto de Francia. Las principales expediciones, una incompleta hacia Kansu, otra al valle de Shan-kan-ho y un nuevo viaje al este de Mongolia. E. Licent tenía planes para hacer otra expedición que los llevaría hasta el Tibet, pero la guerra civil entre el Ou Pai Fou y el Kuominchung Comunista se los impidió. Al respecto, Teilhard escribió:


China está aún en completo desorden. Los ferrocarriles están desorganizados. Tres cuartas partes de la población son indiferentes a lo que sucede. Pese a todo esto, estoy convencido que en el curso de una generación un suceso dará nacimiento a algo diferente.”


Este segundo periodo en Tientsin está marcado por algunos eventos significativos, entre ellos la visita del Príncipe y la Princesa de la Corona Sueca y después la de Alfred Lacroix del Museo de Historia Natural de París que le dieron un nuevo estatus a Teilhard y marcaron su movimiento gradual de Tientsin hacia los más sofisticados círculos científicos de Pekin. Allí, equipos estadounidenses, suecos y británicos, habían empezado a trabajar en un prometedor sitio llamado Chou-kou-tien. [3]



         Mientras tanto, Teilhard sostenía correspondencia con sus superiores. Su adaptabilidad le permitió hacer de China su nuevo hogar, sin embargo, París seguía siendo el centro de su mundo, donde deseaba mantener sus raíces, pues allí encontraba su real vida donde podía desarrollar su gran capacidad de actividad y tenía los medios para completar sus investigaciones. Entonces les propuso un plan a sus superiores que de hecho fue aceptado: estar un tiempo en París (18 meses) para publicar lo que había escrito y reanudar sus contactos con los círculos científicos y regresar a China por un tiempo similar de 18 meses. Marchó a Francia el 27 de agosto de 1927 y continuó dividiendo su tiempo entre China y Paris hasta 1929 

En algunos de sus viajes de esta época Teilhard dejó constancia de la devastación ambiental que ya por aquellos años sucedía en el lejano oriente :


El país es pintoresco: es sólo una enorme meseta cortada en múltiples valles por una red de cadenas rocosas y abruptas. Pero lo que desespera es ver la tala estúpida y nefasta que los colonos chinos han realizado en esta región; bosque era hace menos de un siglo y hoy está completamente pelada. Por todas partes se abren enormes grietas, por las que las tormentas acarrean torrentes de piedra y de tierra…”


          En febrero de 1927 le ofrecieron a Teilhard coordinar los trabajos concernientes a los vertebrados y al hombre fósil de China, oferta realizada por los especialistas chinos, suecos y estadounidenses y por la fundación Carnegie. Hasta entonces, había estado comisionado en sus investigaciones por el Museo de París y los medios de que disponía eran mediocres. Continuando como representante del mismo Museo, pero investido de estas funciones que aunaban, bajo su dirección, todas las operaciones de este basto dominio con el poder de los capitales estadounidenses, veía acrecentarse grandemente los medios de acción.


        Me encuentro ahora (con otros muchos, naturalmente) a la cabeza de un movimiento geológico en China; en mi campo especial llego a desentrañar ciertas formaciones que abarcan una extensión más o menos como media Europa. No puedo abandonar esto.”


Teilhard se sentía sinceramente dichoso de una colaboración con la Universidad China, aunque seguía pensando siempre que “naturalmente preferiría dejar caer una chispa sobre la leña de París”. A su maestro y amigo Marcellin Boule, le repugnaba la idea de ver a Teilhard entrar en una organización china en lugar de trabajar especialmente para París. Este punto de vista nacionalistas, le parecían a Teilhard mezquindades, opuestas a su universalismo, aunque no trató de convencer a M. Boule con discusiones ociosas, sino que probaría con los resultados obtenidos, que tenía razón.  El 27 de Agosto de 1927 marchó nuevamente para Francia donde permaneció un año, para regresar a China a finales de 1928.



                        Theilhard en Chu-Ku-Tien



En su regreso a China se detuvo dos meses en Etiopia. Su visita incluyó estancias en Obok y Harar así como en la Somalia Francesa. En la costa del Mar Rojo que recorrió en un pequeño bote, tomando notas sobre la geología de la región y las pinturas en las rocas y redactó en una carta técnica la historia de la plataforma de coral.


De vuelta a Pekín, recibió una carta de Ting Wong director del Survey donde le rogaba insistentemente que se dirigiera a Chu-ku-tien a unos 50 kilómetros al sur de Pekín, para estudiar con dos chinos la geología del sitio y vigilar la puesta en marcha de las nuevas excavaciones de ese año. La supervisión de Chu-ku-tien era un trabajo  muy importante para renunciar a él, por lo tanto suspendió un encuentro que tenía con E. Licent en Manchuria. Llegaría a escribir :


        Estuve completamente excitado por los hallazgos hechos este año en las fisuras de Chu-ku-tien: mandíbulas y fragmentos de cráneos de un antropoide muy curioso o de un homínido; dentición completamente humana, forma de la mandíbula típicamente simiesca, cráneo de dimensiones humanas. Si se confirma este último punto (las piezas todavía no están bien claras), es el tiro de gracia dado a los adversarios del transformismo extendido al hombre.”


