TEILHARD DE CHARDIN
IV
Leandro Sequeiros
Vicepresidente de la Asociación de Amigos de Teilhard
Presidente de la Asociación Interdisciplinar José de Acosta
La Década de los Treinta
Teilhard, exhausto y preocupado dejó China,en el verano de 1938 y se dirigió a Vancouver y Nueva York, desde donde partió para Francia, a la que llegó en el mes de noviembre. Teilhard se mantenía al tanto de los avances de la ciencia en general y de la paleontología en particular, por ejemplo, en marzo de 1939 se enteró del descubrimiento de un cráneo de Neanderthal que había sido recién descubierto por el científico italiano Alberto Carlo Blanc, que llegaría a ser su gran amigo. Durante su estancia en Francia, Teilhard estuvo sumamente activo, haciendo contactos con los medios científicos, religiosos y artísticos. Dio una interesante conferencia, organizada por Aldous Huxley, a un grupo de sesenta artistas (escultores, pintores, escritores, músicos) que promovían el estudio y el mejoramiento del Hombre.
Pero en junio de 1939 se embarcó rumbo a Estados Unidos. En
Nueva York, estuvo ocupado durante julio en el Museo Americano y allí
visitó a Georges Gaylord Simpson. Después viajó a Chicago a
visitar a su amigo Field y marchó a San Francisco, donde tomó
parte de una convención de geólogos en la Universidad de California
en Berkeley. Posteriormente, se embarcó en Vancouver, en dirección
a China, llegando a fines de agosto de 1939 a Pekín. La recepción
no fue muy amable por parte del superior jesuita, un hombre apodado
“El gran navegante”. Este superior era intolerante y cerrado de
mente, y en la primera oportunidad le espetó a Teilhard:
“Padre, como evolucionista y comunista, usted aquí es un indeseable y tiene que regresar a Francia lo antes posible” “¿Comunista? yo no soy comunista” respondió Teilhard, a lo que el superior contestó, “Usted es un evolucionista, y eso es suficiente para demostrar que usted es un comunista”.
Al ser rechazado por el superior jesuita, Teilhard tuvo que instalarse en un desagradable lugar llamado Chabanel Hall que consistía en una serie de barracas, con filas de cuartos ocupados por sacerdotes y académicos que estudiaban chino llevando una vida más que austera. Además, no existía privacidad, pues todo se oía de un cuarto a otro. Cuando el Museo Hoang-ho-Pai-ho fue convertido en el Instituto de Geobiología, Teilhard pudo establecerse allí con el Padre Leroy, en condiciones más confortables.
Durante
estos años, le caracterizó la regularidad de su vida: por la
mañana temprano, oficiaba la misa, después charlaba un rato con el
Padre Leroy y de allí se dirigía al laboratorio, trabajando en los
fósiles de Chou- Kou-Tien y redactando artículos científicos. Dedicó
bastante tiempo a leer sobre diversos temas, desde Guerra y Paz,
hasta The Structure of the New Physical Theories, pasando por La
Peste de Camus, la Nausea de Sartre, Problems of the Mistical Life
de R. Bastide, The Earlier Religions of Greece in the Light of Cretan
Discoveries, The Perennial Philosophy de Aldoux Huxley, así como
relecturas de obras de Nietzsche, Spinoza, Liebnitz, Marx y más.
A
su regreso a Pekín tuvo que enfrentarse a una serie de pruebas de
sufrimiento y aflicciones familiares: la muerte de su `padre,
dos de sus hermanos, de su madre y de una hermana. No obstante, en
esta época, Teilhard maduró su pensamiento científico y
filosófico. Terminó su obra El fenómeno humano, donde formuló la
ley de la complejidad-conciencia, el Punto Omega, la capacidad de la
materia para producir estructuras más y más complejas, en el marco
del espacio-tiempo, cuando las condiciones físico químicas son
favorables. En resumen, podríamos decir que propuso las bases para
una muy plausible teoría sobre la evolución.
