domingo, 8 de marzo de 2020

REFUGIADOS y DESPLAZADOS


                 REFUGIADOS: LA  DURA  Y  TRÁGICA  REALIDAD


Entre  los  grandes retos y desafíos de las sociedades  más estables  y desarrolladas,  está la tragedia de los refugiados, los desplazados y   aquellos que solicitan acogida o  asilo;   aunque no  son  los únicos,  tienen  gran relevancia en la actualidad.  El drama del  refugiado, que según   la Convención del Estatuto de los Refugiados  de las Naciones  Unidas de 28 de Julio 1951,   es: “Un nacional de un tercer país que, debido a fundados  temores a ser perseguido por motivos  de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas o pertenencia a determinado grupo social, se encuentra fuera del  país  de su nacionalidad y no puede o, a causa de dichos temores no quiere  la protección de tal país….”. Incluye también a los apátridas  o personas  sin nacionalidad  conocida,  que se ven obligadas a trasladarse fuera de su país  de origen, por causa  principalmente de  persecuciones religiosas, políticas  o conflictos civiles y conflictos armados.

Europa, durante el siglo  XX conoció momentos dramáticos para los refugiados  a causa  las  dos Guerras Mundiales. En España,  tras  el final de la  Guerra Civil, decenas de miles de   españoles  que hoy podrían ser  considerados refugiados,  abandonaron precipitadamente  el territorio  español y se alojaron  temporalmente en  campos de internamiento, con graves carencias de salubridad y mínimas condiciones  de acondicionamiento, instalados en el  sur de Francia   durante los años  1939 a 1941;  posteriormente, muchos  fueron  a campos de concentración nazis  y otros fueron acogidos  en algunos países  latinoamericanos:  Méjico,  Argentina, Venezuela,   e incluso  en   Argelia y Túnez,  colonias  francesas por  aquellos años.

En los últimos 50 años,  los  refugiados en  África, América, Asia, Europa   del Este y Oriente  Medio  han ocupado la atención de los medios de comunicación, amenazados por los conflictos  bélicos. Así ha sucedido en  Bosnia, Serbia, Ucrania, Palestina, Irak, Siria,  Afganistán y Myanmar. Muchos de ellos  aún  se encuentran en los campamentos de Turquía, Líbano,  Jordania, Irán, Bangladesh  y Pakistán, y   también  en   Alemania, Grecia  e Italia.  A  estos,  hay que sumar quienes  en América   Latina  han huido   de Colombia, Venezuela, Nicaragua, Honduras y Guatemala,  y  viven  en condiciones deplorables en  Brasil y en la frontera  mejicana  con EEUU, aunque otros han conseguido   protección internacional  en España.  También  en África  se  conocen  movimientos de refugiados  a causa  de   los conflictos  étnicos religiosos y políticos de  Ruanda, Eritrea,  Mali, Sudán del Sur, República Democrática Centroafricana, Somalia,  Yemen y  el Congo   y destacan  por su gran capacidad  de acogida  a los refugiados procedentes  de otros países  africanos: Níger, Sudán  del Norte , Etiopía y Uganda. En el conjunto  mundial,  ACNUR  estima  la existencia de  25,9 millones de personas  refugiadas, que  malviven  fuera de las fronteras de sus territorios de origen. Generalmente  son atendidos  en campamentos de internamiento que no siempre tienen las condiciones adecuadas, bajo la protección de las Naciones Unidas, con  ayudas económicas para alojamiento, alimentación  sanidad, y educación, que  perciben  algunos gobiernos en cuyo territorio están instalados, además de las ayudas directas  que reciben de las  ONG que trabajan en ellos, tales  como Caritas Internacional,  Intermón - Oxfam,  Acción Contra el Hambre, Manos Unidas, Médicos Sin Frontera, Médicos del Mundo y otras. 


                SOLICITANTES  DE ASILO  Y DESPLAZADOS


Entre  los  refugiados,  ACNUR  estima  que   los solicitantes de asilo en los países  de   acogida  son del orden de  3,5 millones  de personas. El asilo constituye  un sistema de protección  internacional por el  que  la persona o familias, una vez  fuera  de la frontera de sus países de origen, solicitan a  los países de acogida  esta protección por los temores fundados de ser perseguidos y detenidos  en los países de los que han huido, por motivos  políticos, religiosos y étnicos, protección que no incluye  los hechos delictivos tipificados en las leyes penales.

