REFUGIADOS: LA DURA Y TRÁGICA REALIDAD
Entre los grandes retos y desafíos de las sociedades más estables y desarrolladas, está la tragedia de los refugiados, los desplazados y aquellos que solicitan acogida o asilo; aunque no son los únicos, tienen gran relevancia en la actualidad. El drama del refugiado, que según la Convención del Estatuto de los Refugiados de las Naciones Unidas de 28 de Julio 1951, es: “Un nacional de un tercer país que, debido a fundados temores a ser perseguido por motivos de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas o pertenencia a determinado grupo social, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no puede o, a causa de dichos temores no quiere la protección de tal país….”. Incluye también a los apátridas o personas sin nacionalidad conocida, que se ven obligadas a trasladarse fuera de su país de origen, por causa principalmente de persecuciones religiosas, políticas o conflictos civiles y conflictos armados.
Europa, durante el siglo XX conoció momentos dramáticos para los refugiados a causa las dos Guerras Mundiales. En España, tras el final de la Guerra Civil, decenas de miles de españoles que hoy podrían ser considerados refugiados, abandonaron precipitadamente el territorio español y se alojaron temporalmente en campos de internamiento, con graves carencias de salubridad y mínimas condiciones de acondicionamiento, instalados en el sur de Francia durante los años 1939 a 1941; posteriormente, muchos fueron a campos de concentración nazis y otros fueron acogidos en algunos países latinoamericanos: Méjico, Argentina, Venezuela, e incluso en Argelia y Túnez, colonias francesas por aquellos años.
En los últimos 50 años, los refugiados en África, América, Asia, Europa del Este y Oriente Medio han ocupado la atención de los medios de comunicación, amenazados por los conflictos bélicos. Así ha sucedido en Bosnia, Serbia, Ucrania, Palestina, Irak, Siria, Afganistán y Myanmar. Muchos de ellos aún se encuentran en los campamentos de Turquía, Líbano, Jordania, Irán, Bangladesh y Pakistán, y también en Alemania, Grecia e Italia. A estos, hay que sumar quienes en América Latina han huido de Colombia, Venezuela, Nicaragua, Honduras y Guatemala, y viven en condiciones deplorables en Brasil y en la frontera mejicana con EEUU, aunque otros han conseguido protección internacional en España. También en África se conocen movimientos de refugiados a causa de los conflictos étnicos religiosos y políticos de Ruanda, Eritrea, Mali, Sudán del Sur, República Democrática Centroafricana, Somalia, Yemen y el Congo y destacan por su gran capacidad de acogida a los refugiados procedentes de otros países africanos: Níger, Sudán del Norte , Etiopía y Uganda. En el conjunto mundial, ACNUR estima la existencia de 25,9 millones de personas refugiadas, que malviven fuera de las fronteras de sus territorios de origen. Generalmente son atendidos en campamentos de internamiento que no siempre tienen las condiciones adecuadas, bajo la protección de las Naciones Unidas, con ayudas económicas para alojamiento, alimentación sanidad, y educación, que perciben algunos gobiernos en cuyo territorio están instalados, además de las ayudas directas que reciben de las ONG que trabajan en ellos, tales como Caritas Internacional, Intermón - Oxfam, Acción Contra el Hambre, Manos Unidas, Médicos Sin Frontera, Médicos del Mundo y otras.
SOLICITANTES DE
ASILO Y DESPLAZADOS
Entre los refugiados, ACNUR estima que los solicitantes de asilo en los países de acogida son del orden de 3,5 millones de personas. El asilo constituye un sistema de protección internacional por el que la persona o familias, una vez fuera de la frontera de sus países de origen, solicitan a los países de acogida esta protección por los temores fundados de ser perseguidos y detenidos en los países de los que han huido, por motivos políticos, religiosos y étnicos, protección que no incluye los hechos delictivos tipificados en las leyes penales.
