NAVIDAD
Vivencias
y Emociones
Todos
los años, cuando van
pasando las hojas del calendario y llegan los días del mes de Diciembre,
nos asaltan sentimientos, emociones y
reflexiones sucesivas, al
acercarse las fiestas navideñas. Los recuerdos de nuestra infancia
y la nostalgia de un pasado rodeado del afecto y cariño de la familia,
de las ilusiones y fantasías de la niñez, vienen unidos
a la ausencia de los que nos trajeron a la vida, nos hicieron felices y nos protegieron. Son
días en los que la alegría y las ilusiones, llenan
los ojos
de los niños, y la tristeza de
los adultos, por la nostalgia y recuerdos del pasado. Para unos, la Navidad es alegría;
para otros, tristeza y nostalgia.
Este año, aquellos recuerdos están ensombrecidos
con las noticias de la pandemia del Covid 19, que está cambiando
el ritmo de nuestras vidas y modificando los
planes de encuentros familiares. Nos vemos obligados por las limitaciones aconsejadas e
indicadas por las autoridades
sanitarias, a restringir los viajes, las cenas y almuerzos, los abrazos a los
hijos y a los nietos,
extensibles a los grupos de amigos. Estas circunstancias, unidas a las consecuencias económicas
que conllevan, han creado
un clima de incertidumbre y vulnerabilidad que invade
al conjunto de la sociedad, en todos los países que
sufren y son muchos, la actual
pandemia del coronavirus; pandemia desconocida
en muchas décadas por su
dimensión y extensión planetaria, en los
últimos cien años, desde que tuvo lugar
la propagación de la gripe de
1918 -1920 y más recientemente, por otras causas, desde la II
Guerra Mundial. Todas estas
circunstancias hacen revivir
un mundo de sentimientos y emociones que nos hacen perder el origen y el sentido de la Navidad para los cristianos, en una sociedad secularizada en la que coexiste
un notable pluralismo ideológico
y de creencias.
Nuestra mirada recorre
la Navidad, a través de las imágenes
que han llevado a
familiarizarnos con las
fiestas navideñas: la Anunciación, la
Visitación, el Nacimiento en Belén, la
Adoración de los Pastores y la Adoración
de los Magos. Centraremos nuestra
atención en cada uno de estos momentos, desde le percepción que los cristianos que viven
el mundo moderno actual,
tienen de aquellos
acontecimientos.
La Anunciación y la Visitación
La
expresión estética más acabada
que narra los orígenes de la Navidad
se encuentra en la belleza
literaria del evangelista (Lucas 1.28-38) y más sobria de (Mateo
1.18-25), así como en la belleza del cuadro de la Anunciación, que pintara Fray Angélico, para quienes han
tenido el gozo de
contemplar alguno de los que se expone en el Museo del Prado o en el convento de San
Marcos en Florencia y otros pintores.
Una y otra belleza, la literaria y la pictórica, nos cautivan
y sumergen en el candor pretendido por
sus autores, para suscitar en nuestra
sensibilidad e interior, la emoción
que arrastra toda belleza
y comprender el mensaje
que transmite la narrativa literaria o
la estética de un cuadro. Sin duda, es un lenguaje que crea una atmosfera de intimidad y misterio, para transmitir la presencia de Dios,
lejos de
la racionalidad moderna. Así se encuentra en la ternura de la poesía de Federico
García Lorca, dedicada al ángel Gabriel, al Niño y a su Madre:
“Dios te
salve Anunciación, Morena de maravilla. Tendrás un Niño más bello que los
tallos de la brisa. ¡ Ay San Gabriel de
mis ojos! ¡ Gabrielillo de mi vida!. Para sentarte, yo sueño un sillón de
clavelinas. Dios te salve, Anunciación
bien lunada y mal vestida. Tu Niño
tendrá en el pecho un lunar y tres heridas. ¡Ay San Gabriel que reluces! ¡Gabrielillo
de mi vida. En el fondo de mis pechos ya nace la leche tibia. Dios te salve, Anunciación, Madre de cien
dinastías. Áridos lucen tus ojos,
paisajes de caballistas. El Niño canta en el seno de Anunciación sorprendida. Tres balas de
almendra verde, tiemblan en su vocecita. Ya San Gabriel en el aire, por una
escala subía. Las estrellas de la noche se
volvieron siemprevivas.”
