viernes, 1 de enero de 2021

NAVIDAD

 

                                NAVIDAD

 

                             Vivencias  y  Emociones  

 

Todos  los años,  cuando  van   pasando las hojas del calendario y llegan los días del mes de Diciembre, nos asaltan  sentimientos, emociones   y   reflexiones  sucesivas, al acercarse  las fiestas navideñas.  Los recuerdos de nuestra  infancia  y la nostalgia de un pasado rodeado del afecto y cariño de la familia, de  las ilusiones y fantasías  de la niñez, vienen  unidos  a  la ausencia  de los que nos  trajeron a la vida, nos  hicieron felices y nos protegieron. Son días  en los que  la alegría y las ilusiones,   llenan los  ojos  de  los niños, y la tristeza de los adultos, por la nostalgia y recuerdos del pasado. Para unos, la Navidad es  alegría;  para otros,  tristeza y nostalgia. Este  año, aquellos recuerdos están  ensombrecidos  con   las noticias  de la pandemia  del Covid 19, que está  cambiando  el ritmo de nuestras vidas y modificando  los  planes de  encuentros  familiares. Nos vemos obligados  por las limitaciones  aconsejadas e  indicadas  por las autoridades sanitarias, a restringir  los viajes,  las cenas y almuerzos, los abrazos a  los  hijos y a  los nietos, extensibles  a los grupos de  amigos. Estas circunstancias, unidas  a las consecuencias  económicas  que conllevan,  han  creado  un clima de incertidumbre y vulnerabilidad  que invade  al conjunto de la sociedad, en todos los países  que   sufren y son muchos,  la actual pandemia del coronavirus; pandemia desconocida  en muchas décadas  por su dimensión y extensión planetaria,  en los últimos   cien años, desde que  tuvo lugar  la propagación de la gripe de  1918 -1920 y más recientemente, por otras causas, desde   la II Guerra Mundial. Todas estas   circunstancias   hacen  revivir   un mundo de  sentimientos  y emociones que nos hacen perder   el origen y el sentido de la Navidad  para los cristianos, en una sociedad   secularizada en la que   coexiste  un notable  pluralismo  ideológico  y de creencias.  

Nuestra mirada  recorre  la Navidad,   a través de las  imágenes   que   han  llevado a   familiarizarnos  con las fiestas  navideñas: la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento   en Belén, la Adoración de  los Pastores y la Adoración de los Magos. Centraremos   nuestra atención  en  cada uno de estos  momentos, desde   le percepción  que los cristianos  que viven  el mundo moderno  actual, tienen  de  aquellos   acontecimientos. 

 

 

                     La Anunciación  y  la  Visitación

 

La  expresión  estética  más acabada  que narra  los orígenes de la  Navidad  se encuentra  en la  belleza  literaria del evangelista (Lucas 1.28-38) y más sobria de (Mateo 1.18-25), así como  en la belleza  del cuadro de la Anunciación, que pintara  Fray Angélico, para quienes  han   tenido  el  gozo  de contemplar alguno de los  que se expone  en el Museo del Prado o en el convento de San Marcos  en Florencia y otros pintores. Una y otra belleza, la literaria y la pictórica,  nos  cautivan y sumergen en  el candor pretendido por sus autores, para suscitar  en nuestra sensibilidad e interior, la emoción  que  arrastra toda  belleza  y  comprender  el mensaje  que transmite la narrativa literaria o  la estética de un cuadro. Sin duda, es un lenguaje que  crea una atmosfera de intimidad y misterio,  para transmitir la presencia de Dios, lejos  de  la racionalidad moderna. Así se encuentra  en la ternura de la poesía  de Federico  García  Lorca, dedicada al ángel  Gabriel, al Niño y a su Madre:

“Dios te salve Anunciación, Morena de maravilla. Tendrás un Niño más bello que los tallos de la brisa. ¡ Ay  San Gabriel de mis ojos! ¡ Gabrielillo de mi vida!. Para sentarte, yo sueño un sillón de clavelinas. Dios te salve, Anunciación  bien lunada y  mal vestida. Tu Niño tendrá en el pecho un lunar y tres heridas. ¡Ay San Gabriel que reluces! ¡Gabrielillo de mi vida. En el fondo de mis pechos ya nace la leche  tibia.  Dios te salve, Anunciación, Madre de cien dinastías. Áridos lucen tus ojos,  paisajes de caballistas. El Niño canta en el seno de  Anunciación sorprendida. Tres balas de almendra verde, tiemblan en su vocecita. Ya San Gabriel en el aire, por una escala subía. Las estrellas de la noche se  volvieron siemprevivas.”