Aunque no se consideran refugiados, el grupo más numeroso sometido al sufrimiento y a las penurias, es el de los desplazados en sus propios países, que se ven obligados a residir muy lejos de las regiones donde vivían. Entre ellos, cabe citar a parte de la población de Yemen, Libia, Somalia, Sudan del Sur, Nigeria, República Centroafricana, República Democrática del Congo, que por los conflictos bélicos están desplazados dentro de sus extensos países, lejos de las zonas de conflicto. ACNUR estima alrededor de 41 millones de personas desplazadas a escala mundial que viven en campamentos. En general son igualmente atendidos con la protección de ACNUR y las ONG que trabajan en ellos, atendiéndoles en materia de alimentación, alojamiento, sanidad y educación. A modo de resumen, según ACNUR la información referida al año 2018 es la siguiente:
Personas
|
Millones
|
Desplazados en su país de origen
|
41,3
|
Refugiados en terceros países
|
25,9
|
(de éstos han
solicitado asilo)
|
3,5
|
Apátridas
|
3,9
|
Total
|
71,1
|
Es un panorama desgarrador que da
idea aproximada de cómo
a escala mundial, la humanidad
sufre los desastres que
sus dirigentes y quienes
les apoyan desde el exterior, provocan
en los más débiles y vulnerables.
REFUGIADOS Y ASILO EN LA UNIÓN
EUROPEA
La Unión Europea en su
Directiva 2011/95 de 13 de Diciembre
de 2011 del Parlamento Europeo y del
Consejo, reguló las normas y procedimientos
que han de seguir los Estados miembros
de la UE, relativos a los nacionales de
terceros países conforme están definidas
en la Convención del Estatuto del Refugiado de 28 de Julio de 1951
de las Naciones Unidas. Esta Directiva
delimita, de una parte, la
protección internacional a
quien se le concede el estatuto
de refugiado y los requisitos que han de
cumplir, y de otra, el estatuto de protección subsidiaria a quienes se le reconoce el temor fundado de falta
de garantías y seguridad jurídica frente a la tortura, los malos tratos y
la aplicación de la pena de muerte. Tanto si la protección es a
los que tienen el estatuto de
refugiados como a los que se les reconoce el estatuto de protección
subsidiaria, pueden acceder a
determinados beneficios (permiso de
residencia, asistencia sanitaria, educación de menores, acceso a vivienda y empleo).
Años más tarde, la Directiva
2013/32 del Parlamento Europeo y del
Consejo de 26 de Junio de 2013,
aprobó las normas que regulaban la
acogida de los solicitantes de
protección internacional, hoy vigentes, modificando
la Directiva 2003/9 del Consejo de 27 de Enero sobre la
acogida de solicitantes de asilo en los Estados miembros de la UE. En
su declaración de motivos la
vigente Directiva 2013/ 33
indica: “ Una política común
en el ámbito del asilo, incluido un sistema europeo común de asilo, es uno de los
elementos constitutivos del objetivo de la Unión Europea
de establecer progresivamente un espacio de libertad, seguridad y
justicia, abierto a los que impulsados por las circunstancias, busquen
legítimamente protección en la Unión”. Las
normas y procedimientos relativos
a la acogida (o asilo) son
aplicables tanto a los beneficiarios que gozan de la protección
internacional del estatuto de refugiados, como de aquellos que sólo
tienen el estatuto de protección subsidiaria. En la citada norma se regula la
libertad de los solicitantes de protección internacional, su
residencia, los motivos y garantías de
su internamiento en centros habilitados, la atención de las necesidades sanitarias y las educativas
de los menores, condiciones materiales
de acogida personales y familiares. Referido
al conjunto de la Unión
Europea, los datos de las nuevas solicitudes
de protección internacional y asilo han evolucionado notablemente:
Año
|
Unión Europea
|
España
|
2015
|
1.256600
|
14.887
|
2016
|
1.206.00
|
16.544
|
2017
|
654.000
|
31.740
|
2018
|
580.000
|
55.749
|
2019
|
No
disponible
|
118.264
|
Se aprecia que los años
de mayor número de peticiones de
protección internacional en la unión
Europea, en los años 2015 y
2016 coinciden con
los conflictos de Siria y
Oriente Medio, observándose
una disminución, salvo en España, donde
el incremento se corresponde con la inestabilidad de Venezuela, Colombia y de otros
países Centroamericanos. Recientemente,
la Unión Europea
acordó proporcionar a
Turquía importantes ayudas
financieras ( 6.000 millones de euros
aproximadamente) para
contribuir al asentamiento de los refugiados sirios en su
territorio, y mitigar en alguna medida, la
masiva llegada de refugiados
sirios que en 2015 y 2016 presionaron
la frontera y llegaron a la
Unión Europea de forma caótica.
