lunes, 27 de diciembre de 2021

                                         CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

A LOS MATRIMONIOS


CON OCASIÓN DEL AÑO “FAMILIA AMORIS LAETITIA


Queridos esposos y esposas de todo el mundo:

Con ocasión del Año “Familia Amoris laetitia”, me acerco a ustedes para expresarles todo mi afecto y cercanía en este tiempo tan especial que estamos viviendo. Siempre he tenido presente a las familias en mis oraciones, pero más aún durante la pandemia, que ha probado duramente a todos, especialmente a los más vulnerables. El momento que estamos pasando me lleva a acercarme con humildad, cariño y acogida a cada persona, a cada matrimonio y a cada familia en las situaciones que estén experimentando.

Este contexto particular nos invita a hacer vida las palabras con las que el Señor llama a Abrahán a salir de su patria y de la casa de su padre hacia una tierra desconocida que Él mismo le mostrará (cf. Gn 12,1). También nosotros hemos vivido más que nunca la incertidumbre, la soledad, la pérdida de seres queridos y nos hemos visto impulsados a salir de nuestras seguridades, de nuestros espacios de “control”, de nuestras propias maneras de hacer las cosas, de nuestras apetencias, para atender no sólo al bien de la propia familia, sino además al de la sociedad, que también depende de nuestros comportamientos personales.

La relación con Dios nos moldea, nos acompaña y nos moviliza como personas y, en última instancia, nos ayuda a “salir de nuestra tierra”, en muchas ocasiones con cierto respeto e incluso miedo a lo desconocido, pero desde nuestra fe cristiana sabemos que no estamos solos ya que Dios está en nosotros, con nosotros y entre nosotros: en la familia, en el barrio, en el lugar de trabajo o estudio, en la ciudad que habitamos.

Como Abrahán, cada uno de los esposos sale de su tierra desde el momento en que, sintiendo la llamada al amor conyugal, decide entregarse al otro sin reservas. Así, ya el noviazgo implica salir de la propia tierra, porque supone transitar juntos el camino que conduce al matrimonio. Las distintas situaciones de la vida: el paso de los días, la llegada de los hijos, el trabajo, las enfermedades son circunstancias en las que el compromiso que adquirieron el uno con el otro hace que cada uno tenga que abandonar las propias inercias, certidumbres, zonas de confort y salir hacia la tierra que Dios les promete: ser dos en Cristo, dos en uno. Una única vida, un “nosotros” en la comunión del amor con Jesús, vivo y presente en cada momento de su existencia. Dios los acompaña, los ama incondicionalmente. ¡No están solos!

Queridos esposos, sepan que sus hijos —y especialmente los jóvenes— los observan con atención y buscan en ustedes el testimonio de un amor fuerte y confiable. «¡Qué importante es que los jóvenes vean con sus propios ojos el amor de Cristo vivo y presente en el amor de los matrimonios, que testimonian con su vida concreta que el amor para siempre es posible!» [1]. Los hijos son un regalo, siempre, cambian la historia de cada familia. Están sedientos de amor, de reconocimiento, de estima y de confianza. La paternidad y la maternidad los llaman a ser generativos para dar a sus hijos el gozo de descubrirse hijos de Dios, hijos de un Padre que ya desde el primer instante los ha amado tiernamente y los lleva de la mano cada día. Este descubrimiento puede dar a sus hijos la fe y la capacidad de confiar en Dios.

Ciertamente, educar a los hijos no es nada fácil. Pero no olvidemos que ellos también nos educan. El primer ámbito de la educación sigue siendo la familia, en los pequeños gestos que son más elocuentes que las palabras. Educar es ante todo acompañar los procesos de crecimiento, es estar presentes de muchas maneras, de tal modo que los hijos puedan contar con sus padres en todo momento. El educador es una persona que “genera” en sentido espiritual y, sobre todo, que “se juega” poniéndose en relación. Como padre y madre es importante relacionarse con sus hijos a partir de una autoridad ganada día tras día. Ellos necesitan una seguridad que los ayude a experimentar la confianza en ustedes, en la belleza de sus vidas, en la certeza de no estar nunca solos, pase lo que pase.

Por otra parte, y como ya he señalado, la conciencia de la identidad y la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad ha aumentado. Ustedes tienen la misión de transformar la sociedad con su presencia en el mundo del trabajo y hacer que se tengan en cuenta las necesidades de las familias.