 El evangelista nos describe una escena más allá  de los parámetros de la vida cotidiana (Lucas 1.28-38)  que sólo puede alcanzar  la literatura, la música  y la pintura:

“Al sexto mes, fue enviado por Dios,  el ángel Gabriel, a una ciudad de Galilea  llamada Nazaret, a una virgen desposada  con un varón llamado José de la casa de David; y el nombre de la virgen era  María. Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Ella se turbó  ante estas palabras  y pensaba  qué significarían estas palabras. El ángel le dijo: No temas María, porque has hallado  gracia  ante Dios. Concebirás   y darás  a luz un hijo, al que pondrás por nombre  Jesús. Él será grande   y llamado hijo del Altísimo, y le dará el Señor  Dios  el trono de David, su padre; reinará  sobre la casa de   Jacob, por los siglos  y su reino no tendrá fin. El ángel le respondió: El Espíritu santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que ha de nacer  será santo y será llamado Hijo de Dios.”  

 

En  este texto, el evangelista Lucas,  intenta   ofrecer  una estructura  narrativa literaria de la concepción de Jesús,  muy similar  al anuncio a  Zacarías, sacerdote del Templo  de Jerusalén, del nacimiento de su hijo Juan. En este último,  el ángel Gabriel se dirige a Zacarías, como enviado por Dios, para anunciarle que su mujer  Isabel, concebirá y dará a luz  un  hijo, que se llamaría  Juan. Asimismo, el evangelista  Lucas también nos  proporciona una  breve  crónica familiar, de la concepción de Jesús,  de modo  semejante, con  algunos  personajes  distintos,  al  indicar  que el  mismo ángel Gabriel, se dirige  a María,  y le  anuncia que Dios  ha encontrado en ella el grado más excelso de bondad y belleza de espíritu, indicándole, que  para  Dios está  “llena de gracia”, y por ello   concebirá  un hijo a que llamará  Jesús.  

Sin embargo, llama la atención, que  en el  mensaje   del ángel  a María,  dice   que  Jesús será reconocido  como  hijo del Altísimo, para a continuación   indicar  que   “Dios le dará   el trono de  David, su padre, y reinará  en la casa de Jacob  por los siglos  y su reino no tendrá  fin.”. Son palabras  inspiradas   en el lenguaje y oráculo de los  antiguos  profetas,  que  anunciaban  la venida de un Mesías, escritas en el marco  cultural del Judaísmo,  cuya esperanza  era  el restablecimiento de un  reino  temporal, sucesor del rey David, y  sobre el reino de Jacob. Se cita también  la casa de David, en el  Benedictus  que  proclamara  Zacarías en el momento de la circuncisión  de Juan,  al referirse   a  éste, como garantía  frente  a sus enemigos( Lucas 1. 68-77):

Bendito el Señor  Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo y nos ha  suscitado una fuerza  salvadora en la casa de David, su siervo, como había prometido  desde  tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas; que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian, concediendo su misericordia  a nuestros  padres….”

Una  nueva forma literaria de  gran fuerza expresiva, en  el Magníficat, que el evangelista (Lucas 1.46-55)  pone en boca de María, con ocasión de la visita  que realizó  a  Isabel, supone un cambio del mensaje acerca del  Mesías  anunciado  en  la Anunciación  y en el Benedictus:

“Mi alma glorifica al Señor  y mi espíritu  se alegra en Dios mi Salvador, porque ha puesto los ojos en la  humildad de su esclava y por eso  desde ahora, todas las generaciones me llamarán bienaventurada; porque ha hecho maravillas en mí  el Poderoso, cuyo nombre es Santo y  su misericordia  alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó  a los soberbios en su corazón. Derribó a los poderosos de  sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y  a los  ricos  despidió  vacios… “

Llama la atención  que el evangelista  en este texto  que proclama  María, la futura madre  del Mesías,  ofrece  una imagen   distinta de la narrativa anterior, en la que se proyecta su grandeza, desde la sencillez y la humildad, que lo espera todo de   la misericordia de Dios;  que despliega  su manto  protector    a favor de los humildes    frente a los soberbios;  a favor  de los   hambrientos y pobres  frente a los ricos  y no anuncia  para el hijo que está gestando, poder  o reino temporal, ni la condición de sucesor  en el trono del rey David. Probablemente, la explicación  está  en las matizaciones  que pudo introducir la comunidad cristiana, a partir de la tradición  oral, en  el Evangelio de Lucas.

