CAUSAS DEL SUFRIMIENTO
Diversidad por su
origen
En el capítulo anterior
centramos nuestra reflexión en unas
breves pinceladas históricas del sufrimiento de la humanidad, escritas cuando la sociedad a escala mundial, sufría el COVID 19. Nos preguntábamos si en
este mundo de sufrimiento, había alguna oportunidad para la esperanza, cuestión que nos lleva hoy y en sucesivas reflexiones,
a aproximarnos a las causas, diversidad
de actitudes y respuestas que se han dado y siguen presentes
en la sociedad actual. Para
afrontar la complejidad
de este análisis, tarea no
fácil, intentamos profundizar en las principales causas que
originan el sufrimiento de la
humanidad y sus distintos rostros.
Nuestro discernimiento ha de ser
pedagógico, que tenga una cierta
sistemática y contribuya a
profundizar en el objeto de nuestra reflexión: el sufrimiento. El factor más relevante, que nos permite diferenciar
las muy diversas manifestaciones
del sufrimiento de la humanidad, es la intervención o no, de la
voluntad humana, individual
o colectiva. Importa resaltar,
que el sufrimiento, cualquiera que
sea su origen o circunstancias,
puede producir, además de los daños físicos, otros psicológicos y emocionales
profundos y de larga duración, en
la persona o
personas que los han sufrido y en
sus familiares.
El Mal Físico o de
origen natural
Cuando en las causas que originan el sufrimiento, no
interviene la voluntad humana, o su influencia
es
muy reducida, cabe denominarle
de origen natural
o mal físico. Es el
mal originado por las fuerzas y leyes de la naturaleza, que
va unido a la vulnerabilidad de la
condición humana, que comparte
con toda manifestación de la vida. La imagen emblemática de este sufrimiento
es la enfermedad grave, de
nacimiento o sobrevenida, de muy
diversas patologías que pueden
condicionar la vida humana hasta extremos insoportables, así como la muerte de los seres humanos y de
cualquier especie de vida. En este orden de origen natural, está el
sufrimiento causado por la violencia desencadenada en la naturaleza, por movimientos sísmicos, erupciones volcánicas, maremotos, tsunamis, huracanes,
tornados, tormentas, rayos, inundaciones y otros fenómenos
naturales. En la memoria
colectiva de la Antigüedad, quedó
el recuerdo de la destrucción de las
ciudades romanas de Pompeya y Herculano, a causa del terremoto y de la erupción
del Vesubio en el año 79 (d.C), y ya
en la Edad Moderna, el gran terremoto de
1755 que devastó Lisboa y afectó a
buena parte de la costa atlántica
peninsular española, incluida la costa
marroquí, con 100.00 muertos
aproximadamente. Más recientemente, la destrucción del tsunami
que en Diciembre de 2004 asoló
las costas de Indonesia, Sri
Lanka y la India en el océano Índico,
con una cifra aproximada de 270.000 muertos y desaparecidos, además de numerosos daños materiales.
En esta modalidad de
sufrimiento de origen natural, en las
que las leyes de la biología, de la
física y de la química no son controladas por la voluntad humana
y de muy difícil previsión y alcance, se incluyen gran parte de
las epidemias y pandemias de la historia y del momento
actual: la peste, la gripe, la
viruela, el cólera, la malaria, el ébola, el dengue, el sida, la
tuberculosis y la lepra. Está confirmado que las
bacterias o los virus se transmiten en muy diversas circunstancias, y generalmente de forma
desigual entre las
poblaciones de los
distintos países y continentes, como consecuencia de los
distintos grados de equipamientos médicos; de las condiciones de higiene; de las
costumbres alimenticias ; de las aglomeraciones de
personas; de la ordenación e
infraestructura urbanística muy concentrada en
reducidos espacios, y de una
extensa movilidad de la población favorecida
por los innumerables
adelantos técnicos, que condicionan la vida de las sociedades de las grandes urbes
y áreas metropolitanas. Así
sucedió con las diversas
oleadas de epidemias que azotaron
a la humanidad y también con la denominada gripe
española de 1918, aparentemente oculta
en los soldados que eran víctimas en las trincheras de la Gran Guerra y también agentes de contagio a la población civil.
Recientemente el SARS C0V del
año 2003 y en la actualidad el SARS
CoV-2 causante de la enfermedad del COVID-19. Transcurrido algún tiempo,
los científicos y
epidemiólogos señalarán la naturaleza, su crecimiento, efectos y
los factores cooperadores en la trasmisión del reciente virus.
El Mal Moral
El sufrimiento originado por la voluntad humana, también denominado mal moral,
es sin duda el que
más sobrecoge en la historia de
la humanidad, ya que incluye todas las atrocidades llevadas
a cabo por y entre
seres humanos, con enorme crueldad: los conflictos armados, el terrorismo,
los asesinatos en masa o individuales, los homicidios, el trato inhumano de la esclavitud, el racismo, la tortura,
la drogadicción, las conductas de odio, las injurias, las calumnias y el desprecio a la
conciencia e intimidad de las
personas.