También los matrimonios deben “primerear” [2] dentro de la comunidad parroquial y diocesana con sus iniciativas y su creatividad, buscando la complementariedad de los carismas y vocaciones como expresión de la comunión eclesial; en particular, los «cónyuges junto a los pastores, para caminar con otras familias, para ayudar a los más débiles, para anunciar que, también en las dificultades, Cristo se hace presente» [3].

Por tanto, los exhorto, queridos esposos, a participar en la Iglesia, especialmente en la pastoral familiar. Porque «la corresponsabilidad en la misión llama […] a los matrimonios y a los ministros ordenados, especialmente a los obispos, a cooperar de manera fecunda en el cuidado y la custodia de las Iglesias domésticas» [4]. Recuerden que la familia es la «célula básica de la sociedad» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 66). El matrimonio es realmente un proyecto de construcción de la «cultura del encuentro» (Carta enc. Fratelli tutti, 216). Es por ello que las familias tienen el desafío de tender puentes entre las generaciones para la transmisión de los valores que conforman la humanidad. Se necesita una nueva creatividad para expresar en los desafíos actuales los valores que nos constituyen como pueblo en nuestras sociedades y en la Iglesia, Pueblo de Dios.

La vocación al matrimonio es una llamada a conducir un barco incierto —pero seguro por la realidad del sacramento— en un mar a veces agitado. Cuántas veces, como los apóstoles, sienten ganas de decir o, mejor dicho, de gritar: «¡Maestro! ¿No te importa que perezcamos?» (Mc 4,38). No olvidemos que a través del sacramento del matrimonio Jesús está presente en esa barca. Él se preocupa por ustedes, permanece con ustedes en todo momento en el vaivén de la barca agitada por el mar. En otro pasaje del Evangelio, en medio de las dificultades, los discípulos ven que Jesús se acerca en medio de la tormenta y lo reciben en la barca; así también ustedes, cuando la tormenta arrecia, dejen subir a Jesús en su barca, porque cuando subió «donde estaban ellos, […] cesó el viento» (Mc 6,51). Es importante que juntos mantengan la mirada fija en Jesús. Sólo así encontrarán la paz, superarán los conflictos y encontrarán soluciones a muchos de sus problemas. No porque estos vayan a desaparecer, sino porque podrán verlos desde otra perspectiva.

Sólo abandonándose en las manos del Señor podrán vivir lo que parece imposible. El camino es reconocer la propia fragilidad y la impotencia que experimentan ante tantas situaciones que los rodean, pero al mismo tiempo tener la certeza de que de ese modo la fuerza de Cristo se manifiesta en su debilidad (cf. 2 Co 12,9). Fue justo en medio de una tormenta que los apóstoles llegaron a conocer la realeza y divinidad de Jesús, y aprendieron a confiar en Él.

A la luz de estos pasajes bíblicos, quisiera aprovechar para reflexionar sobre algunas dificultades y oportunidades que han vivido las familias en este tiempo de pandemia. Por ejemplo, aumentó el tiempo de estar juntos, y esto ha sido una oportunidad única para cultivar el diálogo en familia. Claro que esto requiere un especial ejercicio de paciencia, no es fácil estar juntos toda la jornada cuando en la misma casa se tiene que trabajar, estudiar, recrearse y descansar. Que el cansancio no les gane, que la fuerza del amor los anime para mirar más al otro —al cónyuge, a los hijos— que a la propia fatiga. Recuerden lo que les escribí en Amoris laetitia retomando el himno paulino de la caridad (cf. nn. 90-119). Pidan este don con insistencia a la Sagrada Familia, vuelvan a leer el elogio de la caridad para que sea ella la que inspire sus decisiones y acciones (cf. Rm 8,15; Ga 4,6).

De este modo, estar juntos no será una penitencia sino un refugio en medio de las tormentas. Que el hogar sea un lugar de acogida y de comprensión. Guarden en su corazón el consejo a los novios que expresé con las tres palabras: «permiso, gracias, perdón» [5]. Y cuando surja algún conflicto, «nunca terminar el día en familia sin hacer las paces» [6]. No se avergüencen de arrodillarse juntos ante Jesús en la Eucaristía para encontrar momentos de paz y una mirada mutua hecha de ternura y bondad. O de tomar la mano del otro, cuando esté un poco enojado, para arrancarle una sonrisa cómplice. Hacer quizás una breve oración, recitada en voz alta juntos, antes de dormirse por la noche, con Jesús presente entre ustedes.