Esta presión de refugiados sirios que huyen de sus
territorios, se viene repitiendo a
causa de los bombardeos del régimen de Bashar al Asad
con el apoyo de Rusia, en estos
días sobre la
frontera de Grecia, como arma de Turquía para que la
Unión Europea le apoye en su conflicto
contra Siria.
Sin duda, la aplicación
de la normativa europea sobre
asilo es complicada y está muy mediatizada
por las políticas nacionales de los Estados miembros de la UE, y en gran
medida depende de la mayor sensibilidad de cada uno de ellos, y de su proximidad a los corredores del
Mediterráneo, por los que acceden
los refugiados. Esta
circunstancia ha obligado a la UE en estos últimos años, a intentar armonizar los criterios de los
Estados miembros, para distinguir
entre refugiados y emigrantes
comunes, evitar duplicidades en el
registro de entrada de refugiados, en
los criterios de interpretación y en la responsabilidad de los Estados por el que acceden al territorio europeo, así
como en el reparto de los
refugiados. Pese al esfuerzo de la Comisión y el Consejo en esa tarea de
armonización, no se ha avanzado gran cosa y
en la actualidad los países del Este y del Sur de la Unión Europea son
los menos favorables a la apertura de sus fronteras y
partidarios de mayores restricciones, habida cuenta que en diversos países europeos, incluso del Centro de la UE, aumenta
la percepción del crecimiento de sentimientos xenófobos muy radicalizados, contra
la entrada de refugiados.
NUESTRA MIRADA ANTE LA
REALIDAD
Estamos ante uno de los grandes problemas mundiales, cuya complejidad no sólo dificulta enormemente las posibles soluciones, sino que nos produce perplejidad y un sentimiento de impotencia, al constatar que en esta tragedia humana convergen factores de hegemonía y estrategia político militar, de control de recursos económicos y materias primas, de seguridad internacional, que forjan importantes alianzas de países y bloques. Cuando se rompen los equilibrios políticos militares en un determinado momento y en áreas geográficas sensibles, generalmente subdesarrolladas, se desencadenan conflictos civiles y bélicos, que producen de inmediato una estampida humana que busca la paz y la seguridad fuera de sus fronteras o lejos de sus pueblos y regiones. Igualmente sucede cuando tienen lugar catástrofes naturales como suelen ser las hambrunas tras largos períodos de sequía, inundaciones o terremotos, circunstancias que impulsan fuertes movimientos migratorios. Dada la magnitud de tales problemas y su extensión mundial, nos invade una conciencia de vulnerabilidad y de nuestros límites para afrontarlos.
Es oportuno recordar como el Concilio Vaticano II iniciaba la Constitución pastoral “Gaudium et Spes”, con estas palabras:
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los
hombres de nuestro tiempo, sobre todo de
los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y
angustias de los discípulos de Cristo.”.