 

                                    El Nacimiento  en Belén

 

Este acontecimiento,  forma parte  del  núcleo  central  del Cristianismo, aunque utiliza  un lenguaje distinto  a una narrativa histórica, al anunciar  el alumbramiento   del hijo de María, conforme  a las palabras del ángel en la Anunciación   según  los evangelistas  Lucas y  Mateo;  y cantado a través de la  metáfora del profeta  (Isaías 9.5-6) varios siglos antes,  anunciando  la restauración del reino de David, en forma de una bellísima poesía  del profeta:

“Porque  una criatura  nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. El señorío estará sobre  su hombro, y  su nombre se llamará  Maravilla de Consejero, Dios Fuerte, Siempre Padre, Príncipe de la Paz. Grande es su Señorío y la paz no tendrá  fin, sobre el trono de David y  sobre su reino, para  restaurarlo y consolidarlo  en la  equidad y en la justicia.”

Frente  a la magnificencia del lenguaje   del profeta  Isaías, resalta la sencillez de la  descripción de  (Lucas 2.1-7) :  “Por  aquellos días,  salió un edicto de César Augusto ordenando el empadronamiento de todo el mundo. Este primer empadronamiento  tuvo lugar, siendo  gobernador de Siria, Cirino (Quirino). Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió  también José   desde  Galilea, de la ciudad de Nazaret  a Judea,  a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse  con María, su esposa  que estaba encinta. Y sucedió,  que mientras ellos  estaban  allí, se le  cumplieron los días  del alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le  acostó  en un pesebre, porque no tenía sitio en el alojamiento.”

Y descrita    por  (Mateo1.18-25):  “El nacimiento de  Jesucristo fue de esta manera. Desposada  su madre María  con José, y antes de vivir juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo, y no queriendo denunciarla decidió  repudiarla en secreto. Esto pensaba, cuando un ángel del  Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de  David, no temas en tomar contigo a María, tu mujer, porque lo concebido en ella, es del Espíritu Santo. Dará a luz  un hijo y tú le pondrás por nombre   Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió  para que  se cumpliese el oráculo del  Señor por medio del profeta: Ved  que la virgen concebirá y  dar á luz   un hijo y le  llamará  Emmanuel,  que significa  Dios con nosotros. Despierto  José  del sueño, hizo como el ángel del Señor  le había ordenado;  recibió a su mujer. Y sin que la conociera, dio a luz  un hijo al que llamó  Jesús.

Estas palabras  de Lucas y Mateo,  forman  parte de la imagen  más  emotiva que fascina a los cristianos  de todas las épocas, por el candor  y la ternura que  inspira  el nacimiento  de Jesús  en las circunstancias que  describe. Lo ha sido   en  el arte de la pintura, como  lo han reflejado  los más grandes  pintores Murillo,  Correggio, Caravaggio  y otros; en la música de G. Friedrich Handel y Juan Sebastián Bach;  en  los retablos  de  numerosas templos, basílicas y catedrales; así como en las  mejores  plumas  de la literatura; en el cancionero popular y en los villancicos, como lo refleja un tanguillo  gaditano, titulado  Jornaditas de Belén, que estremecía  en la voz del cantaor  Chano Lobato:

“Hacia Belén caminaba  la Seña Virgen  María, y el bueno de San José marchaba en su compañía. Jornaditas de Belén con gusto te abrigaría, que va  cayendo la nieve y está la noche  muy  fría. A prisa Seño  José, tire de la borriquilla, que ha de nacer  en Belén, la más grande  maravilla. Iban solitos los dos, ninguno se entretenía, hablando cosas de Dios, se va la noche y el día. Llegados son a Belén, mesón y posada no había; al pobre San José, las lágrimas le salían. No te apures dulce esposo, dice la Virgen María, que si otra casa no hallamos, aquél portal  bastaría. Un pesebre han encontrado donde dos bestias había. La Virgen como es tan buena,  al carpintero le decía: acuéstate  buen marido hasta que amanezca  el día, yo misma te avisaría. Pasada la medianoche, sintió  que un niño gemía y se despertó el Patriarca  con temblores de alegría. ¿Por qué no me has  avisado, esposa María, que ha nacido el rey del mundo, mientras que el mundo dormía?

