EL SUFRIMIENTO EN LAS DISTINTAS CULTURAS
(I)
I
EL GOZO Y EL SUFRIMIENTO
La primavera anuncia su llegada, con su vistoso colorido en este mes de Marzo con la flor de los almendros y cerezos, y el azahar de los naranjos. Y con la primavera, vuelven los recuerdos de nuestra infancia y juventud, los alegres y los menos. En estos día, recordamos con pesar, que hace un año, se extendió la pandemia del coronavirus, como un relámpago en la noche, por todos los rincones de la Tierra, llevándose la vida de millones de personas y extendiendo el sufrimiento a muchos hogares. Pero también, en estos días, la nueva vida que nace en los jardines, los prados y en los bosques, nos invita a disfrutar de la alegría y de los recuerdos de esa infancia y juventud, que ya no vuelve, en interminable lucha con el dolor, como lo expresara el poeta Antonio Machado ( 1875-1939):
“Abril florecía frente a mi ventana. Entre los jazmines y las rosas blancas de un balcón florido, vi las dos hermanas. La menor cosía, la mayor hilaba... Entre los jazmines y las rosas blancas, la más pequeñita, risueña y rosada- su aguja en el aire- miró a mi ventana (…...).
Abril florecía frente a mi ventana. Una clara tarde, la mayor lloraba entre los jazmines y las rosas blancas y ante el blanco lino que en su rueca hilaba. ¿ Qué tienes-le dije- silenciosa pálida?. Señaló el vestido que empezó la hermana. En la negra túnica la aguja brillaba; sobre el velo blanco, el dedal de plata. Señaló a la tarde de abril que soñaba, mientras que se oía tañer las campanas. Y en la clara tarde me enseñó sus lágrimas.
Abril florecía frente a mi ventana. Fue otro abril alegre y otra tarde plácida. El balcón florido solitario estaba. Ni la pequeñita risueña y rosada, ni la hermana triste, silenciosa y pálida, ni la negra túnica, ni la toca blanca.” (1). Antonio Machado. Poesias Completas. Pags. 111-112.Espasa Calpe. 2001.Madrid.
La gran sensibilidad de Machado, nos transmite la tragedia del sufrimiento, que afecta a los seres humanos que caminamos por la vida, entre las flores y los aromas del mes de Abríl.
También Pedro Calderón de la Barca, (1600-1681), pone en los labios de Segismundo, un grito desgarrador, desde su prisión:
“¡Ay mísero de mi! y ¡ Ay infelice!. Apurar, cielos, pretendo, ya que me tratáis así, qué delito cometí, contra vosotros naciendo, aunque sí nací, ya entiendo qué delito he cometido. Bastante causa ha tenido vuestra justicia y rigor, pues el delito mayor del hombre es haber nacido.” (2) Pedro Calderón de la Barca. La Vida es Sueño. Alhambra. Madrid 1980
La manifestación de Segismundo ¡Ay mísero de mí! Y ¡Ay infelice!, es muy expresiva y refleja el sufrimiento que le embarga, por haber nacido en este mundo, para estar encerrado en una cárcel, y encadenado al cuerpo, esperando la muerte. Es, el sentimiento trágico de la existencia el que vive Segismundo.
El sufrimiento, para nuestra perplejidad y asombro, tiene múltiples rostros. Ante este gran enigma, la humanidad ha dado diferentes respuestas, según la diversidad de culturas, ya fuesen las religiones, los filósofos y los poetas, no del todo satisfactorias, para muchos seres humanos. Aproximarnos y captar las distintas dimensiones del antagonismo entre el gozo de la vida y el dolor, no es tarea fácil, y entraña un reto de una gran complejidad. No obstante, intentamos esbozar algunas tentativas, sin ser exhaustivo, que lo han pretendido, en el transcurso de la historia.