Durante la II Guerra, se perdieron los fósiles originales del Hombre de Pekín en los que tanto tiempo y esfuerzo invirtió. Muchas teorías se han elaborado en torno a qué fue lo que sucedió. Así, se especula que los restos iban en un barco que los llevaba a Estados Unidos y fue hundido por los japoneses; que están escondidos en algún lugar de China; que los japoneses los llevaron a Japón donde aun se encuentran; que después de la rendición de Japón, personal militar norteamericano se posesionó de los restos y los envió a Estados Unidos donde se encuentran escondidos. Una década después Teilhard le escribía a un amigo al respecto:
“El famoso cráneo ¿estará escondido en Japón? ¿Quizá habrá sido destruido por algún ignorante saqueador? ¿Quizá estará enterrado en algún jardín en Pekín? ¿Será encontrado algún día con su frescura de miles de años en algún parque de Pekín? “
Teilhard fue muy acertado en su visión sobre el Sinanthropus, sostenía que era un Hombre, que el Hombre había surgido bruscamente. Y de acuerdo a Jia Lanpo y Huang Weiwen, que escribieron acerca de sus experiencias trabajando en Choukou-tien, las conchas encontradas en el sitio pertenecían a collares. Por lo que el Homo Erectus lo calificó como un Hombre, un ser que reflexionaba y quizá contaba historias mientras estaba sentado alrededor del fuego en su caverna de Chou-Kou-Tien.
Afortunadamente, le sostenía la correspondencia con Francia, que era regular y abundante. Entre sus principales corresponsales, junto con el leal Abbé Gaudefroy, siempre estuvo el Abbé Breuil, a quien Teilhard enviaba informes particularmente detallados. Dos veces el Abbé Brueil fue a China, a encontrarse con su “pupilo” y a examinar las excavaciones en Chou- Kou-Tien. Teilhard sentía gran alegría de encontrarse con Breuil, que siempre fue su gran amigo y confidente. Juntos habían hecho importantes expediciones. Otro motivo de alegría para Teilhard fue el viaje de regreso con Breuil de China a Francia en el Transiberiano y enterarse que Breuil había sido electo al Instituto de Francia.
Amigos científicos de Teilhard
En esta época Teilhard amplió su círculo de amistades y relaciones de distintos países, haciéndolas al mismo tiempo más estrechas. Entre sus nuevas amistades se pueden citar a Vaufrey, profesor de paleontología humana y director de la revista L’anthropologie; al jesuita geofísico Lejay; a Jean Piveteau, profesor de la Facultad de Ciencias de París, a quien, siendo estudiante, Teilhard había patrocinado su ingreso en la Sociedad Geológica de Francia; incrementó su relación con Edouard Le Roy. Pero no solamente sus nuevas amistades se limitaron a Francia. Sus relaciones con los suecos continuaron siendo cordiales, especialmente con el gran explorador Sven Hadin.
Las
relaciones con los estadounidenses se volvieron más importantes: En
su primera visita a Nueva York en 1931, el presidente del Museo
Americano de Historia Natura, Henry F. Osborn, se refirió a Teilhard
como “el
hijo adoptivo de nuestra familia”
Durante varios años, Teilhard mantuvo una amplia
correspondencia desde China, con el Museo Americano desde Abril de
1933 y finalizó con una carta fechada en Diciembre de 1940. Estas
cartas dirigidas a Roy Chapman Andrews, geólogo del Museo
Americano, conocido como cazador de dinosaurios, eran de un
científico a otro, un intercambio amistoso de noticias e información
científica, que no contenían elevadas discusiones teóricas ni de
ciencia, ni de filosofía. Las semanas que Teilhard pasó en el
desierto del Gobi, junto con Roy Chapman Andrews en 1930, creó una
sólida amistad que se amplió, dada la buena relación de éste,
con otros miembros del Museo Americano. También hizo amistad con
George Gaylord Simpson .
Otro
científico amigo de Teilhard fué el Dr. Georges B. Barbour.
Compartieron expediciones en China y otros países, en trabajos de
geología. G.B. Barbour tenía la disposición de prestar atención
a Teilhard en sus especulaciones filosóficas y religiosas. Años más
tarde, Barbour se referiría a él como “nuestro querido
santo”. Un buen amigo que compartió investigaciones
científicas en China, Davidson Black, científico del Instituto
Rockefeller, murió en 1934, y de él escribió:
“Hecho mucho de menos a Black. Perderlo ha producido como una sombra, o como un vacío que llevo conmigo a dondequiera que voy.”