 En la narrativa descrita  por Lucas, tras  la sencillez y austeridad de su lenguaje,  destacan  varios  aspectos de interés. De una parte,  existe en el autor,  la intención  de  situar  el acontecimiento  en un contexto histórico  y en unas circunstancias  concretas,  resaltando  que el  nacimiento   de Jesús, hijo de  María, fue real  y formó  parte de la humanidad,   en un momento de la historia  de  Galilea  y Judea, bajo  la dominación romana.  Lo sitúa  bajo  el mandato del emperador  Cesar Augusto (27 a.C.- 14 d.C.) y  Publio Sulpicio Quirino, antiguo senador y cónsul de Roma,  designado por  Cesar Augusto, gobernador  de Siria. A la luz  de las  fuentes históricas,  es correcto  ubicarlo  en la época de  Cesar Augusto, cuyo mandato  fue extenso y se corresponde tanto  al calendario romano,  que nace  en el año 753 de la fundación de Roma, como al calendario cristiano, que se inicia en el año 754 de Roma, elaborado por Dionisio el Exiguo, monje y matemático de la segunda mitad del siglo V y primera del siglo VI.  Por  el contrario, no  es exacto    que el nacimiento tuviese lugar con ocasión del primer  censo realizado  siendo  gobernador  de Siria,  Publio S. Quirino, en tiempos del emperador Cesar Augusto, ya que este censo, está comprobado que  fue  realizado  en el año 6 d.C. o 759/60 de la era  romana, treinta y siete años  después de la victoria de Octavio sobre Marco Antonio. La causa de esta disparidad, podría  atribuirse a  un   error  en el que pudo incurrir  Dionisio el Exiguo  al trasponer  el calendario romano  al calendario  cristiano, aunque su error  no  cambia sustancialmente  la fecha  del censo. Según la revisión posterior,   Dionisio el Exiguo  erró  al retrasar  varios años el nacimiento de Jesús, al situarlo en el 754 del calendario romano, cuando   debió ser  en torno  al 749/48  romano, unos  5/6 años  antes del calculado por  Dionisio el  Exiguo;  muy anterior,  a la realización del censo y empadronamiento  de José  y su esposa María, según  las hechos narrados en el evangelio de  Lucas. Admitiendo  el nacimiento de Jesús entre los años 749/48 del calendario romano, tras la corrección  realizada a los cálculos  de  Dionisio el  Exiguo, no consta   se ordenase en esos años,  elaborar  un censo   a la población residente en Galilea y Judea, al   estar confirmado que  lo fue  en el año 6 d.C. (según Dionisio el Exiguo) y en el 759/760 del calendario romano.

Asimismo, según (Mateo 2.1), el nacimiento  de Jesús  tuvo lugar  en tiempos de  Herodes,  aunque no especifica si era Herodes el Grande, fallecido en  el año 750 de la era  romana, sin mencionar  a P.S. Quirino  ni el empadronamiento. Así pues, el contexto   político del nacimiento  de  Jesús, se sitúa en el evangelista Mateo, en  la época del emperador  Cesar Augusto,  probablemente, al final del reinado de   Herodes  el Grande,  unos 2/3 años  después del nacimiento de Jesús,  y le sucedió su hijo  Arquelao. El  error  en el relato  de Lucas, probablemente,  pudo deberse  a una  falsa apreciación  en la elaboración de una tradición  oral  de la  primera comunidad   cristiana, que incurrió en una confusión  en las fechas  del  calendario, al reconstruir   muchas décadas  más tarde, la posible fecha del nacimiento, a partir de los testimonio recibidos  de  una generación  anterior.