II
EL HINDUISMO Y EL BUDISMO
El Hinduismo es un conjunto de creencias y prácticas, cuyo origen está en el Brahmanismo, y que se extendió progresivamente por la India, donde lo practican la inmensa mayoría de su población india, en torno a 1.000 millones de personas, aunque es minoritaria en algunos países del sureste asiático. Es una religión politeista que da culto a muchos dioses, aunque los más importantes son Brahma, el dios de la creación, Vishnú el dios de la conservación, del orden, la paz y el amor y Shiva, el dios de la destrucción, acompañadas de unas prácticas diversas que se realizan en el hogar, en los templos y en la purificación de los creyentes, bañándose en el rio Ganges así como en la incineración de los muertos en la orilla del mismo rio, arrojando al Ganges sus cenizas. Los textos más importantes del Hinduismo son Los Vedas que compilan himnos y ritos sacrificiales (el más importante es el Rig -Veda), que se corresponden al período anterior al Hinduismo, durante la vigencia del Brahmanismo ( 1500-700 a.C). Posteriormente, se unieron los textos de los Brahmanas, en los que se daba culto al creador del Universo, del que procedía el principio creador y sobrenatural y que era el fundamento de todos los seres creados. Durante el Brahmanismo, se estableció el sistema de castas, al frente de las cuales, estaban los brahmanes, sacerdotes responsables de los sacrificios rituales que se practicaban, y de velar el orden social establecido ( brahmanes, gobernantes y soldados, artesanos y comerciantes, esclavos, siervos y campesinos) y al margen, los intocables o parias. Esta condición social tenia consecuencias prácticas en la vida, que nadie podía quebrantar, prevaleciendo la casta heredada, para no transgredir el orden moral cósmico, a la hora de decidir la modalidad de trabajo, contraer matrimonio, compartir alimentos etc., coartando la libertad personal.
Sin embargo, esta orientación del Brahmanismo, suscitó una reacción que dio lugar, a un movimiento formado por grupos críticos del poder que tenían los brahmanes, que acaparaban riquezas y daban una gran importancia al culto ritual de los sacrificios. Aquellos grupos, por el contrario, hacían vida de eremitas y vivían en los bosques, como maestros, que se reunían con sus discípulos para meditar y buscar el brahman o realidad absoluta y última del Universo y el sentido de la existencia humana. Buena parte de estas enseñanzas están en los textos del Upanishad. Así los describe el poeta y escritor indio, Rabindranah Tagore (1861- 1941), premio Nobel de Literatura en el año 1913.
“ Los más grandes maestros de la India antigua, de nombres imperecederos, vivieron en el bosque. En la orilla umbría de algún río sagrado o de algún lago del Himalaya, hacían su altar de fuego, apacentaban su ganado y cultivaban el arroz y las frutas para su alimento. La naturaleza era su hogar y el de sus esposas y sus hijos; y en su seno meditaban sobre los problemas más hondos del alma, con toda la creación y la comunicación con el Ser Supremo. Sus discípulos se congregaban a su alrededor, y así recibían sus enseñanzas sobre la verdad inmortal, en el lugar de la verdad, de la paz y del alma libre “ (3) Rabindranaz Tagore. Obra Escogida: Prólogo: Morada de Paz. Pag. 17 y 18. Edit. Signo. Madrid 1933.
Es el mismo poeta Rabindranaz Tagore, quien narra, con una gran belleza literaria, su experiencia añorando la sabiduría de los viejos maestros que vivían en el bosque y en la orillas de los ríos:
“Después tuve una visión de la plenitud de vida interior alcanzada por la India en el solemne apartamiento de sus bosques, cuando el resto del mundo comenzaba apenas a despertar. Comprendí claramente que la India se había abierto y ensanchado, durante muchos siglos, el camino que conduce a una vida más allá de la muerte, mucho más alta que esta idealización del egoísmo político y esta codicia insaciable de la acumulación. La voz me llegó en la lengua veda, desde los santuarios del pasado y me decía: venid a mí, como los ríos al mar, como los días y las noches al completarse de su ciclo anual. Demos y enseñemos la verdad en medio de la luz resplandeciente. No nos peleemos unos con otro. Vayan derechos nuestros pensamientos a su bien supremo. Respondió mi corazón, y decidí hacer cuanto pudiera por volver a la superficie, para nuestro cotidiano uso y diaria purificación, el raudal de los ideales que nacieron en la cumbre de nuestro pasado y corrían ahora subterráneos por lo más hondo del suelo de la India: la sencillez de la vida, la claridad de visión espiritual, la pureza del corazón, la armonía con el universo, la conciencia de la personalidad infinita en toda la creación.” (4). Rabindranaz Tagore. Obra escogida. Prólogo: Morada de Paz. Pags. 19 y 20. Edit. Signo. Madrid 1933.