El evangelista nos describe una escena más allá de los parámetros de la vida cotidiana (Lucas
1.28-38) que sólo puede alcanzar la literatura, la música y la pintura:
“Al sexto
mes, fue enviado por Dios, el ángel Gabriel, a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón llamado José de la casa de David;
y el nombre de la virgen era María. Y
entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Ella se
turbó ante estas palabras y pensaba
qué significarían estas palabras. El ángel le dijo: No temas María,
porque has hallado gracia ante Dios. Concebirás y darás
a luz un hijo, al que pondrás por nombre
Jesús. Él será grande y llamado
hijo del Altísimo, y le dará el Señor
Dios el trono de David, su padre;
reinará sobre la casa de Jacob, por los siglos y su reino no tendrá fin. El ángel le
respondió: El Espíritu santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra; por eso, el que ha de nacer
será santo y será llamado Hijo de Dios.”
En
este texto, el evangelista Lucas, intenta
ofrecer una estructura narrativa literaria de la concepción de
Jesús, muy similar al anuncio a
Zacarías, sacerdote del Templo de
Jerusalén, del nacimiento de su hijo Juan. En este último, el ángel Gabriel se dirige a Zacarías, como
enviado por Dios, para anunciarle que su mujer
Isabel, concebirá y dará a luz un
hijo, que se llamaría Juan. Asimismo, el evangelista Lucas también nos proporciona una breve
crónica familiar, de la concepción de Jesús, de modo semejante, con algunos
personajes distintos, al
indicar que el mismo ángel Gabriel, se dirige a María,
y le anuncia que Dios ha encontrado en ella el grado más excelso de
bondad y belleza de espíritu, indicándole, que para Dios está “llena de gracia”, y por ello concebirá
un hijo a que llamará Jesús.
Sin embargo, llama la atención, que en el
mensaje del ángel a María, dice
que Jesús será reconocido como
hijo del Altísimo, para a continuación
indicar que “Dios
le dará el trono de David, su padre, y reinará en la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.”. Son palabras inspiradas
en el lenguaje y oráculo de los
antiguos profetas, que
anunciaban la venida de un
Mesías, escritas en el marco cultural
del Judaísmo, cuya esperanza era el
restablecimiento de un reino temporal, sucesor del rey David, y sobre el reino de Jacob. Se cita también la casa de David, en el Benedictus
que proclamara Zacarías en el momento de la circuncisión de Juan, al referirse
a éste, como garantía frente
a sus enemigos( Lucas 1. 68-77):
“Bendito
el Señor Dios de Israel porque ha
visitado y redimido a su pueblo y nos ha
suscitado una fuerza salvadora en
la casa de David, su siervo, como había prometido desde
tiempos antiguos, por boca de sus santos profetas; que nos salvaría de
nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian, concediendo su
misericordia a nuestros padres….”
Una
nueva forma literaria de gran fuerza
expresiva, en el Magníficat, que el
evangelista (Lucas 1.46-55) pone en boca
de María, con ocasión de la visita que
realizó a Isabel, supone un cambio del mensaje acerca
del Mesías anunciado
en la Anunciación y en el Benedictus:
“Mi alma
glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque ha
puesto los ojos en la humildad de su
esclava y por eso desde ahora, todas las
generaciones me llamarán bienaventurada; porque ha hecho maravillas en mí el Poderoso, cuyo nombre es Santo y su misericordia alcanza de generación en generación a los que
le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios en su corazón. Derribó a los
poderosos de sus tronos y exaltó a los
humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y
a los ricos despidió
vacios… “
Llama la atención que el evangelista en este texto que proclama
María, la futura madre del
Mesías, ofrece una imagen
distinta de la narrativa anterior, en la que se proyecta su grandeza,
desde la sencillez y la humildad, que lo espera todo de la
misericordia de Dios; que despliega su manto
protector a favor de los
humildes frente a los soberbios; a favor
de los hambrientos y pobres frente a los ricos y no anuncia para el hijo que está gestando, poder o reino temporal, ni la condición de
sucesor en el trono del rey David. Probablemente,
la explicación está en las matizaciones que pudo introducir la comunidad cristiana, a
partir de la tradición oral, en el Evangelio de Lucas.