Aunque  no se consideran  refugiados, el grupo más numeroso  sometido  al sufrimiento y a las penurias, es el de los desplazados  en sus propios países, que  se ven  obligados  a residir muy lejos  de  las  regiones  donde   vivían. Entre  ellos,  cabe citar a  parte de la población de Yemen, Libia, Somalia, Sudan del Sur, Nigeria, República Centroafricana, República Democrática del Congo, que por los conflictos  bélicos están desplazados dentro de sus extensos  países, lejos de las  zonas de conflicto.  ACNUR   estima  alrededor  de 41 millones de personas  desplazadas a escala mundial que viven  en campamentos. En general   son igualmente  atendidos   con la protección de ACNUR  y las ONG  que trabajan  en ellos, atendiéndoles en materia de alimentación,  alojamiento, sanidad y educación. A modo de resumen, según  ACNUR la información referida al año 2018 es la siguiente:

Personas
Millones
Desplazados en su país de origen
41,3
Refugiados  en terceros países
25,9
(de éstos han solicitado asilo)
                                  3,5
Apátridas
 3,9
Total
71,1

Es un panorama  desgarrador  que  da idea  aproximada   de cómo  a escala mundial, la humanidad  sufre   los desastres  que  sus  dirigentes  y quienes  les apoyan desde  el exterior, provocan  en los más débiles y vulnerables.                      


            REFUGIADOS Y  ASILO  EN LA UNIÓN  EUROPEA

La Unión  Europea en su Directiva 2011/95   de 13 de Diciembre de  2011 del Parlamento Europeo y del Consejo, reguló las normas y procedimientos  que han de seguir  los Estados miembros de la UE,  relativos a los nacionales de terceros países  conforme están definidas en la Convención del Estatuto del Refugiado de 28 de  Julio de 1951  de las Naciones Unidas.  Esta  Directiva  delimita, de una parte,  la protección  internacional  a   quien se le concede  el estatuto de refugiado y los requisitos  que han de cumplir,  y de otra, el estatuto de  protección subsidiaria a quienes  se le reconoce  el temor fundado  de  falta de garantías y seguridad jurídica frente a la tortura, los malos tratos y la  aplicación de la pena de muerte.  Tanto si la protección  es  a los que tienen  el estatuto de refugiados  como a los que  se les reconoce el estatuto de   protección  subsidiaria, pueden acceder  a determinados  beneficios (permiso de residencia,  asistencia sanitaria,  educación  de menores, acceso a vivienda y  empleo).
Años más tarde,  la Directiva 2013/32  del Parlamento Europeo y del Consejo  de 26 de Junio de 2013, aprobó  las normas que regulaban la acogida de los solicitantes  de protección  internacional, hoy vigentes,  modificando  la   Directiva  2003/9 del Consejo de 27 de Enero   sobre la  acogida de  solicitantes  de asilo en los Estados miembros de la UE. En su declaración  de motivos    la  vigente Directiva 2013/ 33  indica: “ Una política  común  en el ámbito del asilo, incluido un sistema  europeo común de asilo, es uno de los elementos  constitutivos  del objetivo de la Unión  Europea  de establecer progresivamente un espacio de libertad, seguridad y justicia, abierto a los que impulsados por las circunstancias, busquen legítimamente protección en la Unión”.  Las normas  y procedimientos  relativos  a la acogida (o asilo)  son aplicables  tanto a los   beneficiarios que gozan de la  protección  internacional del estatuto de refugiados, como de aquellos que sólo tienen el estatuto de protección subsidiaria. En la citada norma se regula la libertad   de los  solicitantes de protección internacional, su residencia, los motivos y garantías  de su internamiento  en centros  habilitados, la atención de  las necesidades    sanitarias y  las educativas  de los menores, condiciones materiales  de acogida personales y familiares.  Referido  al conjunto  de  la Unión  Europea, los datos  de las nuevas solicitudes de protección internacional y asilo  han   evolucionado notablemente:

                 
Año
Unión Europea
España
2015
1.256600
14.887
2016
1.206.00
16.544
2017
654.000
31.740
2018
580.000
55.749
2019
No disponible
118.264

Se aprecia que los años  de mayor número de peticiones  de protección internacional en la unión  Europea, en los años  2015 y 2016  coinciden     con los conflictos  de  Siria y  Oriente Medio, observándose  una  disminución, salvo en  España, donde  el incremento  se corresponde   con la inestabilidad de   Venezuela, Colombia  y de  otros países  Centroamericanos.  Recientemente,  la  Unión  Europea  acordó  proporcionar  a  Turquía  importantes  ayudas  financieras ( 6.000 millones de euros  aproximadamente)  para contribuir  al asentamiento  de los refugiados sirios en su territorio,  y mitigar  en alguna medida,  la  masiva  llegada de refugiados sirios  que en 2015 y 2016   presionaron  la frontera y  llegaron  a  la Unión  Europea de forma caótica. Esta  presión  de refugiados sirios que huyen  de  sus territorios,  se viene repitiendo a causa  de los bombardeos del régimen  de  Bashar  al Asad  con el apoyo de Rusia,  en estos días  sobre  la  frontera de Grecia, como arma de Turquía para  que  la Unión Europea le apoye  en su conflicto contra  Siria. 
Sin duda,  la aplicación  de la normativa europea  sobre asilo es complicada y está muy mediatizada  por las políticas nacionales de los Estados miembros de la UE, y en gran medida  depende   de la mayor sensibilidad   de cada uno de ellos, y de  su proximidad a los corredores del Mediterráneo, por los que acceden  los  refugiados. Esta circunstancia  ha obligado  a la UE en estos últimos años,  a intentar armonizar los criterios  de los  Estados miembros, para distinguir  entre refugiados  y emigrantes comunes, evitar  duplicidades en el registro de entrada de  refugiados, en los criterios de interpretación y en la responsabilidad de los Estados  por el que acceden al territorio europeo, así como en el reparto de  los refugiados.  Pese al esfuerzo  de la Comisión y el Consejo en esa tarea de armonización, no se ha  avanzado  gran cosa y  en la actualidad los países del Este y del Sur de la Unión Europea son los  menos  favorables a la apertura de sus fronteras   y partidarios de mayores restricciones, habida cuenta que  en diversos países  europeos, incluso del Centro de la UE, aumenta la percepción del  crecimiento  de sentimientos  xenófobos  muy radicalizados,  contra  la entrada de  refugiados.


                    NUESTRA  MIRADA  ANTE  LA  REALIDAD


Estamos ante  uno de los  grandes problemas mundiales,   cuya complejidad no sólo dificulta  enormemente  las posibles  soluciones, sino  que nos  produce   perplejidad y un sentimiento de  impotencia, al  constatar que en esta tragedia  humana  convergen factores  de  hegemonía  y estrategia  político  militar, de control de recursos económicos y materias primas,  de seguridad  internacional, que  forjan  importantes  alianzas de  países  y bloques. Cuando  se rompen los equilibrios políticos militares en un determinado  momento y en  áreas  geográficas  sensibles, generalmente  subdesarrolladas,   se desencadenan  conflictos   civiles  y bélicos, que  producen  de inmediato una estampida  humana  que busca  la paz y la seguridad fuera de sus fronteras  o lejos  de  sus  pueblos  y regiones. Igualmente  sucede  cuando  tienen lugar  catástrofes  naturales como  suelen ser las  hambrunas tras  largos períodos  de sequía, inundaciones  o terremotos, circunstancias que impulsan  fuertes movimientos migratorios. Dada la magnitud  de tales  problemas y su extensión  mundial, nos invade  una conciencia de vulnerabilidad  y  de nuestros límites  para afrontarlos.

Es oportuno recordar como  el Concilio Vaticano  II    iniciaba la Constitución pastoral “Gaudium et Spes”, con  estas palabras:                                                                                                                                        
 Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres  de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo.”.