Sin embargo, para algunos matrimonios la convivencia a la que se han visto forzados durante la cuarentena ha sido especialmente difícil. Los problemas que ya existían se agravaron, generando conflictos que muchas veces se han vuelto casi insoportables. Muchos han vivido incluso la ruptura de un matrimonio que venía sobrellevando una crisis que no se supo o no se pudo superar. A estas personas también quiero expresarles mi cercanía y mi afecto.

La ruptura de una relación conyugal genera mucho sufrimiento debido a la decepción de tantas ilusiones; la falta de entendimiento provoca discusiones y heridas no fáciles de reparar. Tampoco a los hijos es posible ahorrarles el sufrimiento de ver que sus padres ya no están juntos. Aun así, no dejen de buscar ayuda para que los conflictos puedan superarse de alguna manera y no causen aún más dolor entre ustedes y a sus hijos. El Señor Jesús, en su misericordia infinita, les inspirará el modo de seguir adelante en medio de tantas dificultades y aflicciones. No dejen de invocarlo y de buscar en Él un refugio, una luz para el camino, y en la comunidad eclesial una «casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 47).

Recuerden que el perdón sana toda herida. Perdonarse mutuamente es el resultado de una decisión interior que madura en la oración, en la relación con Dios, como don que brota de la gracia con la que Cristo llena a la pareja cuando lo dejan actuar, cuando se dirigen a Él. Cristo “habita” en su matrimonio y espera que le abran sus corazones para sostenerlos con el poder de su amor, como a los discípulos en la barca. Nuestro amor humano es débil, necesita de la fuerza del amor fiel de Jesús. Con Él pueden de veras construir la «casa sobre roca» (Mt 7,24).

A este propósito, permítanme que dirija una palabra a los jóvenes que se preparan al matrimonio. Si antes de la pandemia para los novios era difícil proyectar un futuro cuando era arduo encontrar un trabajo estable, ahora aumenta aún más la situación de incerteza laboral. Por ello invito a los novios a no desanimarse, a tener la “valentía creativa” que tuvo san José, cuya memoria he querido honrar en este Año dedicado a él. Así también ustedes, cuando se trate de afrontar el camino del matrimonio, aun teniendo pocos medios, confíen siempre en la Providencia, ya que «a veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener» (Carta ap. Patris corde, 5).No duden en apoyarse en sus propias familias y en sus amistades, en la comunidad eclesial, en la parroquia, para vivir la vida conyugal y familiar aprendiendo de aquellos que ya han transitado el camino que ustedes están comenzando.

Antes de despedirme, quiero enviar un saludo especial a los abuelos y las abuelas que durante el tiempo de aislamiento se vieron privados de ver y estar con sus nietos, a las personas mayores que sufrieron de manera aún más radical la soledad. La familia no puede prescindir de los abuelos, ellos son la memoria viviente de la humanidad, «esta memoria puede ayudar a construir un mundo más humano, más acogedor» [7].

Que san José inspire en todas las familias la valentía creativa, tan necesaria en este cambio de época que estamos viviendo, y Nuestra Señora acompañe en sus matrimonios la gestación de la “cultura del encuentro”, tan urgente para superar las adversidades y oposiciones que oscurecen nuestro tiempo. Los numerosos desafíos no pueden robar el gozo de quienes saben que están caminando con el Señor. Vivan intensamente su vocación. No dejen que un semblante triste transforme sus rostros. Su cónyuge necesita de su sonrisa. Sus hijos necesitan de sus miradas que los alienten. Los pastores y las otras familias necesitan de su presencia y alegría: ¡la alegría que viene del Señor!

Me despido con cariño animándolos a seguir viviendo la misión que Jesús nos ha encomendado, perseverando en la oración y «en la fracción del pan» (Hch 2,42).

Y por favor, no se olviden de rezar por mí, yo lo hago todos los días por ustedes.

Fraternalmente,

Francisco

 

Roma, San Juan de Letrán, 26 de diciembre de 2021, Fiesta de la Sagrada Familia.

 


[1]  Videomensaje a los participantes en el Foro «¿Hasta dónde hemos llegado con Amoris laetitia (9 junio 2021).

[2] Cfr Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24.

[3]  Videomensaje a los participantes en el Foro «¿Hasta dónde hemos llegado con Amoris laetitia (9 junio 2021).

[4]  Ibíd.