El Nacimiento en Belén
Este acontecimiento, forma parte
del núcleo central
del Cristianismo, aunque utiliza
un lenguaje distinto a una
narrativa histórica, al anunciar el
alumbramiento del hijo de María,
conforme a las palabras del ángel en la
Anunciación según los evangelistas Lucas y Mateo; y cantado a través de la metáfora del profeta (Isaías 9.5-6) varios siglos antes, anunciando la restauración del reino de David, en forma
de una bellísima poesía del profeta:
“Porque una criatura
nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. El señorío estará sobre su hombro, y
su nombre se llamará Maravilla de
Consejero, Dios Fuerte, Siempre Padre, Príncipe de la Paz. Grande es su Señorío
y la paz no tendrá fin, sobre el trono
de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo en la
equidad y en la justicia.”
Frente a la magnificencia del lenguaje del profeta
Isaías, resalta la sencillez de la descripción de
(Lucas 2.1-7) : “Por
aquellos días, salió un edicto de
César Augusto ordenando el
empadronamiento de todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar, siendo gobernador de Siria, Cirino (Quirino). Iban todos a empadronarse, cada uno a su
ciudad. Subió también José
desde Galilea, de la ciudad de
Nazaret a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por
ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa que estaba encinta. Y sucedió, que mientras ellos estaban
allí, se le cumplieron los días del alumbramiento. Y dio a luz a su hijo
primogénito, le envolvió en pañales y le
acostó en un pesebre, porque no
tenía sitio en el alojamiento.”
Y descrita por (Mateo1.18-25): “El
nacimiento de Jesucristo fue de esta
manera. Desposada su madre María con José, y antes de vivir juntos ellos, se
encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo, y
no queriendo denunciarla decidió
repudiarla en secreto. Esto pensaba, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:
José, hijo de David, no temas en tomar
contigo a María, tu mujer, porque lo concebido en ella, es del Espíritu Santo.
Dará a luz un hijo y tú le pondrás por
nombre Jesús, porque él salvará a su
pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió
para que se cumpliese el oráculo
del Señor por medio del profeta:
Ved que la virgen concebirá y dar á luz
un hijo y le llamará Emmanuel, que significa
Dios con nosotros. Despierto
José del sueño, hizo como el
ángel del Señor le había ordenado; recibió a su mujer. Y sin que la conociera,
dio a luz un hijo al que llamó Jesús.
Estas palabras de Lucas y Mateo, forman parte de la imagen más
emotiva que fascina a los cristianos
de todas las épocas, por el candor
y la ternura que inspira el nacimiento de Jesús
en las circunstancias que
describe. Lo ha sido en el arte de la pintura, como lo han reflejado los más grandes pintores Murillo, Correggio, Caravaggio y otros; en la música de G. Friedrich Handel y
Juan Sebastián Bach; en los retablos
de numerosas templos, basílicas y
catedrales; así como en las mejores plumas
de la literatura; en el cancionero popular y en los villancicos, como lo
refleja un tanguillo gaditano,
titulado Jornaditas de Belén, que
estremecía en la voz del cantaor Chano Lobato:
“Hacia Belén
caminaba la Seña Virgen María, y el bueno de San José marchaba en su
compañía. Jornaditas de Belén con gusto te abrigaría, que va cayendo la nieve y está la noche muy fría. A prisa Seño José, tire de la
borriquilla, que ha de nacer en Belén,
la más grande maravilla. Iban solitos
los dos, ninguno se entretenía, hablando cosas de Dios, se va la noche y el
día. Llegados son a Belén, mesón y posada no había; al pobre San José, las
lágrimas le salían. No te apures dulce esposo, dice la Virgen María, que si
otra casa no hallamos, aquél portal
bastaría. Un pesebre han encontrado donde dos bestias había. La Virgen
como es tan buena, al carpintero le
decía: acuéstate buen marido hasta que
amanezca el día, yo misma te avisaría.