En los años posteriores, distintos Papas llamaron la atención de estos problemas y tragedias. Últimamente, conviene recordar la visita del Papa Francisco a la isla italiana de Lampedusa en julio 2013 adonde llegaron miles de personas para encontrar refugio en Europa. En su visita alzó su voz y reclamó con gran firmeza, la atención de todos los gobiernos europeos y de todos, cristianos y ciudadanos europeos sin distinción, para ayudarles y acogerles abriendo las fronteras:
“Hoy esta pregunta surge con fuerza: ¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas? ¡Nadie! Todos nosotros respondemos así: no soy yo, yo no tengo nada que ver, serán otros, ciertamente no yo. Pero Dios pregunta a cada uno de nosotros: “¿Dónde está la sangre de tu hermano que grita hasta mí?. Hoy nadie se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, del que habla Jesús en la parábola del Buen Samaritano: miramos al hermano medio muerto en el borde del camino, quizá pensamos “pobrecito”, y continuamos por nuestro camino, no es tarea nuestra; y con esto nos tranquilizamos y nos sentimos bien. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos vuelve insensibles a los gritos de los demás, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bellas, pero no son nada, son la ilusión de lo fútil, de lo provisorio, que lleva a la indiferencia hacia los demás, es más lleva a la globalización de la indiferencia. En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos habituado al sufrimiento del otro, no nos concierne, no nos interesa, no es un asunto nuestro! “
Años más tarde, también
visitó a los refugiados acogidos en la
isla griega de Lesbos en el mes de
Abril de 2016 y una vez más se pudo constatar
la extrema gravedad del problema
de los refugiados y la necesidad de promover ayudas y cuantas iniciativas
se lleven a cabo; todas ellas tienen fundamento, para los cristianos en el mensaje
evangélico. Para los cristianos, la
lectura de la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10.25-37) a
la que nos invita el Papa Francisco, puede
ayudar a saber qué actitud y
disposición adoptamos ante estas realidades.
Los hechos narrados en la parábola están expresados en un lenguaje pedagógico, simbólico, accesible
a la comprensión del mensaje
acerca del amor al prójimo y
descriptivo de unos hechos figurados, no
históricos, que supuestamente, pudieron
acaecer a un hombre, que en el camino de Jerusalén
a Jericó, fue asaltado con violencia por unos ladrones, y le robaron todo lo que llevaba y tuviese
valor. Como consecuencia de esta
agresión, le hirieron, le abandonaron
dejándole medio muerto y se marcharon. Esta
descripción realista
es muy parecida
a la violencia que sufren
muchos refugiados. De haberse aplicado
las leyes penales actuales, a aquellos
malhechores, que actuaban en el
camino de Jerusalén a Jericó, se les acusaría de
robo por mediar violencia, intento de homicidio, lesiones
graves y omisión del deber de auxilio. La realidad actual verificable
y no supuesta, indica que miles de
refugiados mueren en el trayecto o llegan muy mal heridos a territorio más seguro, a manos de
delincuentes que les exigen
dinero para preservar
su integridad física.
En la parábola, muy cerca del lugar en el que se realizó la agresión, pasaron dos hombres, cuya conducta puede ser enjuiciada y servir de referencia
desde el punto de vista ético y
moral. Uno era sacerdote que
tenía a su cargo los servicios
del templo; otro un levita que también ayudaba
a los servicios religiosos, aunque
sus funciones eran distintas. Los
sacerdotes y los levitas formaban
parte de los dignatarios y
autoridades religiosas judías. Ambos vieron
al malherido, dieron un rodeo
y se alejaron, para evitar quedar
impuros, si se comprometían
y se responsabilizaban de aquella desgracia. Su posición social y las
normas que regían a los servidores del
templo no les permitían acercarse a
este infortunado y estimaron
que cualquier iniciativa a favor
del desvalido, le podría traer complicaciones. Miraron para otra parte y continuaron
su camino.
Sin embargo, por ese
mismo camino, pasó poco después otro
hombre, natural de Samaria, región poblada por gentes
mal avenidas con los judíos y que
no eran bien consideradas en la sociedad judía. En la descripción de Lucas
se da a entender que iba montado
en una cabalgadura, que podía ser un caballo,
una mula o un asno, aunque no lo
especifica. Al llegar a la altura
del malherido, le vio y quedó
sorprendido y muy impresionado ante
aquella escena. Su espíritu se llenó de compasión y bajó de la cabalgadura. Se acercó a la víctima e inclinándose le limpió las heridas
con aceite y vino para desinfectárselas; le vendó
las heridas, con sumo cuidado
para no provocarle dolor. Una vez
realizada esta cura de urgencia, probablemente
pensó que con esta acción bienhechora era suficiente para que se repusiera y con sus propios medios, acudiese
a un médico de Jerusalén que no
estaba muy lejos del lugar donde se encontraba. Al fin y al cabo,
él no era médico ni podía
responsabilizarse de su curación ¡ bastante había hecho con
hacer la primera cura de urgencia
¡. De esta forma, él podría continuar su
viaje para unos asuntos
que no admitían demora.