 De otra parte, quizá  pudo existir otra  intencionalidad   en el transcurso  de los años  sesenta  en los que se escribió el evangelio de  Lucas. Al estar  obligado  José a empadronarse en Belén, como descendiente de la casa de David, se   adelantó  la fecha   del censo,  varios años antes   de la que realmente se llevó a efecto   en Galilea y Judea,  por  Publio S. Quirino   en el año 6 d.C. y  justificar  de este modo,  el nacimiento de Jesús  en   la ciudad   de  Belén  donde nació  el rey David.  Igualmente, el evangelio de  (Mateo 2.6-7), recurre  a la consulta  que el rey Herodes  hace  a los sumos  sacerdotes y escribas preguntándole  donde  había de nacer  el rey de los judíos, indicándole  éstos,  que en Belén. Esta otra posible explicación, que  sitúa   el nacimiento  en Belén,  siendo residentes  de Nazaret, tiene  una finalidad didáctica, si se tiene presente  el contexto  religioso y político  de la sociedad judía. Los primeros cristianos  provocaron  una escisión y división dentro del Judaísmo, siendo objeto de persecuciones  por parte de las autoridades  religiosas judías;  de otra parte, el deseo  de anunciar  el mensaje y  la  vida de  Jesús, como  el  Mesías  y  legítimo  sucesor  al trono de  David, acorde con la tradición de los profetas, obligaba  a dar pruebas y emplear un lenguaje que convenciese  a los  judíos  que   se sentían próximos  al mensaje  de la primitiva comunidad cristiana.  Es muy posible,  a modo de hipótesis, que  en  los años   en los  que se redactó  el evangelio de  Lucas y el de  Mateo, en la década de los años  sesenta y cincuenta del siglo I, la comunidad cristiano  y  los redactores  vieron la  conveniencia  de   ofrecer  como prueba  irrefutable  para convencer  a los judíos, que el nacimiento  de Jesús había sido  en Belén, conforme  a la tradición de los   profetas.

En todo caso, más allá  de estas  consideraciones   relativas  a Belén  y al gobernador de Siria,  el mensaje central  del nacimiento de  Jesús   es  que  el Hijo de Dios   asumió la condición    humana   y se sometió  a la servidumbre y  fragilidad que  comporta: el gozo y el  sufrimiento, la compasión y la muerte. Resalta asimismo,  las condiciones  de pobreza y humildad del lugar en el que tuvo lugar  el alumbramiento:  un establo  destinado  a los animales, arropándolo con  unos pañales  en un pesebre  Es  el   núcleo central de la Encarnación: se hizo carne semejante  a la de todo ser humano, salvo en  el pecado. El evangelio de (Juan 1.14), lo expresa, con otras categorías  literarias, identificando  al Hijo de Dios con la Palabra:

“La Palabra  era la luz  verdadera que ilumina a  todo hombre  que viene  a este mundo. En el  mundo estaba y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no le conoció. Vino a su casa y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que le recibieron, les dio poder  de  hacerse  hijos de Dios, a los que creen en su nombre, la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra  se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que  recibe  del Padre,  como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.    

 

                             La Adoración de los Pastores

 

En el evangelio  se narran, con frecuencia,  señales  y signos con una  fuerza  simbólica  y poética  que se corresponden a una teofanía  o manifestación de Dios, creando una imagen extraordinaria,  para  poner de manifiesto que   el Altísimo  se comunica a  los  pastores  que se encontraban  en las inmediaciones del lugar en el  que estaba  la familia de José ( Lucas 2.6-13):

“Había en la misma  comarca, algunos pastores  que dormían  a raso y vigilaban por turno, durante la noche, su rebaño. Se le presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió  en su luz y se llenaron de temor. El Ángel les dijo: No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo; os ha nacido hoy en la ciudad  de  David, un Salvador, que es el Cristo, el Señor; y esto os servirá de señal: encontrareis  un niño envuelto  en pañales y acostado en un pesebre.

Y de pronto, se unió al Ángel, una multitud  del ejército celestial  que alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios  en   las alturas y en la tierra paz a los hombres   en quienes se complace.”

El anuncio  del  Ángel   no iba  dirigido a los sacerdotes y levitas  que atendían   el Templo de Jerusalén,  ni a las autoridades  políticas representada  por Herodes, ni a las  gentes  que transitaban  por el centro  muy concurrido de la ciudad santa  para los judíos. Se dirigía  a unos  pastores que cuidaban su rebaño  en las afueras  de Belén  y dormían  bajo  el techo  de las estrellas  de la noche, resaltando  el origen humilde de  este grupo, cuya extracción social le situaba  entre los pobres  de  una sociedad formada por  jornaleros  y pastores:  “Os ha nacido hoy  en la ciudad  de David,   un Salvador, que es el Cristo, el Señor; y esto os servirá de señal: encontrareis  un niño envuelto en pañales  y acostado en un  pesebre.”.