Pasada la medianoche, sintió que un niño
gemía y se despertó el Patriarca con
temblores de alegría. ¿Por qué no me has
avisado, esposa María, que ha nacido el rey del mundo, mientras que el
mundo dormía?
En la narrativa descrita por Lucas, tras la sencillez y austeridad de su
lenguaje, destacan varios
aspectos de interés. De una parte,
existe en el autor, la intención de situar
el acontecimiento en un contexto
histórico y en unas circunstancias concretas, resaltando que el
nacimiento de Jesús, hijo de María, fue real y formó
parte de la humanidad, en un
momento de la historia de Galilea
y Judea, bajo la dominación
romana. Lo sitúa bajo
el mandato del emperador Cesar
Augusto (27 a.C.- 14 d.C.) y Publio
Sulpicio Quirino, antiguo senador y cónsul de Roma, designado por
Cesar Augusto, gobernador de
Siria. A la luz de las fuentes históricas, es correcto
ubicarlo en la época de Cesar Augusto, cuyo mandato fue extenso y se corresponde tanto al calendario romano, que nace
en el año 753 de la fundación de Roma, como al calendario cristiano, que
se inicia en el año 754 de Roma, elaborado por Dionisio el Exiguo, monje y
matemático de la segunda mitad del siglo V y primera del siglo VI. Por el
contrario, no es exacto que
el nacimiento tuviese lugar con ocasión del primer censo realizado siendo
gobernador de Siria, Publio S. Quirino, en tiempos del emperador
Cesar Augusto, ya que este censo, está comprobado que fue
realizado en el año 6 d.C. o
759/60 de la era romana, treinta y siete
años después de la victoria de Octavio
sobre Marco Antonio. La causa de esta disparidad, podría atribuirse a
un error en el que pudo incurrir Dionisio el Exiguo al trasponer
el calendario romano al
calendario cristiano, aunque su
error no
cambia sustancialmente la
fecha del censo. Según la revisión
posterior, Dionisio el Exiguo erró al
retrasar varios años el nacimiento de
Jesús, al situarlo en el 754 del calendario romano, cuando debió ser
en torno al 749/48 romano, unos
5/6 años antes del calculado
por Dionisio el Exiguo; muy anterior,
a la realización del censo y empadronamiento de José
y su esposa María, según las
hechos narrados en el evangelio de
Lucas. Admitiendo el nacimiento
de Jesús entre los años 749/48 del calendario romano, tras la corrección realizada a los cálculos de
Dionisio el Exiguo, no
consta se ordenase en esos años, elaborar un censo
a la población residente en Galilea y Judea, al estar confirmado que lo fue
en el año 6 d.C. (según Dionisio el Exiguo) y en el 759/760 del
calendario romano.
Asimismo, según (Mateo 2.1), el
nacimiento de Jesús tuvo lugar
en tiempos de Herodes, aunque no especifica si era Herodes el Grande,
fallecido en el año 750 de la era romana, sin mencionar a P.S. Quirino ni el empadronamiento. Así pues, el
contexto político del nacimiento de
Jesús, se sitúa en el evangelista Mateo, en la época del emperador Cesar Augusto, probablemente, al final del reinado de Herodes
el Grande, unos 2/3 años después del nacimiento de Jesús, y le sucedió su hijo Arquelao. El
error en el relato de Lucas, probablemente, pudo deberse
a una falsa apreciación en la elaboración de una tradición oral
de la primera comunidad cristiana, que incurrió en una
confusión en las fechas del
calendario, al reconstruir muchas décadas más tarde, la posible fecha del nacimiento, a
partir de los testimonio recibidos
de una generación anterior.