[5]  Discurso a las familias del mundo con ocasión de su peregrinación a Roma en el Año de la Fe (26 octubre 2013); cf. Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 133.

[6] Catequesis del 13 de mayo de 2015. Cf. Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 104.

[7] Mensaje con ocasión de la I Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores “Yo estoy contigo todos los días” (31 mayo 2021).



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana

sábado, 18 de diciembre de 2021

 

Pierre TEILHARD DE CHARDIN

(1881-1955)

                                        https://teilhard.net/biografia-de-teilhard-de-chardin/  

                                                                Leandro Sequeiros

                                Vicepresidente de la Asociación de Amigos de Teilhard de Chardin

                                Presidente de ASINJA, Asociación Interdisciplinar José de Acosta


Muchas personas no sabe quién es Pierre Teilhard de Chardin. Y los que conocen algo, se quejan de que le cuesta entender qué es lo que quiere decir Teilhard de Chardin. Es verdad que su lenguaje es enrevesado. Y se inventa palabras. Además, Teilhard no escribió nunca una síntesis organizada de su pensamiento. Es necesario leerlo mucho y después intentar sintetizar su pensamiento. Y esto no es una tarea fácil. Al intentar “integrar” conceptos religiosos, filosóficos y científicos, sus formulaciones no son sencillas. Y aquellas personas que deseen iniciarse en el pensamiento teilhardiano, no lo tienen fácil. No existes libros que, en un lenguaje asequible, “traduzcan” para los no expertos qué es lo que Teilhard quiere decir.


                            La persona y sus obras


Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), geólogo, paleontólogo, pensador, teólogo, místico, sacerdota jesuita, de nacionalidad francesa, sigue siendo uno de los hombres más discutidos del siglo XX. Sabemos que Teilhard escribió: El Fenómeno Humano, El Medio Divino, El Grupo Zoológico Humano, Ciencia y Cristo, Cartas de Viaje, Escritos del tTempo de Guerra, El Himno del Universo. El resto de escritos son textos breves, ensayos que Teilhard nunca pudo publicar, cartas y conferencias. Después de su muerte, una comisión internacional los agrupó en volúmenes que se publicaron en Francia y luego se tradujeron, en los años 60 del siglo pasado, a muchas lenguas. En los años setenta, Teilhard pasó de moda hasta caer en el olvido.

Desde la Asociación de Amigos de Teilhard de Chardin1 y la Cátedra Ciencia, Tecnología y Religión de la Universidad Comillas, hemos organizado diversas actividades para reivindicar la vigencia de muchos de los planteamientos de Teilhard. A los actos ha asistido bastante público. Pero –desgraciadamente- era un público de edad madura. Los jóvenes, por lo general, nunca han oído hablar de Teilhard de Chardin.

Desde la Asociación, no obstante, hemos percibido que existe un renovado interés por conocer la obra de Teilhard. En ocasiones, la dificultad está en que no es fácil encontrar unos materiales claros para introducirse en su pensamiento. Antes de leer sus obras conviene conocer, aunque sea superficialmente, algunos jalones de su pensamiento. Este es el objetivo de este artículo: presentar las ideas básicas de Teilhard en un lenguaje asequible a una cultura como la nuestra en la que no es fácil entender determinados conceptos.


                        Mi cercanía a Teilhard de Chardin


Desde que oí hablar de Teilhard (allá por 1960, pocos años después de su muerte) su figura me sedujo. Tal vez, ya entonces me atraía el conocimiento de la vida del pasado, la evolución, los orígenes humanos. Me seducía su aventura en China. Y me seducía el que los superiores jesuitas de entonces hablaban de él como de un hombre de ideas peligrosas. Un jesuita de ideas teológicas que contravenían la doctrina oficial de la Iglesia y del que había sido prohibida la publicación de sus obras. Esto seduce a un joven de 18 años, lleno de vida e ilusión por encontrar coherencia entre la formación recibida en el noviciado y unas concepciones mucho más amplias, que había oído mantenía Teilhard.

Cuando yo estudiaba Filosofía entre 1964 y 1966 alguno de mis profesores, tachados de progresistas, empezaron a citar a Teilhard de Chardin, pero siempre con la boca pequeña temiendo que su nombre les quemase los labios. Pero fue el jesuita Javier Gafo quien, en sus clases sobre Filosofía de la Evolución, tuvo la osadía de nombrar sus textos. Dentro de mí se hizo una luz cegadora que abrió mi apetito por poseer sus obras. Eran los años del Concilio Vaticano II y las ventanas abiertas por Juan XXIII dejaban penetrar el aire fresco del mundo dentro de los muros polvorientos de la Iglesia.