En los años posteriores, distintos  Papas llamaron  la atención  de  estos problemas y tragedias. Últimamente,  conviene recordar la visita  del Papa Francisco  a la isla italiana de Lampedusa en julio 2013  adonde llegaron miles de personas   para  encontrar refugio en Europa. En su visita  alzó  su voz y reclamó   con gran  firmeza,  la atención  de todos los  gobiernos  europeos  y de todos, cristianos y  ciudadanos  europeos sin distinción, para ayudarles y acogerles  abriendo  las fronteras:

“Hoy esta pregunta surge con fuerza: ¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas? ¡Nadie! Todos nosotros respondemos así: no soy yo, yo no tengo nada que ver, serán otros, ciertamente no yo. Pero Dios pregunta a cada uno de nosotros: “¿Dónde está la sangre de tu hermano que grita hasta mí?. Hoy nadie se siente responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, del que habla Jesús en la parábola del Buen Samaritano: miramos al hermano medio muerto en el borde del camino, quizá pensamos “pobrecito”, y continuamos por  nuestro camino, no es tarea nuestra; y con esto nos tranquilizamos y nos sentimos bien. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos vuelve insensibles a los gritos de los demás, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bellas, pero no son nada, son la ilusión de lo fútil, de lo provisorio, que lleva a la indiferencia hacia los demás, es más lleva a la globalización de la indiferencia. En este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia. ¡Nos hemos habituado al sufrimiento del otro, no nos concierne, no nos interesa, no es un asunto nuestro!
Años más tarde,  también visitó a los refugiados acogidos   en la isla griega de   Lesbos  en el mes de  Abril de 2016 y una vez más se pudo  constatar  la extrema  gravedad  del problema  de los refugiados  y  la necesidad de promover ayudas y cuantas  iniciativas    se  lleven a cabo;  todas ellas tienen  fundamento, para los cristianos  en el mensaje  evangélico. Para los cristianos, la lectura  de la  parábola del Buen Samaritano (Lucas 10.25-37) a la que nos invita el Papa Francisco, puede  ayudar a saber  qué actitud y disposición  adoptamos ante estas realidades. Los hechos narrados en  la parábola  están expresados en un lenguaje  pedagógico, simbólico,  accesible  a la comprensión  del mensaje acerca del amor  al prójimo y descriptivo  de unos hechos figurados, no históricos,  que supuestamente, pudieron acaecer  a un hombre,  que en el camino  de Jerusalén  a Jericó, fue  asaltado  con  violencia   por unos ladrones, y le robaron  todo lo que llevaba  y    tuviese  valor. Como consecuencia  de esta agresión,  le hirieron, le abandonaron dejándole  medio muerto y se marcharon. Esta  descripción  realista    es  muy  parecida  a  la violencia  que sufren    muchos   refugiados. De haberse   aplicado  las leyes penales actuales, a aquellos  malhechores, que actuaban  en el camino de  Jerusalén   a Jericó, se les acusaría  de  robo por  mediar  violencia, intento de homicidio,  lesiones   graves y omisión del  deber de  auxilio. La realidad actual  verificable  y  no supuesta, indica  que miles de   refugiados  mueren  en el trayecto  o llegan muy mal heridos a territorio  más seguro, a manos  de  delincuentes que  les  exigen  dinero  para  preservar  su integridad   física. 
 