Finalmente mencionaremos a tres personajes que tuvieron una fuerte relación profesional con Teilhard en este período:
- El Dr. Franz Weindrich, que sucedió en el puesto a Black en el instituto Rockefeller, un científico preciso, tranquilo y sabio que se encargó de establecer la naturaleza humana del Sinanthropus con sólidas bases anatómicas y bajo su dirección se modeló la cara del Sinanthropus por la artista estadounidense Lucile Swan.
-
El Dr. Helmut de Terra, norteamericano, a quien Teilhard había
conocido en una convención de geólogos en Washington. Con el viajó,
junto con Barbour, Graham y Black a Pekín, y lo acompaño a sus
últimos viajes de campo a las indias orientales, a Burma y a Java.
-El
Dr. von Koenigswald, científico de origen alemán destacado por el
gobierno holandés para investigar en Java. Teilhard se refería a el
como “un joven agradable, entusiasta y muy inteligente”. Trabajó
muy intensamente en los intereses de Koenigswald, recomendándolo al
Instituto Carnegie y a su eterno maestro y amigo Breuil, a través de
quien le gustaba sellar sus amistades. Cuando Koenigswald
hizo el importante descubrimiento de un muy antiguo fósil de un
niño, Teilhard lo aconsejó técnicamente, para que fuera muy
cuidadoso y extremadamente claro al hacer su anuncio.
Teilhard en la Posguerra
En mayo de 1945 se anunció en Pekín el final de la Segunda Guerra Mundial, noticia que motivó a Teilhard a escribir:
“Relajamiento, pero no alegría, porque en sí, por lo menos aquí y ahora, esta brutal victoria del Hombre sobre el Hombre, no es una victoria sobre una parte de la Humanidad.”
El 17 de agosto del mismo año, después de las masacres de Hiroshima y Nagasaki, las tropas japonesas cesaron el fuego en China. Se abrió la puerta a Teilhard para regresar a Francia. El cónsul general británico le otorgó un visado. Gracias a las influencias de sus amigos estadounidenses, un general del ejército puso a su disposición un aeroplano donde lo colocó con sus paquetes y su equipaje. Así, a finales de marzo pudo embarcarse en Shangai rumbo a Inglaterra donde llego a finales de abril. y de allí se dirigió a Francia. Desafortunadamente tuvo que abandonar casi todos sus libros y escritos en Pekín, entre ellos algunos cuadernos de notas filosóficas. También quedó el busto que le hiciera Lucile Swan (afortunadamente otra copia se preservó). Todo quedó en el Instituto de Geobiología de donde lo pasaron a Chabanel Hall. Lo que sucedió después de la victoria comunista, nadie lo sabe.
Al principio de su estancia en París, tras su llegada en 1945, da la impresión de que tiraban de él fuerzas en varias direcciones. En la vida privada, se encontró en su hogar con cuartos decorados, como por ejemplo los de Marianne de Goldschmidt-Rothschild y de la duquesa Edmée de la Rochefoucauld; allí conoció a Paul Valéry, Maurice de Broglie y varios intelectuales más de la élite. Ahora era un hombre famoso y muchos se las ingeniaban para organizar encuentros con sus críticos (tan necesarios para la discusión) y poder disfrutar de su brillante conversación. Unos ejemplos: Roger Lévy, profesor de la Escuela Nacional de Administración, fue a ver a Teilhard a su oficina de la revista Études para cuestionarlo ampliamente sobre la política y el comunismo chino. R. Levy le presentó a Gabriel Marcel con quien Teilhard en 1947, en el encuentro “Ciencia y Conciencia”, tuvo una memorable discusión. Marcel era un esceptico para quien la colectivización y el desarrollo de la tecnología (fenómenos relacionados, significaban un paso a la deshumanización). Pensaba que el mal se había introducido en la condición humana. Teilhard era un ferviente humanista y discutía que la colectivización, creando una nueva complejidad, producía una conciencia más elevada. No negaba el mal, pero para él la tecnificación era un esfuerzo para espiritualizar la materia y una manera de integrar el cosmos en el Hombre. Y entre otros, Teilhard sostuvo otro debate con Berdiaeff sobre “Marxismo y Existencialismo” y con el ruso Vinogradoff sobre “Materialismo histórico”.