En la Antigüedad, las guerras de los griegos y los persas y las conquistas de Alejandro Magno o del imperio romano; en la Edad Media, los pueblos centroeuropeos y de Europa oriental y la conquista y expansión del Islam; en la Edad Moderna, el descubrimiento y dominación de América por europeos y los conflictos político religiosos en Europa; en la Edad Contemporánea, la colonización europea en Asia y en África, el proceso de descolonización; y más recientemente en el siglo XX, las dos Grandes Guerras Mundiales; finalmente las dictaduras y regímenes totalitarios a escala mundial. La guerra, y otras modalidades de violencia, así como la esclavitud y el racismo, han sido, sin duda, las causas más generalizadas de sufrimiento, cuyo origen es o ha sido la voluntad humana en el pasado, y en parte, en el presente.
Se pueden añadir a lo anteriores, los efectos de la drogadicción, como causa igualmente de sufrimiento para centenares de miles de personas que han sido víctimas de sus efectos en el siglo XX y en las primeras décadas del siglo XXI. Asimismo, el derivado de la pobreza severa y de la exclusión social, que alcanza en el mundo actual en torno a los 1.200 millones de personas, condenados a unas formas de vida, lejos de las condiciones mínimas para sobrevivir, generalmente ligadas a la miseria, al hambre y enfermedades endémicas, por causa de sistemas económicos y sociales, que promueven la injusta distribución de la riqueza y de los medios materiales para vivir dignamente.
En la Antigüedad, las guerras de los griegos y los persas y las conquistas de Alejandro Magno o del imperio romano; en la Edad Media, los pueblos centroeuropeos y de Europa oriental y la conquista y expansión del Islam; en la Edad Moderna, el descubrimiento y dominación de América por europeos y los conflictos político religiosos en Europa; en la Edad Contemporánea, la colonización europea en Asia y en África, el proceso de descolonización; y más recientemente en el siglo XX, las dos Grandes Guerras Mundiales; finalmente las dictaduras y regímenes totalitarios a escala mundial. La guerra, y otras modalidades de violencia, así como la esclavitud y el racismo, han sido, sin duda, las causas más generalizadas de sufrimiento, cuyo origen es o ha sido la voluntad humana en el pasado, y en parte, en el presente.
Se pueden añadir a lo anteriores, los efectos de la drogadicción, como causa igualmente de sufrimiento para centenares de miles de personas que han sido víctimas de sus efectos en el siglo XX y en las primeras décadas del siglo XXI. Asimismo, el derivado de la pobreza severa y de la exclusión social, que alcanza en el mundo actual en torno a los 1.200 millones de personas, condenados a unas formas de vida, lejos de las condiciones mínimas para sobrevivir, generalmente ligadas a la miseria, al hambre y enfermedades endémicas, por causa de sistemas económicos y sociales, que promueven la injusta distribución de la riqueza y de los medios materiales para vivir dignamente.
El sufrimiento de naturaleza
mixta
Hay circunstancias en
las que el sufrimiento no es
fácil encuadrarlo en la
clasificación anterior y por esta razón,
cabe denominar su origen,
de naturaleza mixta, modalidad de sufrimiento, en el que influyen tanto las fuerzas de la naturaleza
como la
voluntad humana y el marco
cultural en el que se desarrolla,
con su actividad económica y modelo de bienestar social; lo
condiciona, transforma y daña a la naturaleza y a los seres
humanos. Son muy preocupantes, los informes de la comunidad científica, que
alertan de las consecuencias y
males para la vida humana,
derivados de la conducta
humana en el cambio climático, en
la reducción de la capa de ozono, en la contaminación del aire,
en los ecosistemas marinos y reservas de la biosfera, en el deshielo
de amplias superficies
de los casquetes polares, en la deforestación de extensas áreas
de superficies, en la
inundación previsible de tierra
firme por la subida del nivel del mar, en la invasión urbanística en los espacios naturales de los ríos. Resulta llamativa
cómo la limitación de
movimientos y vehículos en las grandes ciudades europeas, asiáticas y americanas,
como consecuencia del
confinamientos de sus ciudadanos, nos ha proporcionado una importante reducción de la contaminación atmosférica
muy beneficiosa para la
salud pública. Paradojas reales que nos debieran hacer pensar en qué sociedad deseamos vivir para el futuro.
De otra parte, tenemos conciencia de los límites
de la vida humana, tanto por el final de su ciclo
biológico, como también porque
sus protagonistas, muy frecuentemente, desconocen y desafían el riesgo
que se cierne sobre ellos, ante las
leyes y fuerzas naturales, no
controladas por la voluntad
humana. A modo de ejemplo, cabe
señalar el sufrimiento que conlleva la carrera armamentista
moderna cuya finalidad es aumentar
la potencia de destrucción de
personas y bienes, o los innumerables accidentes aéreos,
ferroviarios y de vehículos a motor, y
los accidentes de centrales nucleares (Chernobyl en la antigua URRS
y Fukushima en el Japón moderno)
y de plantas de fabricación química (Bhopal en la India) por causa de la
falta de seguridad e imprudencias de sus respectivos responsables
y dirigentes, en el uso de las diferentes tecnologías. En esta última modalidad de
sufrimiento, existe una
decisiva intervención humana y
responsabilidad individual o colectiva,
que en el ejercicio de
su libertad, actúa motivada por
razones muy diversas: reducir los gastos de seguridad y de
verificación de los controles de
altas tecnologías, así como la excesiva imprudencia y conductas temerarias
de los individuos, que menosprecian los riesgos que asumen al no respetar
y vulnerar las leyes naturales.