Aunque hay diversas escuelas o corrientes, tienen en común la creencia en un ciclo cósmico que se crea se destruye y se renueva periódicamente, y al que estamos unidos los seres humanos por causa de la reencarnación. En consecuencia, el dolor y el sufrimiento actual, tienen su origen en el “karma” que señala la influencia que tienen las conductas de las vidas anteriores, en el presente, y por esta razón la liberación del dolor y del sufrimiento, pasa necesariamente por librarse de la reencarnación o renacimiento, a través de las conductas adecuadas, que rompan y destruyan el ciclo cósmico que lleve a la reencarnación. Así lo describe el historiador Edwin Oliver James ( 1888-1972) al hablar de la reencarnación o “karma”:
“De acuerdo con esta doctrina, el destino de todo hombre, está determinado por una ley inexorable de acción y reacción, “el karma”, hasta que, con la liberación o moksa, cesa la sucesión de renacimientos (samsara). Todo pensamiento, toda palabra, toda acción tiene sus consecuencias en la fijación de la suerte del individuo en sus existencias futuras. Por tanto, cada vida, con todos sus placeres y penalidades, es el resultado necesario de las acciones de las vidas pasadas, y, a su vez, por sus propias actividades, se erige en causa de futuros nacimientos. Lo que el hombre siembra, eso mismo recoge en sucesivos retornos a la tierra dentro de un nuevo cuerpo, que puede ser el de un místico, el de un paria, el de un perro o el de un cerdo.(5) E.O.James. Historia de las Religiones. El Lejano Oriente, Pag.26 y 27. Biblioteca de El Sol .Alianza Editorial. Madrid 1991.
Los caminos para la liberación del ciclo cósmico de la reencarnación se interpretan de forma distinta, según sean, las orientaciones de la escuela de la Via del Conocimiento, que propone la meditación, el yoga y las buenas obras, con la finalidad de alcanzar la identificación del yo (atman) con la realidad divina (brahman), o bien, las orientaciones de la escuela de la Vía de las Obras, mediante la observancia y la práctica de los ritos sacrificiales y deberes tradicionales, con la finalidad de adquirir méritos para alcanzar la liberación de la reencarnación en sucesivas vidas futuras, en virtud de lo que dispone la ley del “karma”.
El Budismo, cuya doctrina fue elaborada por Siddharta Gaudama, el Buda, que vivió en la India entre el siglo VI y V, es un conjunto de creencias y de prácticas morales, que articulan básicamente, una concepción moral sobre la vida, pero generalmente, no es considerada una cosmovisión religiosa. Esta ampliamente extendido en Asia, aunque su presencia disminuyó progresivamente en la India a partir del siglo VII d.C., hasta su práctica desaparición en la Edad Media, ante la expansión del Hinduismo. En el Budismo existen varias corrientes, aunque parten de una premisa y un diagnóstico común: la vida de los seres humanos vive inmersa en el sufrimiento, y sus causas proceden: del nacimiento, de la enfermedad, del transcurso de la vida y de la muerte. Para afrontar esta angustia existencial, Buda propone una vía de ascetismo por la que ha de transitar “el creyente” a través de la meditación y el desarraigo de los sentimientos, emociones y pasiones, que atan a los seres humanos, hasta la reencarnación, recibiendo la iluminación . A su vez, este camino de la iluminación tiene como fase final el estado del Nirvana, en el que los seres humanos quedan liberados de todas las ataduras y servidumbres humanas, alcanzando su plenitud, conservando estrictamente aquellas que son elementales para sobrevivir ( el alimento, el vestido y el techo) y los lazos de convivencia de la comunidad en la que viven.
La doctrina budista contenida en el Canon Pali, texto en el que están compiladas las enseñanzas de Buda, considera que el deseo y el estado de ansiedad que suscita la búsqueda del placer y del bienestar material, además de ser una ilusión, provoca una constante insatisfacción. Por ello, es necesario abandonar los deseos y la búsqueda del placer y de las emociones para superar el sufrimiento. Fundamentalmente es una visión ética y una vía ascética, en la que no existe una concepción religiosa propiamente dicha. Propone unas creencias y prácticas para acceder a la iluminación, que en último termino, llevan al estado del Nirvana, que en la cultura occidental, recuerda la practicada por la contemplación de los místicos, pero con una diferencia importante entre una y otra. La vía contemplativa occidental parte de la premisa de una relación con un Ser transcendente, que da sentido a su existencia y al sufrimiento, en tanto que la iluminación en el Budismo, aspira a alcanzar el Nirvana y de este modo la liberación del sufrimiento. La presencia del Budismo ha disminuido en algunos países asiáticos, singularmente en la India, donde nació Buda y su doctrina, aunque conserva su arraigo en gran parte de China, Japón, Nepal, Thailandia, y otros. En los paises occidentales ha adquirido cierto reconocimiento, aunque su presencia es minoritaria.