Siempre recordaré un documental sobre “La Misa sobre el Mundo” de Teilhard de Chardin, obtenido en la Embajada Francesa y que Pedro Miguel Lamet nos ofreció una noche en aquella época sin apenas televisión. Estaba en francés, pero sus imágenes se mantienen vivas en mi cerebro emocional. Después lo he buscado sin éxito en internet. Posiblemente, en algún sótano de alguna oficina cultural francesa descanse polvorienta esta joya. Tal vez por eso, en 2009 tuve la osadía de montar cinco presentaciones sobre “La Misa sobre el Mundo” a las que puso sonido mi amigo Juan López Giménez. A ellas siguieron otras varias sobre “El Medio Divino”, el “Himno a la Materia” y otros textos teilhardianos.

La vida que da tantas vueltas hizo que en 1971, al ordenarme de sacerdote, y ante la insistencia de algunos familiares que deseaban hacerme un regalo, le sorprendiese al manifestar que deseaba las obras de Teilhard. A partir de su fallecimiento en 1955, la Fundación Teilhard de Chardin comenzó a publicar sus trabajos. Muy pronto, la editorial Taurus ( al parecer, por consejo de Xavier Zubiri ) inició la publicación de la traducción castellana. Y fue precisamente Carmen Castro, hija de Américo Castro y esposa de Zubiri, la que realizó gran parte de las traducciones.

La lectura directa de las obras de Teilhard, cautivó mi corazón. Allí veía expresadas con palabras como dardos de fuego las intuiciones sin nombre que bullían en mi mente y que nunca encontré reflejadas en mis estudios de Teología. Los textos de Teilhard encajaban perfectamente con las formulaciones atrayentes de la Constitución Conciliar Gaudium et Spes del Vaticano II que reelaboraron mi espiritualidad, proclive a las peligrosas fronteras entre la fe y la ciencia. 

Cuando 20 años más tarde, en 1980, con 38 años, ya doctor en Ciencias Geológicas (en la especialidad de Paleontología) obtuve una plaza de profesor en la Universidad de Zaragoza empecé a interesarme por la paleobiología, la evolución, el darwinismo y las obras de Teilhard. Siempre quise profundizar más. En estos últimos años – y sobre todo en 2005 con ocasión de los 50 años del fallecimiento de Teilhard – he escrito muchas páginas apasionadas, pronunciadas numerosas conferencias y aludido a él de modos diversos. Y en 2015, con ocasión de los 60 años, hemos recuperado su memoria.

Muchos hilos nos conectan a Teilhard y a mí, formando una tela compacta de araña: ambos somos científicos, geólogos y paleontólogos. Hablamos un mismo lenguaje. Ambos tenemos rasgos de carácter muy similar, según he podido deducir de sus cartas y de las atinadas reflexiones de su biógrafo Claude Cuènot.

Ambos tenemos posturas similares –salvadas las distancias- sobre la experiencia de fe y la postura ante la Teología ortopédica y los dogmas. Siempre tuve un rechazo interior hacia las añejas clases de Teología recibidas en Granada. Ambos somos jesuitas, participamos de una misma espiritualidad y los ecos ignacianos son comunes. Asimismo, hemos sentido la puñalada cruel de la intolerancia y la cerrazón eclesiástica. También, hemos sido atraídos por la materia, por el contacto con los científicos, por el diálogo con los no creyentes.

Son muchas las semejanzas. Por eso, la figura de Teilhard de Chardin me fascina más cada día. Sus frases están presentes en mi mente y en mis ratos de oración. Y cuando acompaño unos días de Ejercicios Espirituales, nunca faltan las citas de sus obras que iluminan la comprensión de una espiritualidad más encarnada e inculturada.

A todos los que han colaborado en difundir las ideas y los sentimientos de Teilhard de Chardin, muchas gracias. Especialmente a mis compañeros de la Junta Directiva: a nuestro presidente, Dr. Emiliano Aguirre Enríquez, Premio Prícipe de Asturias2, ( recientemente fallecido ) y al resto de la Junta Directiva: Manuel Medina Casado, Javier Castellanos, Eduardo Ochoa, Manuel Cortés. Y deseo manifestar mi aprecio y cariño a todos mis compañeros paleontólogos que en su trabajo callado de muchos años han intentado descifrar el código secreto de la vida.