De otra parte, quizá pudo existir otra intencionalidad en el transcurso de los años
sesenta en los que se escribió el
evangelio de Lucas. Al estar obligado
José a empadronarse en Belén, como descendiente de la casa de David,
se adelantó la fecha
del censo, varios años antes de la que realmente se llevó a efecto en Galilea y Judea, por
Publio S. Quirino en el año 6
d.C. y justificar de este modo,
el nacimiento de Jesús en la ciudad
de Belén donde nació
el rey David. Igualmente, el
evangelio de (Mateo 2.6-7), recurre a la consulta
que el rey Herodes hace a los sumos
sacerdotes y escribas preguntándole
donde había de nacer el rey de los judíos, indicándole éstos,
que en Belén. Esta otra posible explicación, que sitúa
el nacimiento en Belén, siendo residentes de Nazaret, tiene una finalidad didáctica, si se tiene presente el contexto
religioso y político de la
sociedad judía. Los primeros cristianos
provocaron una escisión y
división dentro del Judaísmo, siendo objeto de persecuciones por parte de las autoridades religiosas judías; de otra parte, el deseo de anunciar
el mensaje y la vida de
Jesús, como el Mesías
y legítimo sucesor
al trono de David, acorde con la
tradición de los profetas, obligaba a
dar pruebas y emplear un lenguaje que convenciese a los
judíos que se sentían próximos al mensaje
de la primitiva comunidad cristiana.
Es muy posible, a modo de
hipótesis, que en los años
en los que se redactó el evangelio de Lucas y el de
Mateo, en la década de los años
sesenta y cincuenta del siglo I, la comunidad cristiano y los
redactores vieron la conveniencia
de ofrecer como prueba
irrefutable para convencer a los judíos, que el nacimiento de Jesús había sido en Belén, conforme a la tradición de los profetas.
En todo caso, más allá de estas
consideraciones relativas a Belén
y al gobernador de Siria, el
mensaje central del nacimiento de Jesús
es que el Hijo de Dios asumió la condición humana y se sometió
a la servidumbre y fragilidad
que comporta: el gozo y el sufrimiento, la compasión y la muerte. Resalta
asimismo, las condiciones de pobreza y humildad del lugar en el que
tuvo lugar el alumbramiento: un establo
destinado a los animales,
arropándolo con unos pañales en un pesebre Es
el núcleo central de la
Encarnación: se hizo carne semejante a
la de todo ser humano, salvo en el
pecado. El evangelio de (Juan 1.14), lo expresa, con otras categorías literarias, identificando al Hijo de Dios con la Palabra:
“La
Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre
que viene a este mundo. En
el mundo estaba y el mundo fue hecho por
ella, y el mundo no le conoció. Vino a su casa y los suyos no lo recibieron.
Pero a todos los que le recibieron, les dio poder de
hacerse hijos de Dios, a los que
creen en su nombre, la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que
nació de Dios. Y la Palabra se hizo
carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe
del Padre, como Hijo único, lleno
de gracia y de verdad.
La Adoración de los Pastores
En el evangelio se narran, con frecuencia, señales
y signos con una fuerza simbólica
y poética que se corresponden a
una teofanía o manifestación de Dios, creando
una imagen extraordinaria, para poner de manifiesto que el Altísimo
se comunica a los pastores
que se encontraban en las
inmediaciones del lugar en el que estaba
la familia de José ( Lucas 2.6-13):
“Había en
la misma comarca, algunos pastores que dormían
a raso y vigilaban por turno, durante la noche, su rebaño. Se le
presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. El Ángel
les dijo: No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el
pueblo; os ha nacido hoy en la ciudad
de David, un Salvador, que es el
Cristo, el Señor; y esto os servirá de señal: encontrareis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Y de
pronto, se unió al Ángel, una multitud
del ejército celestial que
alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios
en las alturas y en la tierra
paz a los hombres en quienes se
complace.”
El anuncio del
Ángel no iba dirigido a los sacerdotes y levitas que atendían
el Templo de Jerusalén, ni a las
autoridades políticas representada por Herodes, ni a las gentes
que transitaban por el
centro muy concurrido de la ciudad santa para los judíos. Se dirigía a unos
pastores que cuidaban su rebaño
en las afueras de Belén y dormían
bajo el techo de las estrellas de la noche, resaltando el origen humilde de este grupo, cuya extracción social le
situaba entre los pobres de una
sociedad formada por jornaleros y pastores: “Os ha
nacido hoy en la ciudad de David,
un Salvador, que es el Cristo, el Señor; y esto os servirá de señal:
encontrareis un niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre.”.