III
LOS FILÓSOFOS DE GRECIA
En la antigua Grecia, las distintas corrientes de pensamiento ofrecieron paradigmas que divergían entre sí, para explicar la existencia del dolor y del sufrimiento, ya fuesen los estoicos, los discípulos de Platón o los de Aristóteles. Todos ellos, no obstante, tenían en común, algunas cuestiones que pueden contribuir a la reflexión, en la sociedad actual.
En primer lugar, diferenciaron entre el dolor o sufrimiento físico, que tiene su origen en la enfermedad y la muerte, de una parte, y el dolor o sufrimiento moral, de otra, que tiene su origen en las decisiones y actos adoptadas por los seres humanos. El dolor y el sufrimiento físico forma parte de la naturaleza constitutiva del Universo y singularmente de los seres vivos, en el que estamos integrados y del que somos una partícula muy pequeña del mismo; y además, estamos sujetos a las leyes físicas y bioquímicas que rigen el ciclo de la vida. Por el contrario, el dolor y sufrimiento moral está íntimamente ligado a la libertad de los hombres, en sentido genérico, que condiciona las relaciones entre los individuos y grupos sociales; en definitiva, sujetos a las leyes y a las formas de la organización social, económica y política que deciden los pueblos y sus dirigentes.
En segundo lugar, tanto la escuela estoica, la platónica como la aristotélica, se centraron principalmente, en dar una respuesta al sufrimiento moral, desarrollando la Ética, que regula la conducta de las personas, proponiendo la practica de la virtud, la justicia, la convivencia y la paz . En este contexto cultural, surgió el sistema político de la Democracia en Atenas en la época de Pericles, frente a los sistema alternativos de la Aristocracia y la Tiranía, de la que era exponente la ciudad de Esparta, organizada para la guerra. Para afrontar esta modalidad de sufrimiento, consideraban necesario, fortalecer la voluntad, el control de los sentimientos y de los sentidos, distanciándose de los bienes materiales, de los placeres y de las apariencias; enaltecían el camino de la templanza, la moderación, la racionalidad, el amor y vivir de acuerdo con las leyes de la naturaleza, y el camino de la justicia. Así lo señala Platón ( 427- 347 a.C) en su obra El Banquete:
“ A continuación se ha de hablar sobre la virtud del Amor. Lo más importante es que el Amor no comete injusticia contra Dios, ni contra los hombres, ni la recibe tampoco de Dios o de hombre alguno. Tampoco padece violencia, si es que padece de algo, pues la violencia no toca al Amor. Asimismo, cuando obra, no ejerce violencia, porque todo el mundo sirve al Amor de buen grado en todo, y aquello que convienen dos por propia voluntad dicen “las leyes reinas de la ciudad” que es justo. Pero, aparte de la justicia, participa además de la mayor templanza. Pues, según se opina comúnmente, la templanza es el dominio de los placeres y de los deseos, y no hay ningún placer mas fuerte.(.........) El Amor, por ser, ante todo sumamente bello y excelente en sí, es causa después para los demás de otras cosas semejantes.(6) Platón. El Banquete. Edit. Orbis.Pags.67 y 69. Barcelona 1983.