La reacción  de los pastores  no se hizo esperar, una vez   se retiraron  los mensajeros  de la buena noticia, y deliberando entre sí, asombrados y  perplejos, por  lo que habían oído, dijeron:

“Vayamos a Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado. Y fueron a toda prisa y encontraron a  María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel  niño y todos los que le oyeron se maravillaban  de lo que los pastores les decían. María, por su parte  guardaba todas estas  cosas y las meditaba  en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios, por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había anunciado.”

Es, sin duda, la presencia de los pastores en el lugar  donde se encontraba el recién nacido,  con María y José,  una de las imágenes  de mayor belleza que inspiraron algunos de los más   notables  cuadros de Murillo,  El Greco, Caravaggio y Correggio, llenos  de ternura y admiración, poniendo de manifiesto  la grandeza  del momento  en el  que tuvo lugar  el nacimiento de Jesús. Asimismo, la presencia y adoración de los pastores, es  recurrente  en el cancionero popular, por la emoción  que suscita el acontecimiento, especialmente en los villancicos  en los que  se celebran los días de  Navidad:

“Cantando van los pastores, cantando van las zagalas, cantando van monte abajo por la veredita  blanca; y un lucerito brillante  les guía con su fulgor y a la alegre luz radiante entonan esta canción: Corred  pastorcillos, alegres  cantad, que en Belén el Niño pronto nacerá. Tocad las zambombas, zampoñas tocad, que en Belén el Niño ha nacido ya.

o también aquel otro:  “Vamos pastores vamos, vamos para  Belén, a ver   en ese niño  la gloria del Edén, a ver en ese niño la gloria  del Edén (….) Su  establo  es  una cuna, su casa un portal  y sobre duras pajas por nuestro amor está. Allí duerme el niñito  junto a un mulo y un buey,  con un blanco pañal”

El mensaje  tanto de (Lucas 2.8-20), como en las distintas  representaciones expresadas   en la literatura, en la pintura  y  en la música , es nítido:  el  nacimiento de Jesús va dirigido singularmente,  de forma  privilegiada   a los  humildes  y a los pobres, y es acogido por ellos  con alborozo  y alegría, lejos de los oropeles  y magnificencia  de la riqueza  y del poder. Es triste  constatar  que no siempre  ha sido    entendido  el mensaje de Navidad,  de este modo, y con frecuencia  ha estado  instrumentalizado  por  los poderosos  y quienes  han  codiciado  la riqueza. Finalmente,  se  observa   en el  texto (Lucas 2.19) que se deja constancia del silencio de  María ante los hechos  que se venían  desarrollando en la frase “María, por su parte, guardaba estas cosas y las meditaba  en su corazón.”. Lejos   en el recuerdo  y en el  corazón  de María habrían quedado las palabras    pronunciadas por el  Ángel:

“Concebirás  y darás  a luz  un hijo,  al que llamarás Jesús. Él será  grande y será llamado  Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará  el trono de  David, su padre  y reinará  sobre la casa de  Jacob  por los siglos y su reino no tendrá fin.”

Invadida  María por un sentimiento de  asombro e incredulidad  por el modo  y las condiciones  en las  que  había alumbrado  a su hijo, no entendería  nada. El Hijo del Altísimo  había nacido en un pobre establo, posiblemente en un anexo de la misma  posada  donde  pretendió  alojarla  José; y al no existir  un  lugar  más  digno,  se vio  obligado a socorrer a su esposa en el momento del parto, en el establo destinado a  estancia de  los animales. A esta pequeña criatura  indefensa  se le había prometido  el  trono de Davis   y reinaría sobre la casa de Jacob. ¿ Cómo era posible esta ensoñación?.  La desolación y tristeza  de  María y José debió ser  considerable, pero confiaron  en la palabra de Dios.       

 

                                        La  Adoración de los Magos  

 

Una vez  más, se  encuentra   esta  imagen  familiar   en el escenario  de la  Navidad,  muy vinculada  a nuestra  infancia  y al mundo de ilusiones  y sueños   que aún perdura   en muchos   hogares:  la Adoración de los Magos. De las manos  de los  grandes pintores también han salido  cuadros  bellísimos, ya se sea Velázquez, Giotto, Rubbens  y otros; y en numerosos  villancicos que cantan su presencia en Belén:

 

“Los tres reyes de lejos vinieron; se presentaron al Niño Dios, con oro, mirra e incienso y lo coronaron de rayos de sol. Y a los tres  guió  una estrella radiante y hermosa y a Belén llegaron con su resplandor”.