La reacción de los pastores no se hizo esperar, una vez se retiraron
los mensajeros de la buena
noticia, y deliberando entre sí, asombrados y
perplejos, por lo que habían
oído, dijeron:
“Vayamos a
Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado. Y fueron a
toda prisa y encontraron a María y a
José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les
habían dicho acerca de aquel niño y
todos los que le oyeron se maravillaban
de lo que los pastores les decían. María, por su parte guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron
glorificando y alabando a Dios, por todo lo que habían oído y visto, conforme a
lo que se les había anunciado.”
Es, sin duda, la presencia de los
pastores en el lugar donde se encontraba
el recién nacido, con María y José, una de las imágenes de mayor belleza que inspiraron algunos de
los más notables cuadros de Murillo, El Greco, Caravaggio y Correggio, llenos de ternura y admiración, poniendo de
manifiesto la grandeza del momento
en el que tuvo lugar el nacimiento de Jesús. Asimismo, la
presencia y adoración de los pastores, es
recurrente en el cancionero
popular, por la emoción que suscita el
acontecimiento, especialmente en los villancicos en los que
se celebran los días de Navidad:
“Cantando
van los pastores, cantando van las zagalas, cantando van monte abajo por la
veredita blanca; y un lucerito
brillante les guía con su fulgor y a la
alegre luz radiante entonan esta canción: Corred pastorcillos, alegres cantad, que en Belén el Niño pronto nacerá.
Tocad las zambombas, zampoñas tocad, que en Belén el Niño ha nacido ya.
o también aquel otro: “Vamos
pastores vamos, vamos para Belén, a
ver en ese niño la gloria del Edén, a ver en ese niño la
gloria del Edén (….) Su establo
es una cuna, su casa un
portal y sobre duras pajas por nuestro
amor está. Allí duerme el niñito junto a
un mulo y un buey, con un blanco pañal”
El mensaje tanto de (Lucas 2.8-20), como en las
distintas representaciones
expresadas en la literatura, en la
pintura y en la música , es nítido: el
nacimiento de Jesús va dirigido singularmente, de forma
privilegiada a los humildes
y a los pobres, y es acogido por ellos con alborozo
y alegría, lejos de los oropeles
y magnificencia de la riqueza y del poder. Es triste constatar
que no siempre ha sido entendido el mensaje de Navidad, de este modo, y con frecuencia ha estado
instrumentalizado por los poderosos
y quienes han codiciado la riqueza. Finalmente, se
observa en el texto (Lucas 2.19) que se deja constancia del
silencio de María ante los hechos que se venían
desarrollando en la frase “María,
por su parte, guardaba estas cosas y las meditaba en su corazón.”. Lejos en el recuerdo y en el
corazón de María habrían quedado
las palabras pronunciadas por el Ángel:
“Concebirás y darás
a luz un hijo, al que llamarás Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de
David, su padre y reinará sobre la casa de Jacob
por los siglos y su reino no tendrá
fin.”
Invadida María por un sentimiento de asombro e incredulidad por el modo
y las condiciones en las que
había alumbrado a su hijo, no
entendería nada. El Hijo del
Altísimo había nacido en un pobre
establo, posiblemente en un anexo de la misma
posada donde pretendió
alojarla José; y al no
existir un lugar
más digno, se vio
obligado a socorrer a su esposa en el momento del parto, en el establo
destinado a estancia de los animales. A esta pequeña criatura indefensa se le había prometido el
trono de Davis y reinaría sobre
la casa de Jacob. ¿ Cómo era posible esta ensoñación?. La desolación y tristeza de
María y José debió ser
considerable, pero confiaron en
la palabra de Dios.
La Adoración de los
Magos
Una vez más, se encuentra
esta imagen familiar
en el escenario de la Navidad, muy vinculada
a nuestra infancia y al mundo de ilusiones y sueños
que aún perdura en muchos hogares:
la Adoración de los Magos. De las manos
de los grandes pintores también han
salido cuadros bellísimos, ya se sea Velázquez, Giotto,
Rubbens y otros; y en numerosos villancicos que cantan su presencia en Belén:
“Los tres
reyes de lejos vinieron; se presentaron al Niño Dios, con oro, mirra e incienso
y lo coronaron de rayos de sol. Y a los tres
guió una estrella radiante y
hermosa y a Belén llegaron con su resplandor”.