Desde la Ética, para los filósofos griegos, los seres humanos, podían asumir el sufrimiento físico que conlleva la condición trágica de la existencia, de su vulnerabilidad y fragilidad; aceptando con entereza y fortaleza, las leyes físicas y bioquímicas del Universo, y su apertura al conocimiento, a la virtud, a la belleza y al misterio de la vida. Aristóteles, en su obra Ética a Nicómaco, nos ofrece su visión de la virtud:
“Pues, la virtud, como más ilustre cosa y de mayor valor que toda cualquier arte, también inquiere el medio como la naturaleza misma. Hablo de la virtud moral, porque ésta es la que se ejercita en los afectos y acciones, en las cuales hay exceso y defecto, y su medio, como son el temer y el osar, el codiciar y el enojarse, el dolerse, y generalmente el regocijarse y el entristecerse, en todo lo cual puede haber más y menos, y ninguno de ellos, ser bien. (7) Aristóteles. Ética a Nicómaco. Pags. 83. Barcelona 1983
Asimismo identifica, de una parte, la justicia con la ley:
“ Parece, pues, que así el que traspasa las leyes, como el que codicia demasiado, y también el que no guarda igualdad, se dice injusto, y así también claramente, aquel se dirá ser justo, que vive conforme a ley y guarda igualdad en el trato de las cosas; y lo justo será lo que es conforme a ley, y lo injusto, lo que es contra la ley y desigual. (…..). Y pues, el que traspasa las leyes es injusto, y justo el que las guarda, cosa cierta es que todas las cosas legítimas, serán en alguna manera justas. Porque todas las cosas determinadas por la facultad de poner leyes son legítimas, y cada una de ellas, decimos ser cosa justa. Las leyes, pues, mandan todas las cosas, dirigiéndolas, o al bien común de todos, o de los mejores, o de los más principales en virtud o en cualquier otra manera. De una manera, pues, decimos ser justas las cosas que causan y conservan la felicidad y los miembros de ella en la civil comunidad.”(8) Aristóteles. Ética a Nicómaco. Pag.154. Ediciones. Orbis. Barcelona 1983.
Y de otra, considera que la justicia es perfecta.
“La justicia, pues, encierra en sí y comprende todas las virtudes, porque es el uso de la virtud que es más perfecta. Y es perfecta, porque el que la posee, puede usar para con otro la virtud, y no para consigo mismo solamente.(.........). De manera, que justicia no es una sólo una especie de virtud, sino una suma de todas las virtudes. Ni su contraria, la sin justicia es una especie de vicio, sino una suma de todo género de vicios. En qué difiera, pues, esta justicia y la virtud, de lo que está dicho se entiende claramente.(9). Aristóteles. Ética a Nicómaco. Pág. 155. Ediciones. Orbis.Barcelona 1983.
IV
DRAMATURGOS GRIEGOS Y LA TRAGEDIA
En la literatura del siglo V a.C., los autores dramáticos de la Grecia clásica: Esquilo, Sófocles y Eurípides, canalizaban las creencias populares y la presencia de los dioses de la mitología, en la trama humana. De este modo plantearon en sus tragedias, entre otras cuestiones, la relación y supeditación de las leyes humanas a las leyes de los dioses, dentro de la mitología griega. Para Esquilo y Sófocles, los hombres han de obedecer a las leyes de la naturaleza y a la de los dioses, conforme a la mitología griega, antes que a las leyes de los hombres, en tanto que Eurípides, más racionalista, duda y cuestiona la opimión de los otros dramaturgos. Así, Sófocles (496-404 a.C.) pone de manifiesto en su obra Antígona, que debieran prevalecer las leyes de los dioses sobre las leyes de los hombres. A la pregunta que formula Creonte, rey de Tebas, a Antígona, hermana de Polinices, cuyo cuerpo muerto, fue enterrado por Antígona a las afueras de la ciudad, desobedeciendo la orden de Creonte, de no enterrarlo:
Creonte: Entonces ¿ te atreviste a transgredir estas leyes?.
Antígona: No fue Zeus, en modo alguno, el que decretó esto, ni la Justicia que cohabita con las divinidades de allá abajo; de ningún modo fijaron estas leyes entre los hombres. Y no pensaba yo que tus proclamas tuvieran una fuerza tal, que siendo mortal, se pudiera pasar por encima de las leyes escritas y firmes de los dioses. No son de hoy ni de ayer, sino de siempre estas cosas y nadie sabe a partir de cuando pudieron aparecer.(.......)“ (10). Sófocles. Antígona. Pag. 190. Alianza Editorial. Madrid 2005
Asimismo, en la antigua Grecia, Esquilo y Sófocles, argumentaron, que el sufrimiento físico y moral que afligía a la humanidad, era el castigo de los dioses por transgredir los hombres las leyes divinas, al ser culpables de ofender a los dioses. Especialmente Esquilo, muy cercano a las creencias religiosas populares y a la mitología griega, hacía extensiva la culpabilidad no sólo a los autores directos de la transgresión u ofensa, sino también a los ascendientes y descendientes de ellos. Sin llegar a la radicalidad de Esquilo, Sófocles presenta en su obra “Edipo Rey” escrita e inspirada en la peste que asoló Atenas en el siglo V, la tesis de que la ofensa a los dioses, y la declaración de culpabilidad conlleva el castigo. La trama de su obra es investigar las causas de las desgracias del pueblo de Tebas, afligido por la peste y por esta circunstancia el rey Edipo, envió a Creonte, al templo de Apolo, para consultar al oráculo de Delfos. Preguntado por Edipo, responde Creonte:
“Creonte: Está bien. Voy a decir de parte del dios. Nos ordena con toda claridad el soberano Febo ( Apolo), que una mancha que, según dice él, ha crecido en esta tierra nuestra, la expulsemos de la región y no la alimentemos hasta el punto de que se haga incurable.