Será   el evangelio (Mateo 2.1-5) el que nos da la crónica  de los magos::

“Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey  Herodes, unos magos que venían del Oriente, se presentaron en Jerusalén, diciendo: ¿Donde está el Rey de los judíos  que ha nacido?  Pues vimos su estrella  en el Oriente y hemos  venido para  adorarle. Al oírlo  el rey Herodes  se sobresaltó y con él toda  Jerusalén.”

Convocados por  Herodes, los sumos sacerdotes y los escribas para que le informaran  donde  debía nacer el  Mesías,  le  dijeron:

“En Belén de Judea, porque así está escrito  por medio del profeta: Y tú Belén, tierra de Judá,  no eres, no, la menor entre las  ciudades de Judá, porque de ti saldrá un caudillo, que  apacentará a mi pueblo Israel.”

Informado Herodes   de estas señales y presagios,  les dijo a  los magos:

“Id  e informaos  bien  sobre este niño, y cuando le encontréis   avisadme, para ir yo también a adorarle. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y la estrella  que ellos vieron en el Oriente, iba delante de ellos,  hasta que llegó y se detuvo  encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se  llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron  al niño con María, su madre; y postrados le adoraron; le abrieron  sus cofres y le ofrecieron  dones de oro, incienso y mirra. Y avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.”

Ningún  otro evangelista  hace referencia  a este suceso, pero  esta circunstancia no ha impedido que forme  parte   de los sentimientos  y emociones  de la tradición  de los cristianos,  durante  generaciones  y lo haya  arropado  con nuevos detalles:  Serán conocidos  como tres  Reyes  Magos cuyos nombres  eran  Melchor, Gaspar y Baltasar. El relato de Mateo  es  más  simple, al omitir el número de magos, sus nombres  y el título de Reyes,  y  permite  un  análisis de los hechos y   del lenguaje  utilizado.

En primer lugar,  corrobora   la intencionalidad de  situar  el hecho, históricamente  durante el reinado de Herodes, que se supone  es  Herodes el  Grande, que vivía   cuando nació  Jesús, reiterando que  este  niño  fue  real y  formó parte de la humanidad. En segundo lugar, nació  en Belén de Judea, porque  así  lo acordó  el  consejo de  sumos sacerdotes y escribas  convocados por el rey Herodes, ciudad  del rey  David. Este argumento  podría  tener  un carácter  pedagógico, similar  al empleado  en  el evangelio de Lucas, para   persuadir  a los  judíos  en vías de conversión  al cristianismo,  de  que Jesús, nacido en  Belén, era el  Mesías anunciado por los profetas de Israel. En tercer lugar, la denominación de magos que proceden   del Medio Oriente que siguen  una estrella, es una construcción literaria creativa y simbólica,  para indicar  que  estaban  ante  un acontecimiento extraordinario  a través de señales  y signos, que formaba parte de  un contexto cultural  en el que  la  astrología  o arte de interpretar la influencia de los movimientos  de los  astros   en la   naturaleza  y en los seres humanos, era comúnmente aceptada.  Sus orígenes  se sitúan  en  Babilonia  y en Egipto  pero  la presencia de los astrólogos y de los primeros estudiosos de la  astronomía, llegó a  la corte de los emperadores Cesar  Augusto y Tiberio, coetáneos de los hechos  descritos en el evangelio de Mateo. Finalmente las ofrendas  de oro, incienso y mirra, tienen un valor  simbólico que resalta  la grandeza  del recién nacido.

Un  significado  muy relevante    fue   adquiriendo  la presencia de los Magos ante el recién nacido, en el transcurso de la Cristiandad, por  la universalidad del mensaje  de  Navidad, sin acepción  de culturas  y etnias: el Hijo de Dios ha nacido  en la pobreza  para  acoger a todos los seres  humanos. Esta llamada  a toda  la humanidad, contrasta  con  la   antigua tradición del Judaísmo, en el que  Israel  daba  culto  a Yahveh, que era su Dios  de forma exclusiva y que  (Juan 1.11-14)  abrió a  los que creen en el Hijo de Dios: “Vino a los suyos y los suyos  no lo recibieron. Pero a todos los que la recibieron, les dio poder para hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre.(…..). Y la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo Único, lleno  de gracia y verdad”.