Será el evangelio (Mateo 2.1-5) el que nos da la
crónica de los magos::
“Nacido
Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey
Herodes, unos magos que venían del Oriente, se presentaron en Jerusalén,
diciendo: ¿Donde está el Rey de los judíos
que ha nacido? Pues vimos su
estrella en el Oriente y hemos venido para
adorarle. Al oírlo el rey
Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén.”
Convocados por Herodes, los sumos sacerdotes y los escribas
para que le informaran donde debía nacer el Mesías,
le dijeron:
“En Belén
de Judea, porque así está escrito por
medio del profeta: Y tú Belén, tierra de Judá,
no eres, no, la menor entre las
ciudades de Judá, porque de ti saldrá un caudillo, que apacentará a mi pueblo Israel.”
Informado Herodes de estas señales y presagios, les dijo
a los magos:
“Id e informaos
bien sobre este niño, y cuando le
encontréis avisadme, para ir yo también
a adorarle. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y la
estrella que ellos vieron en el Oriente,
iba delante de ellos, hasta que llegó y
se detuvo encima del lugar donde estaba
el niño. Al ver la estrella se llenaron
de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre; y postrados le
adoraron; le abrieron sus cofres y le
ofrecieron dones de oro, incienso y
mirra. Y avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su
país por otro camino.”
Ningún otro evangelista hace referencia a este suceso, pero esta circunstancia no ha impedido que
forme parte de los sentimientos y emociones
de la tradición de los cristianos, durante
generaciones y lo haya arropado
con nuevos detalles: Serán
conocidos como tres Reyes
Magos cuyos nombres eran Melchor, Gaspar y Baltasar. El relato de
Mateo es
más simple, al omitir el número
de magos, sus nombres y el título de
Reyes, y
permite un análisis de los hechos y del lenguaje
utilizado.
En primer lugar, corrobora
la intencionalidad de situar el hecho, históricamente durante el reinado de Herodes, que se
supone es Herodes el
Grande, que vivía cuando
nació Jesús, reiterando que este
niño fue real y
formó parte de la humanidad. En segundo lugar, nació en Belén de Judea, porque así lo
acordó el consejo de
sumos sacerdotes y escribas convocados
por el rey Herodes, ciudad del rey David. Este argumento podría
tener un carácter pedagógico, similar al empleado
en el evangelio de Lucas, para persuadir
a los judíos en vías de conversión al cristianismo, de que
Jesús, nacido en Belén, era el Mesías anunciado por los profetas de Israel.
En tercer lugar, la denominación de magos que proceden del Medio Oriente que siguen una estrella, es una construcción literaria
creativa y simbólica, para indicar que
estaban ante un acontecimiento extraordinario a través de señales y signos, que formaba parte de un contexto cultural en el que la
astrología o arte de interpretar
la influencia de los movimientos de
los astros en la
naturaleza y en los seres humanos,
era comúnmente aceptada. Sus
orígenes se sitúan en
Babilonia y en Egipto pero
la presencia de los astrólogos y de los primeros estudiosos de la astronomía, llegó a la corte de los emperadores Cesar Augusto y Tiberio, coetáneos de los
hechos descritos en el evangelio de
Mateo. Finalmente las ofrendas de oro,
incienso y mirra, tienen un valor
simbólico que resalta la
grandeza del recién nacido.
Un significado
muy relevante fue adquiriendo
la presencia de los Magos ante el recién nacido, en el transcurso de la
Cristiandad, por la universalidad del
mensaje de Navidad, sin acepción de culturas
y etnias: el Hijo de Dios ha nacido
en la pobreza para acoger a todos los seres humanos. Esta llamada a toda
la humanidad, contrasta con la
antigua tradición del Judaísmo, en el que Israel daba
culto a Yahveh, que era su Dios de forma exclusiva y que (Juan 1.11-14) abrió a
los que creen en el Hijo de Dios: “Vino
a los suyos y los suyos no lo recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, les dio poder para hacerse hijos de Dios, a
los que creen en su nombre.(…..). Y la palabra se hizo carne y habitó entre
nosotros y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo
Único, lleno de gracia y verdad”.