Se
hizo miembro de la Sociedad de Amigos de la Música, fundada por Mme
Arsene Henri, esposa del embajador francés en Japón y que era una
excelente pianista. Teilhard solía pedirle que interpretara las
sonatas de Beethoven, que escuchaba muy atentamente, pero en
realidad, dejando aparte a Wagner, Teilhard tenía poco gusto por la
música, aunque asistía a conciertos y a los espectáculos de las
grandes artes.
Teilhard era un brillante conferenciante, pero entre 1946 y 1951, por deferencia a su Orden se confinó a audiencias limitadas, tratando diversos temas, desde “¿Hacia un nuevo Misticismo?”, “El Hombre y la Paleontología” hasta “Las etapas de un planeta viviente”.
La controversia de Teilhard con Roma
Uno de los más importantes aspectos de estos seis años en París fue la relación de Teilhard con sus superiores en Roma. Cuando le prohibieron publicar en 1934, escribió que ese asunto no importaba, “…lo que yo veo es infinitamente mayor a cualquier inactividad u obstáculo” y seguía tomando la prohibición con calma. Pero ahora estaba ansioso por publicar El fenómeno Humano y en junio de 1946 volvió a pedir autorización. En septiembre de 1947 recibió una negativa y se le dijo que no escribiera más filosofía y dejara los temas teológicos so pena de que el Santo Oficio condenara sus trabajos. Bruno de Solages, el nuncio apostólico, participó en la controversia y en un importante artículo enfatizó la importancia de Teilhard en el pensamiento moderno:
“La evolución biológica es materialista y mecanicista. Es el profundo significado cristiano del trabajo de este gran científico de fama mundial, de este poderoso pensador, de este fascinante escritor, de este “gentleman”, Teilhard de Chardin, que ha tenido éxito en mostrar, más que ningún otro hombre, que la evolución sólo puede ser finalista, que avanza hacia el espíritu y que sólo puede ser explicada por el espíritu, y que postula en el principio, porque postula en el final, un Dios trascendente…Sí, ustedes tienen un gran problema para el pensamiento cristiano, como mantener en medio de esta evolución general las realidades y valores trascendentes… El padre Teilhard no es un teólogo profesional y no le debemos pedir la solución, por sí mismo e inmediatamente, de todos los problemas teológicos. Los teólogos deben trabajar en ellos. Pero los teólogos están en deuda con él, por su gran servicio: primero, por revelarles el mundo de la ciencia en el cual, de ahora en adelante, deben pensar si quieren practicar su ocupación en el siglo veinte… y segundo, por presentarles una concepción de la evolución rectificada interiormente, y que, en vez de oponerse a la visión cristiana del mundo, por su naturaleza mecanicista y materialista, se abre a ella naturalmente.”
Por
supuesto esta defensa no tuvo ningún eco en los teólogos con alguna
excepción y Teilhard quedó en una posición desconcertante. Por
ejemplo, el artículo “La recuperación humana de la evolución
y sus consecuencias” publicado en la Revue des Questions
Scientifiques ¿era científico o filosófico?”.
Nuevas oportunidades
Algún consuelo le llegó en forma de una invitación. Simpson le escribió en diciembre de 1947 urgiéndole ir a trabajar con él, al American Museum en Nueva York. Teilhard le respondió que nada le gustaría más que trabajar con él en el Museum y en febrero de 1948 se le dio la oportunidad de viajar a Nueva York. Tuvo una cálida recepción en el Museum e hizo sus primeros contactos con éxito. Aprovechó su visita para aprender sobre Estados Unidos de la post-guerra y particularmente de su ciencia. Visitó en Washington a sus antiguos amigos de China. Se entrevistó con Barbour para hablar sobre un posible viaje a Sudafrica, país en el que estaba muy interesado, para visitar las cavernas donde se habían hecho importantes descubrimientos paleontológicos. Teilhard regresó a Francia en junio de este mismo año cansado y deprimido, por lo que fue a tomar un descanso a Seine-et-Oise.