                                Un visionario singular del siglo XX


No oculto mis simpatías hacia Teilhard. Admiro su audacia para defender el hecho de la evolución cósmica biológica y humana en una época en la que estas ideas eran esgrimidas por los ateos para oponerse a la religión. Aunque tenga las naturales discrepancias en el modo de interpretar los procesos evolutivos de una manera “finalista” inadecuada a las interpretaciones actuales.

No niego la cercanía afectiva con Teilhard aunque no esté de acuerdo con todas sus ideas. Ambos estamos interesados en el debate de las ciencias y el pensamiento moderno con la teología y con las religiones. Salvadas las distancias del tiempo, el espacio, ambos defendemos una visión positiva del mundo, de la ciencia, de la tecnología, del progreso humano. Y ambos hemos dedicado muchos años de nuestra vida a arrancar de las rocas de la Tierra los secretos de su historia y de los complejos procesos de evolución biológica.

La figura de Teilhard de Chardin fue, desde el principio, muy contestada por algunos y mirada con recelo por parte de sectores oficiales de la Iglesia. Pese a su brillante tesis doctoral defendida en 1922, en 1923 Teilhard fue “destinado” por sus superiores a China; en 1923. Estando ya en China, el padre Provincial le ordenó que dejara de figurar como profesor del Instituto Católico de París. En 1927, Roma le negó el imprimatur a El Medio Divino (escrito en Tiensin entre noviembre de 1926 y marzo de 1927; no sería publicado hasta 1957, y en castellano en 1958).

Aunque persisten las dificultades que dieron lugar a la intervención del Santo Oficio, se ha impuesto por lo general una actitud más abierta y positiva. Indicio de este nuevo clima son, además de varias intervenciones conciliares y de una cauta pero significativa cita del papa Pablo VI en su alocución de marzo de 1966 (Ecclesia, 12 marzo 1966, página 378), la toma de posición del Padre General de los jesuitas, P. Pedro Arrupe, al defender públicamente el buen nombre del combatido hermano de Orden y al reconocer, pese a todas las críticas que puedan y deban hacerse, que en su obra lo positivo supera a lo negativo”.

En 1981, con ocasión del centenario de su nacimiento, en el Instituto Católico de París tuvo lugar un acto académico en su honor. El cardenal Agostino Casaroli envió a monseñor Paul Poupard, en nombre del Papa, una carta elogiosa de la personalidad de Teilhard, haciendo reservas respecto a algunas expresiones conceptuales. La prensa interpretó que la Santa Sede revisaba su anterior toma de postura, pero un rápido comunicado de la Santa Sede de julio de ese año insistía en que la carta del Cardenal Casaroli manifestaba reparos serios a algunas ideas teilhardianas que la prensa había ocultado.

Las aguas se han serenado y muchas de las ideas teilhardianas, bien clarificadas, no tienen que significar una amenaza para la fe. Antes bien, su pensamiento ha hecho mucho bien a muchos creyentes que han encontrado en Teilhard la formulación de muchas ideas que rondaban en la mente y han abierto esperanza en el encuentro entre la fe y la ciencia.

Los ensayos filosóficos, religiosos y místicos de Teilhard, estuvieron en su gran mayoría inéditos durante su vida. Comenzaron a publicarse a partir de finales de los 50 en Francia y muy pronto se tradujeron a muchas lenguas, entre ellas al castellano. Los libros de Teilhard se vendían en la década de los 60, entre los jóvenes y fascinaban a esa generación que buscaba una nueva formulación de sus creencias más de acuerdo con su formación intelectual científica. Hoy, las jóvenes generaciones casi no saben quién es. Teilhard pasó muy rápidamente del estrellato al olvido.


1La Asociación de Amigos de Pierre Teilhard de Chardin (sección española) se creó en septiembre de 2013. En la actualidad cuenta con un centenar de socios y la secretaría radica en la ciudad de Córdoba. Puede encontrarse información en https://teilhard.net

2http://es.wikipedia.org/wiki/Emiliano_Aguirre_Enr%C3%ADquez Emiliano Aguirre Enríquez (1925- 2021), es un paleontólogo español. Su principal aportación a la paleoantropología es el inicio del estudio de los yacimientos pleistocenos de la Sierra de Atapuerca, cuyas excavaciones dirigió desde 1978 hasta su jubilación, en 1990. Es Premio Príncipe de Asturias y Académico numerario de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.