En la parábola, muy cerca del  lugar en el que se realizó  la agresión, pasaron dos  hombres, cuya  conducta puede ser  enjuiciada y servir  de referencia  desde el punto de vista  ético y moral. Uno era  sacerdote  que   tenía a su cargo  los servicios del templo; otro  un  levita que también  ayudaba  a los servicios religiosos, aunque  sus funciones  eran distintas. Los sacerdotes y los levitas   formaban  parte de los dignatarios   y autoridades religiosas  judías. Ambos   vieron  al malherido, dieron  un  rodeo  y se alejaron,  para evitar quedar impuros, si  se  comprometían     y se responsabilizaban  de aquella desgracia. Su posición social y las normas  que regían a los servidores del templo no les permitían acercarse  a este  infortunado y  estimaron   que  cualquier iniciativa a favor del desvalido, le podría  traer  complicaciones.  Miraron para otra parte  y  continuaron su camino. 
Sin embargo,  por ese mismo camino, pasó poco después   otro hombre,  natural de Samaria,  región poblada  por gentes   mal avenidas  con los judíos y que no eran   bien consideradas  en la sociedad judía.  En la descripción  de Lucas  se da a entender  que iba montado en una cabalgadura, que podía ser  un  caballo,  una mula o  un asno, aunque no lo especifica. Al llegar a la altura  del  malherido, le vio  y  quedó  sorprendido y muy impresionado ante  aquella escena. Su espíritu se llenó de compasión y bajó  de la cabalgadura. Se  acercó a la víctima  e inclinándose le limpió  las heridas  con aceite  y vino  para desinfectárselas;  le vendó   las heridas, con   sumo cuidado para no provocarle  dolor.  Una vez  realizada esta  cura de urgencia,  probablemente  pensó  que con  esta acción bienhechora era  suficiente para que  se repusiera y con sus  propios medios,   acudiese   a un médico de  Jerusalén que no estaba  muy lejos del lugar  donde se encontraba. Al fin  y al cabo,  él no era  médico ni podía responsabilizarse  de  su curación ¡ bastante había hecho  con  hacer  la primera cura de urgencia ¡. De esta forma,  él   podría continuar  su  viaje  para  unos asuntos   que no admitían  demora. 

 Estos pensamientos cambiaron, cuando observó  que las heridas, los hematomas, las magulladuras y los dolores  de la paliza  que le habían dado al desvalido, no le permitían  siquiera dar un paso  sin su ayuda y además  le habían robado    el  poco dinero  que llevaba  consigo. El buen samaritano, cuyo nombre  no conocemos, estaba  comprometido  con   aquel malherido. Su compasión  se desbordó, le levantó  del suelo , le ayudó a subir a la cabalgadura con gran esfuerzo, y de este modo le evitó  las molestias y el cansancio del camino;  y también le  acompañó  andando  hasta llegar  a un mesón, y  según  el texto  de Lucas 10,  le cuidó  el día de llegada. Le proporcionó    alojamiento, comida, compañía y  una actitud de escucha y atención. Hoy diríamos  que le prestó  ayuda psicológica, ante  el relato  que  le hizo de  la violencia que sufrió. Era   muy normal  que  la victima de tal agresión  deseara desahogarse  con su  bienhechor y  de este modo poder   superar el estado de shock.  A la mañana siguiente, el samaritano  decidió  continuar  su viaje, pagando  al mesonero    dos denarios  a cuenta  de los cuidados  que había recibido  y  le prometió  que a la vuelta  de viaje la resarciría de todos los gastos  que ocasionase, advirtiéndole que le cuidase y atendiese,  como  si el malherido, fuese el mismo  samaritano. No sería  desacertado  pensar, que el malherido ya convaleciente en esa mañana, vería con tristeza y gratitud,  cómo su bienhechor  se montaba  en la cabalgadura y continuaba  su viaje. Se  preguntaría  en su interior  ¿Quién  es  este hombre cuya  bondad y compasión  ha curado mis heridas y  llenado mi corazón?. Nunca llegaría a saber que era  el Buen Samaritano.
Las  opciones  éticas están descritas en las  figuras  humanas que nos ofrece  la parábola y también en el mensaje de Jesús  a  quienes le preguntaban: Maestro ¿quién es mi prójimo?. La respuesta de  Jesús fue más allá  de una disquisición teórica o puramente semántica, acerca de quién es o no  el prójimo;  fue directo  al fondo   identificando  el amor al prójimo,  en la  actitud  compasiva y comprometida del samaritano  con el desvalido. Este es el mensaje constante de Jesús cuando  anunciaba  la llegada del Reino de Dios,  ya fuese en las sinagogas, en el páramo o en la montaña, en la ribera del Jordán y cuando  transitaba por los  polvorientos  caminos de  Judea y Galilea.

                                                                                              Marzo 2020

No hay comentarios:

Publicar un comentario