Edipo: ¿ Con qué clase de purificación?. ¿Cuál es el carácter de la desgracia?.
Creonte: Con el destierro o reparando una muerte con muerte de nuevo, puesto que esta sangre es la que está sacudiendo la ciudad.” (11).Sófocles. Edipo Rey. Pág.237. Alianza Editorial. Madrid 2005.
A continuación, el enviado a Delfos, se dirige a Edipo y le informa que el origen de la tragedia y de los males que padece la ciudad es el asesinato de Layo, anterior rey de Tebas, como causa de los males que padece la ciudad; y señala a Edipo como culpable del asesinato, sobre el que ha recaer el castigo de los dioses.
“Creonte: Muerto éste, manda ahora el dios, con toda claridad que se le vengue, castigando con energía los autores, quienes quiera que sean.” (12). Sófocles. Edipo Rey.Pag 238. Alianza Editorial. Madrid 2005.
Respecto de la figura del dramaturgo Eurípides (480-406 a.C.), se aprecia en él, la sensibilidad y la complejidad de una personalidad, que duda y cuestiona las certezas de la sociedad, muy próximo, en cierto modo a la mentalidad moderna. Así nos lo presenta el filólogo y especialista en la cultura clásica, Carlos García Gual (1943) al referirse a Eurípides:
“Efectivamente, esa veta ilustrada, racionalista, ese empeño en analizar los motivos y las pasiones mismas, desde una perspectiva lógica, esa crítica a los viejos mitos y a las creencias tradicionales, esa duda constante, respecto a la justicia y la opresión de las relaciones sociales, esa desconfianza en la religión y en las leyendas transmitidas desde antaño, todo eso caracteriza el discurso de muchos personajes de Eurípides. Mucho menos seguros de sí mismos, mucho menos equilibrados en su disposición heroica, pero mucho mejor descrito psíquicamente, más complejos y más próximos al hombre de la calle, que los protagonistas de Sófocles o de Esquilo; los personajes de Eurípides expresan en sus planteamientos, en sus discusones dialécticas, en sus indecisiones y dudas, la complejidad de ideas y la crisis intelectual y moral de esa época. Hay en nuestro autor una tendencia al realismo (....) que lleva a una crítica y una demoledora visión del universo mítico, paradigmático y tradicional, que proporciona al teatro trágico, sus argumentos.” (13). Carlos García Gual. Prólogo. Tragedias. Eurípides. Pág.16. EDAF. Madrid 1987.
Referido a sus últimas tragedias, añade Carlos García Gual:
“En el conflicto trágico se enfrentan algunos principios fundamentales de la sociedad griega: lo masculino y lo femenino, la familia y la cofradía religiosa; lo sabio según las normas cívicas y un nuevo credo religioso; la ordenación de la ciudad y el entusiasmo de las fiestas agrestes y orgiásticas; lo griego y lo bárbaro, lo apolíneo y lo dionisíaco, en sentido nietzscheano, y el cruel final deja un amargo sabor.” (14) Carlos García Gual. Prólogo. Tragedias. Eurípides. Pág.26. EDAF. Madrid 1987
En definitiva, para los dramaturgos griegos, en diferentes grados, no existen fronteras entre los hombres y los dioses para explicar la existencia del dolor y del sufrimiento en la humanidad. Sin duda, sobre el hombre que se desvía de las leyes de los dioses y del camino de los justos, recae el estigma de la culpa y el castigo de los dioses. Este marco cultural acerca de la causa desencadenante del sufrimiento humano, influirá en la posteridad.
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