 

                ¿Es actual el Mensaje de Navidad? 

 

Dar una respuesta a esta pregunta, requiere   varias consideraciones  previas:

a).- En primer lugar   vivimos  en una  sociedad donde conviven  culturas  muy diversas, con  un pluralismo de  creencias, ideologías y tradiciones  históricas; en un mundo  a escala planetaria,  globalizado, en el que el progreso  científico y  los cambios  tecnológicos están influyendo  decisivamente  en la educación  de los ciudadanos y en los medios de comunicación. Todo ello, está conduciendo  a una  sociedad secularizada de modo  creciente, en la que  el lenguaje  religioso ha de adaptarse a las nuevas realidades, como ya  anunciara  el Concilio Vaticano II.

b).-  Es necesario y  urgente,   actualizar  las formas  del lenguaje religioso  de la Navidad, resaltando  la belleza  literaria  de los textos y  su  adecuación  a los tiempos actuales y un  lenguaje   más comprensible  para que lo puedan entender  las distintas  culturas que forman parte de la  sociedad  mundial.  Esta  adecuación,  no  significa  homogeneizar el lenguaje por igual a todas las culturas, lo que  requiere un esfuerzo   considerable   en el proceso de inculturación, sin perder  el horizonte  de la universalidad del mensaje  navideño.

c).- Dada la extraordinaria   presencia del pluralismo  en la sociedad, por los factores  antes indicados, que  condicionan  la globalización  cultural, el lenguaje  ha  de tener presente  los niveles  educativos y actitudes frente  al hecho religioso, según sea para fortalecer a los   creyentes, persuadir a los receptivos, y ofrecer testimonio y respeto  a los agnósticos e indiferentes. Para ello,  es necesario  delimitar  los contenidos esenciales  de la Navidad, de   las formas  literarias  de su  narración, que puedan  suscitar   la confusión  y  el rechazo  del núcleo central del mensaje.   

 

        ¿Cuál es el Mensaje fundamental   de la Navidad?

a).- El nacimiento de  Jesús, fue un acontecimiento  que  sucedió  en un momento  concreto, que recordamos todos los años,  por el que  el Hijo de Dios entró a formar parte de la historia de la Humanidad,  y se hizo  carne y espíritu;  que conoció la fragilidad  humana: el gozo y la  alegría, la soledad, el hambre, el dolor  y la muerte,  como cualquier ser humano.

b).- Compartió  su vida   con los que sufrían,  los pobres y los marginados de la sociedad  y se rodeó  de gente de  diversa condición, ya fuesen  hipócritas o virtuosos  que asistían a la Sinagoga y cumplían las leyes de Moisés, o   pecadores, publicanos, adúlteros y prostitutas, que no la frecuentaban, ofreciendo  a todos  la misericordia  y el perdón.

c).- Sanó las heridas del cuerpo y del espíritu, devolviendo la vista a los ciegos, curando los cuerpos  deformes   de  los leprosos, restableciendo la movilidad a los inválidos, la paz  a los espíritus ,  y enjugó  las  lágrimas  de las madres  y familiares, devolviendo    la vida a  sus seres queridos.   Dio testimonio de  autenticidad, de  amor, de fraternidad y compromiso, a través de su vida  y sus palabras, especialmente con los  más humildes  y débiles anunciando el  Reino de Dios  y la salvación.   

d).-  Sin embargo,  la Navidad  no es sólo  un relato del pasado, con mayor o menor  rigor histórico, envuelto en bellas  imágenes poéticas o  míticas, que  aconteció en Judea y Galilea. Es  algo  mucho más. La Navidad  vino para quedarse  en nuestra sociedad y  en nuestras vida personal y familiar, que adolecen de  graves  carencias y lejos del  espíritu  que Jesús proclamó  al  anunciar  a los discípulos de Juan el Bautista, los signos de la llegada del Reino de Dios: Los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos  quedan limpios, los sordos  oyen, los muertos  resucitan y los pobres son evangelizados. Un horizonte  lleno  de  esperanza, ilusión  y compromiso para cristianos y  para todos los hombres de buena voluntad.