          Es importante apreciar el exacto papel que jugó Teilhard en los descubrimientos de Chu-ku-tien. Él, junto con Emile Licent, científico y compañero jesuita, fueron los primeros que encontraron trazos del hombre prehistórico, pero este no era el Sinanthropus. La primera persona que tuvo en sus manos el cráneo del Sinanthropus [4] fue Pei Wen-Chung, pero mucho del mérito debe reconocerse a los precursores de Teilhard en los trabajos de excavación: Andersson, Zdansky y Barbour y el equipo que incluía a Black, Teilhard, Yung y Pei.


Teilhard siempre insistió que todo el progreso, incluyendo el progreso científico dependía del trabajo de equipo y la cooperación y fue esto lo que dio frutos en Chu-ku-tien. El papel de Teilhard fue importante y a veces decisivo. Después de todo, fue el geólogo en Chu-ku-tien y en primera instancia debido a él (y a los científicos chinos en segunda instancia), la estratigrafía se clarificó.


             Las actividades alrededor del descubrimiento del Sinanthropus ocultaron todas las demás, pero el mes de Mayo de 1929 lo pasó en Manchuria en compañía de E. Licent. Del del 20 de junio al 10 de septiembre, a petición de Ting Wong, realizó un viaje al oeste y al norte de Xhansi, acompañando al joven geólogo chino C. C. Young. Viajes que tuvieron la finalidad de estudiar la estratigrafía de la región.


            A principios de marzo de 1930 invitó a George Brown Barbour, geólogo escocés, y profesor en la universidad de Yenching, a un viaje de estudio al sudoeste de Xhansi. En junio y julio de 1930, Teilhard tomó parte en la Expedición Americana al Asia Central organizada por Roy Chapman Andrews, en la cual alcanzaron Kalgan y el Gobi. El viaje produjo sólidos resultados científicos y regresaron a Tientsin el 30 de Julio.


            Paralelamente a su trabajo científico, Teilhard elaboraba una gran obra espiritual que cada viaje le inspiraba. En una ocasión en Pei Ling Miao, en Mongolia, Teilhard escuchó a alguien expresar dudas acerca de la existencia de Dios. Sin cambiar el tono de voz afirmo:


            Dios es una elección muy simple, es una elección entre un sí y un no, entre un signo más (+) y un signo menos (–). Es una elección que nadie puede eludir.”  


        Nada le impedía interrumpir su vida interior y revisar constantemente su progreso mental y místico. Por ejemplo, en Urumchi tuvo una memorable conversación con la princesa mongol Nirgidma de Torhout acerca del significado de la vida y la presencia de Dios en el universo. Sin embargo, Teilhard tenía un respeto incondicional a la conciencia individual, y se prohibió hacer proselitismo e incluso hacer oración en público. De la misma forma, con otros científicos, fueran extraños o viejos amigos, limitaba su conversación a la ciencia. Young, su compañero chino, admiraba los amplios conocimientos de Teilhard en geología general, estratigrafía, paleontología de vertebrados, zoología y botánica.  Y sabiendo lo respetuoso de Teilhard, se declaró agnóstico, remarcando que mientras los europeos seguían una sola y heredada religión, entre los chinos un niño elegía su creencia, cambiaba por otra cuando crecía y quizá más tarde por otra.


                La Gran Expedicion: El Crucero Amarillo



            A su regreso a China en 1931 Pierre Teilhard de Chardin, esperó la salida de la gran expedición llamada Croisiére Jaune (Crucero por el Río Amarillo). Una gran expedición científica internacional que partió de París y de Pekin para encontrarse en el corazón de China. El programa previsto se frustró por la negativa del Gobierno soviético de que los coches atravesasen el territorio de Turquestán.


            Así las cosas, la expedición se partió en dos. Un grupo, denominado Pamir, salió de Beirut el 4 de abril de 1931, y dos días más tarde lo hizo el grupo China desde Tiantsin. Ambos se encontraron el 8 de octubre en Kashi, corazón del desierto de Gobi para, juntos, seguir la ruta que culminó en Beijing el 12 de febrero de 1932.


Decidirse a tomar parte en esta expedición fue difícil para Teilhard. Tanto estadounidenses como suecos y chinos, le estaban pidiendo que tomara un puesto oficial en la Geological Survey con todo lo relacionado a los mamíferos fósiles, pero no tenía el consentimiento de su colaborador E.Licent. Sin embargo, el Geological Service estaba cada vez más ansioso por que se les uniera, y su amigo Wong de Nanking, estaba planeando una comisión formal donde Teilhard debería integrarse oficialmente a la organización como Consultor del Geological Service, y la presión se hizo cada vez más intensa hasta que Teilhard aceptó.