Estos pensamientos cambiaron, cuando observó que las heridas, los hematomas, las magulladuras y los dolores de la paliza que le habían dado al desvalido, no le permitían siquiera dar un paso sin su ayuda y además le habían robado el poco dinero que llevaba consigo. El buen samaritano, cuyo nombre no conocemos, estaba comprometido con aquel malherido. Su compasión se desbordó, le levantó del suelo , le ayudó a subir a la cabalgadura con gran esfuerzo, y de este modo le evitó las molestias y el cansancio del camino; y también le acompañó andando hasta llegar a un mesón, y según el texto de Lucas 10, le cuidó el día de llegada. Le proporcionó alojamiento, comida, compañía y una actitud de escucha y atención. Hoy diríamos que le prestó ayuda psicológica, ante el relato que le hizo de la violencia que sufrió. Era muy normal que la victima de tal agresión deseara desahogarse con su bienhechor y de este modo poder superar el estado de shock. A la mañana siguiente, el samaritano decidió continuar su viaje, pagando al mesonero dos denarios a cuenta de los cuidados que había recibido y le prometió que a la vuelta de viaje la resarciría de todos los gastos que ocasionase, advirtiéndole que le cuidase y atendiese, como si el malherido, fuese el mismo samaritano. No sería desacertado pensar, que el malherido ya convaleciente en esa mañana, vería con tristeza y gratitud, cómo su bienhechor se montaba en la cabalgadura y continuaba su viaje. Se preguntaría en su interior ¿Quién es este hombre cuya bondad y compasión ha curado mis heridas y llenado mi corazón?. Nunca llegaría a saber que era el Buen Samaritano.
Estos pensamientos cambiaron, cuando observó que las heridas, los hematomas, las magulladuras y los dolores de la paliza que le habían dado al desvalido, no le permitían siquiera dar un paso sin su ayuda y además le habían robado el poco dinero que llevaba consigo. El buen samaritano, cuyo nombre no conocemos, estaba comprometido con aquel malherido. Su compasión se desbordó, le levantó del suelo , le ayudó a subir a la cabalgadura con gran esfuerzo, y de este modo le evitó las molestias y el cansancio del camino; y también le acompañó andando hasta llegar a un mesón, y según el texto de Lucas 10, le cuidó el día de llegada. Le proporcionó alojamiento, comida, compañía y una actitud de escucha y atención. Hoy diríamos que le prestó ayuda psicológica, ante el relato que le hizo de la violencia que sufrió. Era muy normal que la victima de tal agresión deseara desahogarse con su bienhechor y de este modo poder superar el estado de shock. A la mañana siguiente, el samaritano decidió continuar su viaje, pagando al mesonero dos denarios a cuenta de los cuidados que había recibido y le prometió que a la vuelta de viaje la resarciría de todos los gastos que ocasionase, advirtiéndole que le cuidase y atendiese, como si el malherido, fuese el mismo samaritano. No sería desacertado pensar, que el malherido ya convaleciente en esa mañana, vería con tristeza y gratitud, cómo su bienhechor se montaba en la cabalgadura y continuaba su viaje. Se preguntaría en su interior ¿Quién es este hombre cuya bondad y compasión ha curado mis heridas y llenado mi corazón?. Nunca llegaría a saber que era el Buen Samaritano.
Las opciones éticas están descritas en las figuras
humanas que nos ofrece la
parábola y también en el mensaje de Jesús
a quienes le preguntaban: Maestro
¿quién es mi prójimo?. La respuesta de
Jesús fue más allá de una
disquisición teórica o puramente semántica, acerca de quién es o no el prójimo; fue directo
al fondo identificando
el amor al prójimo, en la actitud
compasiva y comprometida del samaritano
con el desvalido. Este es el mensaje constante de Jesús cuando anunciaba
la llegada del Reino de Dios, ya
fuese en las sinagogas, en el páramo o en la montaña, en la ribera del Jordán y
cuando transitaba por los polvorientos caminos de
Judea y Galilea.
Marzo
2020
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