¿Es actual el Mensaje de Navidad?
Dar una respuesta a esta pregunta, requiere
varias consideraciones previas:
a).- En primer lugar vivimos
en una sociedad donde
conviven culturas muy diversas, con un pluralismo de creencias, ideologías y tradiciones históricas; en un mundo a escala planetaria, globalizado, en el que el progreso científico y
los cambios tecnológicos están
influyendo decisivamente en la educación de los ciudadanos y en los medios de
comunicación. Todo ello, está conduciendo
a una sociedad secularizada de
modo creciente, en la que el lenguaje
religioso ha de adaptarse a las nuevas realidades, como ya anunciara
el Concilio Vaticano II.
b).-
Es necesario y urgente, actualizar las formas
del lenguaje religioso de la
Navidad, resaltando la belleza literaria
de los textos y su adecuación
a los tiempos actuales y un
lenguaje más comprensible para que lo puedan entender las distintas
culturas que forman parte de la
sociedad mundial. Esta
adecuación, no significa
homogeneizar el lenguaje por igual a todas las culturas, lo que requiere un esfuerzo considerable en el proceso de inculturación, sin perder el horizonte
de la universalidad del mensaje
navideño.
c).- Dada la extraordinaria presencia del pluralismo en la sociedad, por los factores antes indicados, que condicionan
la globalización cultural, el
lenguaje ha de tener presente los niveles
educativos y actitudes frente al
hecho religioso, según sea para fortalecer a los creyentes, persuadir a los receptivos, y
ofrecer testimonio y respeto a los
agnósticos e indiferentes. Para ello, es
necesario delimitar los contenidos esenciales de la Navidad, de las formas
literarias de su narración, que puedan suscitar
la confusión y el rechazo
del núcleo central del mensaje.
¿Cuál es
el Mensaje fundamental de la Navidad?
a).- El nacimiento de Jesús, fue un acontecimiento que
sucedió en un momento concreto, que recordamos todos los años, por el que
el Hijo de Dios entró a formar parte de la historia de la Humanidad, y se hizo
carne y espíritu; que conoció la
fragilidad humana: el gozo y la alegría, la soledad, el hambre, el dolor y la muerte, como cualquier ser humano.
b).- Compartió su vida
con los que sufrían, los pobres y
los marginados de la sociedad y se
rodeó de gente de diversa condición, ya fuesen hipócritas o virtuosos que asistían a la Sinagoga y cumplían las
leyes de Moisés, o pecadores,
publicanos, adúlteros y prostitutas, que no la frecuentaban, ofreciendo a todos
la misericordia y el perdón.
c).- Sanó las heridas del cuerpo y
del espíritu, devolviendo la vista a los ciegos, curando los cuerpos deformes de los
leprosos, restableciendo la movilidad a los inválidos, la paz a los espíritus , y enjugó
las lágrimas de las madres
y familiares, devolviendo la
vida a sus seres queridos. Dio
testimonio de autenticidad, de amor, de fraternidad y compromiso, a través
de su vida y sus palabras, especialmente
con los más humildes y débiles anunciando el Reino de Dios
y la salvación.
d).- Sin embargo,
la Navidad no es sólo un relato del pasado, con mayor o menor rigor histórico, envuelto en bellas imágenes poéticas o míticas, que
aconteció en Judea y Galilea. Es
algo mucho más. La Navidad vino para quedarse en nuestra sociedad y en nuestras vida personal y familiar, que
adolecen de graves carencias y lejos del espíritu
que Jesús proclamó al anunciar a los discípulos de Juan el Bautista, los
signos de la llegada del Reino de Dios: Los
ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos
quedan limpios, los sordos oyen,
los muertos resucitan y los pobres son
evangelizados. Un horizonte
lleno de esperanza, ilusión y compromiso para cristianos y para todos los hombres de buena voluntad.
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