Asimismo
en 1948 se le ofreció una de las mejores oportunidades de su
carrera. El Abbé Breuil tenía previsto jubilarse de profesor de El
Colegio de Francia. A petición de Francis Perrin, Paul Rivet
presentó la candidatura de Teilhard y oficialmente le hizo saber que
El Colegio de Francia votaría unánimemente por él, si aceptaba. Lo
cierto es que con sectores del Vaticano, Teilhard no sólo tenía el
problema de la actitud de muchos grupos hacia la evolución, sino que
se le acusaba de querer fundar un neo-cristianismo, por lo que era
considerado un hereje. Las autoridades eclesiásticas eran
intransigentes y no autorizaron su candidatura al Colegio de
Francia. Teilhard era para ellas más que una piedra en el zapato,
aunque no eran torpes y sabían que excomulgando a Teilhard, su
pensamiento se difundiría como una onda explosiva, por eso sólo le
daban largas para publicar y así mantenerlo lo más lejos posible.
En
febrero de 1949 inició una serie de conferencias en la Sorbona
sobre “El
grupo zoológico humano”.
Un día, en marzo, invitado a una cena se puso enfermo y tuvo que ser
internado con una pleuresía, teniendo que permanecer en el hospital
hasta el 18 de abril, y después fue a recuperarse en
Saint-Germain-en-Laye hasta principios de junio. El ataque sufrido
testificó el exceso de trabajo y su agotamiento, pero su forteza le
permitió recuperarse para terminar “El
Grupo Zoológico Humano”,
un libro más estrictamente científico que “El
Fenómeno Humano”.
A
fines de 1949, retomó su actividad científica, enviando un artículo
sobre “La visión del pasado”, al Congreso Internacional
de Filosofía de la Ciencia. Ya con mejor salud en 1950 estuvo más
activo, dando un curso de cinco conferencias en la Sorbona sobre El
Pleistoceno en el Lejano Este. Del 19 al 25 de marzo participó
en el Simposium “La Sociología de los Animales” sobre le
cual escribió que había sido un éxito, pero por otro lado se
extrañó de la ausencia de los sociólogos de la Sorbona: “¿Por
qué son tan obstinados en tratar al Hombre como un cosmos
independiente del otro…?” se preguntaba. Desde su último viaje a
Estados Unidos su preocupación se centraba en la socialización
humana, un fenómeno biológico cuyas raíces se remontaban a la
socialización animal. No había debilidad en los poderes creativos
de Teilhard. Aunque no desarrollaba ya nuevas ideas, continuamente
vertía nueva luz a los conceptos largamente desarrollados.
Nuevos
intereses marcaron en esta época su actividad intelectual. Dedicó
muchas reflexiones, a la cibernética, a la noción de “feed-back”
(retroalimentación) y a la relación entre la información y el
principio de entropía. En un artículo de marzo de 1950 sobre
“Computadoras y Super-cerebros” ilustraba su gran interés
en tales máquinas, pues estaba impresionado por su analogía con el
cerebro humano. Veía en ellas una especie de super-cerebro listo
para servir a la colectividad humana y eran para él un símbolo de
lo que el pensamiento colectivo podría ser en una noosfera de una
sola mente unánimemente pensante.
Una
organización entre las que se percibió la influencia de Teilhard,
fue la Unesco, con cuyo primer director Julian Huxley, sostuvo una
cercana amistad. Huxley le presentó a Teilhard al mexicano Torres
Bodet quien fue el segundo director de la Unesco y que había
expresado el deseo de conocerlo. En esa época, grandes cosas se
esperaban de la Unesco y Teilhard estaba dispuesto a cooperar. En
1949 publicó su artículo “Algunas
reflexiones sobre los Derechos del Hombre”.
Sin embargo la relación con la Unesco no fructificó pues su visión,
al ser mal interpretada, no era del agrado de los dirigentes. No así
su relación personal con Julian Huxley, que fue muy fructífera
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