        Esta expedición  estaba en parte patrocinada por la fábrica de automóviles Citroën y fue muy famosa en su tiempo. Dos grupos formaban la expedición, el chino, del cual formaba parte Teilhard y el europeo. El 12 de mayo de 1931 Teilhard se encontró con el resto del contingente chino en Kalgan, al noroeste de Pekin. La caravana procedió al oeste a lo largo del Gobi hacia Kashgar, en el Turkestan Chino, para unirse con el otro contingente en el interior de Asia. Las principales paradas fueron Suchow, al oeste de Kansu, el oasis de Hami al este de Sinkiang, Turfan, Urumchi, capital de Singkiang y Aksu, no lejos de la frontera rusa, donde los dos contingentes se unieron. El regreso fue por una ruta algo diferente, siguiendo el río Amarillo a cierta distancia. El 28 de enero de 1932 fueron atacados por bandidos en el pequeño poblado de Pa Tse Bolong, pero dos días después alcanzaron la terminal del ferrocarril Paotow y el 12 de febrero Teilhard regresó a Pekín.

 

            La expedición puede juzgarse desde diferentes ángulos. Por un lado puede admirarse desde el aire gracias al excelente film de André Sauvage. Fue un triunfo de la ingeniería francesa, un récord de automóvil, una victoria a través de la tenacidad sobre todos los obstáculos incluyendo el enfrentamiento con el fumador de opio Marshall King, amo y señor de Singkiang. Fue una expedición que inspiró tres libros, aparte de las notas de Teilhard que aparecen en “Cartas de viaje.” Por otro lado, algo de la gloria ha perdido brillo y la tendencia natural es exagerar en la dirección opuesta.

     

            Como resultado de la prohibición soviética del uso de una ruta accesible, las dos caravanas de automóviles nunca se unieron completamente. En el contingente chino, reinó un profundo desacuerdo entre el grupo chino impuesto desde Nanking y el grupo de europeos. Fue gracias a la diplomacia de Teilhard, que actuando como oficial chino, la fricción finalizó con la firma de un acuerdo. Estuvieron cautivos en Urumchi, lo que casi hizo terminar en desastre la expedición, pero irónicamente, fueron los soviéticos, quienes a través de sus influencias en Turkestan, salvaron la misión.


            Gracias a Marshall King y a las dificultades mecánicas, muchas observaciones que pudieron haber probado su valor, no se conservaron. El contingente chino, desde el momento que dejó Pekín, empezó a tener problemas con las ruedas de tracción que se rompían. Pero sobre todo la expedición tuvo el coste de una vida humana, Georges-Marie Haardt (un sobresaliente miembro de la expedición) murió en Hong Kong a causa de una infección adquirida en el viaje. Los logros científicos de Teilhard fueron de considerable valor, aunque sufrió en varias ocasiones rechazos y burlas por su condición de sacerdote.


                            El incidente de Manchuria



                En estos años, Teilhard trabajó en Choukou-tien pero es importante entender cuán difícil era su posición. En 1931 sucedió el llamado “incidente de Manchuria”, que tuvo lugar en el norte de Manchuria, cerca de Mukden  (hoy Shenyang), en donde un tramo del Ferrocarril del Sur de Manchuria, compañía de propiedad japonesa, fue dinamitado. Japón  responsabilizó a los disidentes chinos del incidente, justificando así la anexión de la región china de Manchuria [6]. Se desató una guerra que terminó en febrero de 1932 con la ocupación japonesa de Manchuria que duraría hasta el final de la II Guerra Mundial.



                En este tenso ambiente, trabajar en Choukou-tien suponía un tácito acuerdo con los invasores japoneses. La finalidad de la empresa científica, entonces, era no sólo proteger las excavaciones, sino también los intereses de la Fundación Rockefeller que las financiaba y también importante, proteger de los científicos japoneses las colecciones de Pekín. Por otra parte estaba el patriotismo de los chinos, que rechazaban hacer un compromiso con los invasores y se habían retirado. Teilhard claramente no deseaba ofender sus sentimientos patrióticos ni decepcionar a su amigo Wong. Sin embargo, y a pesar de tener estrictas órdenes de lo contrario, decidió permanecer trabajando en Choukou-tien. Y su prestigio, así como el respeto y amistad de los chinos, era tan grande que años después convenció a Young y a Pei de regresar a trabajar en Pekín. Young escribió un artículo titulado “Memories of Pére P. Teilhard de Chardin” donde decía:


        Aunque era católico, tenía un inusual amplio conocimiento de las ciencias naturales que me sorprendió. Él vino a China como un tipo de castigo que le impuso el Cardenal, por algo que había escrito en contra de la idea de la religión…Yo lo apreciaba mucho como uno de mis más queridos amigos y maestros.”


                A pesar de sus numerosas relaciones, lo cierto era que todo este mundo de científicos, con algunas pocas excepciones, no satisfacía sus necesidades espirituales. Los anglosajones se consideraban como unos notables científicos, pero embebidos  en sus métodos científicos, su positivismo, su empirismo, su neo-darwinismo, eran incapaces de seguirlo en sus pensamientos filosóficos. Pero el dinero estadounidense fluía y al menos se canalizaba al progreso de la paleontología y Teilhard fue definitivamente adoptado por los estadounidenses. Su viaje de 1931 a Estados Unidos había sido un éxito, y los realizados en 1933 y 1937 no lo fueron menos.