El Malestar de la Cultura
Moderna
El sufrimiento derivado de este malestar, ha sido objeto de
muchos sociólogos de la modernidad, quienes han señalado sus posibles causas y
efectos. Esta fuente del
sufrimiento que hemos denominado malestar de la cultura
moderna, podría incluirse en
las analizadas como mal moral, y se ha
optado por una
atención diferenciada y singular de la
misma, dada la influencia que tiene en la sociedad y sobre la
que en nuestra opinión, se reflexiona poco y goza
de un cierto carácter
invisible.
Somos conscientes que este malestar tiene relación con
las formas a través de las que se
manifiesta la cultura moderna en la era de la globalización, y que tiene raíces
profundas en los sentimientos,
intereses y tensiones de una sociedad muy compleja, donde el pluralismo es un
rasgo dominante, como consecuencia de la diversidad de ideas y creencias; de la libertad de opinión e información; del
creciente nivel multicultural de los ciudadanos; del progreso
técnico-científico; de los sistemas
educativos que contribuyen a la
integración social; de la desigualdad de renta,
de riqueza y bienestar
social; del estatus social en
el que están integrados y se sienten
identificados; de la influencia de los
medios de comunicación en la formación
de la opinión pública;
y de las nuevas tecnologías digitales de la información.
De otra parte, al
pluralismo de la sociedad se une la
incertidumbre y desorientación que se ciernen sobre
los individuos y los grupos
sociales, a medida que se debilitan
las certezas y los referentes
culturales de un mundo que forma
parte del pasado, al tiempo que nuevos
marcos culturales y modos de conductas
emergentes, no acaban de consolidarse y desarrollarse plenamente.
Ante tanta dificultad para comprender lo que acontece en nuestro
entorno, ya sea en el trabajo, en nuestras familias, en los círculos de amistades y en nuestros niveles de bienestar
y confort, se corre el riesgo de
sustituir la reflexión por
un sentimiento de impotencia,
desorientación y temor. Este desencuentro
con la realidad conduce frecuentemente a los individuos y grupos
sociales, a refugiarse en las
emociones, donde esperan alcanzar
un mayor grado
de certidumbre y cohesión con el grupo
al que se sienten pertenecer. Tales
conductas, llevan a una creciente
competitividad, por la imagen,
la fama, el dinero, el mayor
bienestar material y a reacciones
simples y reduccionistas, que les
proporcionan mayor seguridad ante las certezas perdidas.
Estas actitudes son potenciadas en los grandes medios de
comunicación para garantizar mayores
niveles de audiencia, y con estos
intereses, propician la
banalización y la
superficialidad de cuestiones
relevantes; al mismo tiempo, tienden a
la desmesura y a la magnificación de
aspectos de la vida social,
que tienen menos
importancia y poco
enriquecimiento personal y social. Está muy extendida en el mundo de las
comunicaciones y de la información, el axioma de que son las malas noticias y no las buenas
noticias, las que gozan
de gran potencia ante la opinión
pública. La frontera existente
entre la información relevante y la frivolidad es muy débil, como lo es también, la pérdida de
mesura y prudencia en la valoración y verificación de los hechos, en su ponderación y en el exceso
de prejuicios y manipulación en las opiniones, que invitan a una permanente discrepancia y a romper los consensos básicos sociales. Todo ello, forma parte de la urdimbre social
en la que crece todo tipo de intolerancia e intransigencia,
robando espacio al dialogo, al respeto y
a las formas elementales de la
convivencia y de la educación.
Lamentablemente, esta cultura
del disenso, lamentablemente está muy extendida
en la sociedad y conduce a
magnificar la división y la discordia en muy diversos ámbitos
de la sociedad.
Conclusiones
Son muy complejas y
diversas las causas y circunstancias
del sufrimiento de la humanidad,
al que han querido
dar respuesta numerosas
corrientes de pensamiento de
carácter científico, filosófico
y ético, sociales, además de
las diferentes concepciones religiosas. Todas ellas, nos pueden ofrecer desde
su perspectiva, cómo
han afrontado este drama de
la humanidad, y una visión
rica en matices, poniendo de manifiesto la capacidad creativa de los seres humanos, que
serán analizadas en las próximas reflexiones.
Excelentes contenidos en estos posts.Queremos decir que, aunque la mayoría de los Países se jactan de haber sobrepasado mas del 90% de escolaridad, el desarrollo de Conocimientos más amplios va cada vez mas ceñido a las personas de mayores recursos. Hace al menos 3 décadas. los medios audiovisuales eran un instrumento de la Cultura. Hoy, salvo muy raros casos, son la banalidad generalizada.
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